Este es un artículo de opinión de Joseph Chamie, demógrafo, consultor independiente y exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas.
PORTLAND, Estados Unidos – ¿Por qué no hay más mujeres enojadas por su subordinación, discriminación y trato desigual en el siglo XXI? Por supuesto, algunas de las mujeres del mundo están enojadas, pero son comparativamente pocas.
Las mujeres representan la mitad de la población mundial y claramente desempeñan un papel vital en el desarrollo, el bienestar y el avance de la humanidad. Sin embargo, las mujeres continúan experimentando discriminación, trato abusivo, calumnias degradantes de misoginia y roles subordinados en prácticamente todas las esferas importantes de la actividad humana.
A pesar del trato, la discriminación y la subordinación, la mayoría de las mujeres no expresan ira. Si se invirtiera la situación entre los dos sexos, los hombres ciertamente se enojarían y sin duda tomarían las medidas necesarias para cambiar las desigualdades.
El artículo 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada hace casi setenta y cinco años, aplica todos los derechos y libertades por igual a mujeres y hombres y prohíbe la discriminación por motivos de sexo.
Hace unos 40 años, la comunidad internacional de naciones adoptó la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Y más recientemente, el 5 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas tiene como objetivo lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas.
A pesar de las diversas declaraciones, acuerdos internacionales, convenciones, plataformas de acción y los avances logrados en las últimas décadas, las mujeres continúan rezagadas con respecto a los hombres en derechos, libertades e igualdad.
Desde el comienzo de la vida en algunas partes del mundo, las niñas a menudo son vistas de manera menos favorable que los niños. En muchas sociedades se sigue prefiriendo a los bebés varones antes que a las niñas. En demasiados casos, la preferencia por los hijos varones ha dado lugar a proporciones de sexos al nacer que están sesgadas a favor de los varones debido a las intervenciones de las parejas durante el embarazo.
La proporción natural de sexos al nacer para las poblaciones humanas es de alrededor de 105 hombres por cada 100 mujeres, aunque puede oscilar entre 103 y 107. En la actualidad, al menos siete países, incluidas las dos poblaciones más grandes del mundo, tienen proporciones de sexos al nacer sesgadas que reflejan las intervenciones de embarazo con preferencia por los hijos varones (Gráfico 1).
China e India tienen proporciones de sexos sesgadas al nacer de 113 y 110 varones por cada 100 mujeres, respectivamente. También se observan altas proporciones de sexos al nacer en Azerbaiyán (113), Vietnam (112), Armenia (111), Pakistán (109) y Albania (109). En cambio, para el período 1970-1975 cuando las intervenciones de embarazo por parte de las parejas aún no se habían generalizado, las proporciones de sexos al nacer para esos siete países estaban dentro del rango normal esperado.
También en algunos países, el desequilibrio en la proporción de sexos femeninos continúa a lo largo de la vida de las mujeres. Por ejemplo, en India, Pakistán y China, que en conjunto representan casi 40 % de la población mundial, las proporciones de sexo para su población total son 108, 106 y 105, respectivamente. En cambio, las proporciones de sexo de la población son 100 en África y Oceanía, aproximadamente 97 en América del Norte y América Latina y el Caribe, y 93 en Europa (Gráfico 2).
En términos de educación, si bien se han logrado avances en las últimas décadas, las niñas continúan rezagadas con respecto a los niños en la educación primaria en algunos países, especialmente en África, Medio Oriente y el sur de Asia. Por ejemplo, 78 niñas en Chad y 84 niñas en Pakistán están matriculadas en la escuela primaria por cada 100 niños.
Entre las mujeres jóvenes entre 15 y 24 años, se espera que aproximadamente una cuarta parte no termine la escuela primaria. Además, alrededor de dos tercios de las personas analfabetas en el mundo son mujeres.
Con respecto a la toma de decisiones, las mujeres no tienen representación política ni niveles de participación similares a los de los hombres. En todo el mundo, los porcentajes estimados de mujeres en parlamentos nacionales, gobiernos locales y puestos directivos son 26, 36 y 28 %, respectivamente.
Incluso en países desarrollados, como los Estados Unidos, las mujeres constituyen 27 % del legislativo Congreso, 30 % de los ejecutivos electos a nivel estatal y 31 % de los legisladores estatales.
La participación laboral de las mujeres también es considerablemente menor que la de los hombres. A nivel mundial en edades de 25 a 54 años, por ejemplo, el 62 % de las mujeres están en la fuerza laboral en comparación con 93 % de los hombres. Además, la mayoría de las mujeres empleadas, o 58 %, están en la economía informal, ganan salarios comparativamente bajos y carecen de protección social.
