Este artículo forma parte de la cobertura de IPS para el Día Mundial de la Alimentación, el 16 de octubre.
NAIROBI – Hasta hace unos años, el agricultor keniano Richard Mbaria solía cosechar solo cuatro toneladas anuales de papas en su terreno de unas cuatro hectáreas, debido a la mala calidad de las semillas que sembraba, combinado con el ataque al cultivo de plagas y enfermedades.
Este agricultor de mediana edad seleccionaba las semillas de su cosecha anterior, recogiendo los tubérculos más pequeños que no podían alcanzar buenos precios en el mercado.
Esta era la práctica que realizaban todos los pequeños agricultores de su aldea de Kapsita, en Elburgon, en el condado de Nakuru, en la parte keniana del Gran Valle del Rift, que se extiende por África oriental.
La razón es que muchos agricultores locales rara vez pueden permitirse comprar semillas certificadas, y los que pueden hacerlo no son conscientes de la importancia de utilizar semillas validadas.
“Eso sucedía antes y también ahora, pero actualmente obtengo una media de casi ocho toneladas del producto en un acre de tierra (4,046 hectáreas) y quiero mejorar las cosechas a 10 o 12 toneladas en el mismo terreno en un futuro próximo”, dice Mbaria a IPS con orgullo.
Este padre de cuatro hijos no ha transformado su agricultura de forma milagrosa. Ha recibido formación sobre una mejor gestión de los cultivos y también sobre la selección y conservación de semillas sanas para plantar, que ahora él mismo vende a otros agricultores de su aldea.
Ese gran cambio de Mbaria como productor de papas, el tubérculo originario de América que se ha ido extendiendo también en el continente africano, encaja con el tema de este año del Día Mundial de la Alimentación, que se celebra el 16 de octubre, y que se sintetiza en “no dejar a nadie atrás” en promover una agricultura sostenible que combata la inseguridad alimentaria.
La transformación de su agricultura ha sido aún más radical. Ahora está en camino de estar cualificado para producir material de plantación de cultivo de tejidos certificado, gracias a la formación que ha recibido de la Universidad de Egerton, con su campus en la ciudad de Njoro, en el borde occidental del valle del Rift.
Esa formación es parte del Programa de Investigación de Acción Comunitaria (CARP+), para mejorar el acceso a las semillas de papas de alta calidad para mejorar la productividad y los ingresos de los pequeños agricultores en el condado de Nakuru, donde se ubica Njoro.
Semillas in vitro
El cultivo de tejidos, también conocido como cultivo in vitro, consiste