En general, las mujeres están empleadas en los trabajos peor pagos. En todo el mundo, las mujeres ganan 24 % menos que los hombres, y hay 700 millones menos de mujeres que de hombres en empleos remunerados.
Las mujeres realizan al menos el doble de cuidados no remunerados que los hombres, incluido el cuidado de los niños, las tareas domésticas y el cuidado de los ancianos. Las responsabilidades domésticas y de cuidados no remunerados a menudo se suman al trabajo remunerado de las mujeres.
Aumentar la participación de los hombres en las tareas del hogar y el cuidado contribuiría a una distribución más equitativa de esas importantes responsabilidades domésticas. Además, la provisión gubernamental de cuidado de niños para familias con niños pequeños ayudaría tanto a mujeres como a hombres a combinar su empleo con las responsabilidades familiares.
Una medida comparativa global de la posición de las mujeres en relación con los hombres por regiones y países es el índice de paridad de género. El índice considera las brechas de género en cuatro dimensiones fundamentales: participación y oportunidad económica, logro educativo, salud y supervivencia, y empoderamiento político.
Las regiones con mayor igualdad de género son Europa Occidental y América del Norte con índices de paridad de 78 y 76, respectivamente. En cambio, las regiones con la igualdad de género más baja son Asia del Sur y Medio Oriente y África del Norte con índices de paridad de 62 y 61, respectivamente (Gráfico 3).
Con respecto a los países, los cinco con la igualdad de género más alta son Islandia, Finlandia, Noruega, Nueva Zelanda y Suecia, con índices de paridad que van de 82 a 89. Los cinco países con la igualdad de género más baja son Afganistán, Yemen, Irak, Pakistán y Siria, con índices de paridad entre 44 y 57.
Además de las cuatro dimensiones fundamentales del índice de paridad de género mencionadas anteriormente, otras áreas importantes que reflejan la subordinación de las mujeres incluyen la misoginia, el acoso sexual, el abuso doméstico, la violencia de la pareja íntima y la violencia sexual relacionada con los conflictos.
En todo el mundo se estima que 27 % de las mujeres entre las edades de 15 a 49 años han experimentado violencia física o sexual por parte de parejas íntimas de largo plazo, lo que a menudo tiene efectos negativos a largo plazo en la salud de las mujeres y sus hijos.
Además, los conflictos civiles en países como Etiopía, Myanmar, Sudán del Sur y Siria han presentado informes alarmantes de violencia sexual contra las mujeres. Más recientemente, se están denunciando casos de violencia sexual relacionada con el conflicto por parte de las fuerzas rusas en Ucrania, lo que ha contribuido a que la comunidad internacional vuelva a prestar atención a la violencia sexual que enfrentan las mujeres en situaciones de conflicto.
El acoso sexual de las mujeres es un fenómeno mundial generalizado. La mayoría de las mujeres lo han experimentado, especialmente en lugares públicos, que a menudo se consideran dominio de los hombres, mientras que el hogar se considera el lugar de las mujeres. Los porcentajes informados de mujeres que han sufrido alguna forma de acoso sexual en India y Vietnam, por ejemplo, son de casi 80 y 90 %, respectivamente.
Además del acoso, las mujeres en lugares como India enfrentan riesgos por prácticas culturales y tradicionales, trata de personas, trabajos forzados y servidumbre doméstica. Además, el acoso sexual de las mujeres en el lugar de trabajo es responsable de que muchas de ellas renuncien a sus puestos de trabajo.
Nuevamente, si los hombres estuvieran experimentando la misandria, la discriminación, el trato abusivo, el acoso y la subordinación que soportan las mujeres, estarían enojados, serían intolerantes y, sin duda, recurrirían a los funcionarios gubernamentales, las legislaturas, los tribunales, las empresas, las organizaciones de derechos e incluso a las calles para exigir la igualdad. Las mujeres deberían considerar seriamente las acciones que los hombres tomarían si se revirtieran las desigualdades.
Dado que las mujeres continúan rezagadas con respecto a los hombres en derechos, libertades e igualdad, la pregunta desconcertante que queda es: ¿por qué no hay más mujeres enojadas?
Joseph Chamie es demógrafo consultor, exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas y autor de numerosas publicaciones sobre temas de población, incluido su libro más reciente, “Nacimientos, fallecimientos, migraciones y otros asuntos importantes sobre población”.
T: MLM / ED: EG
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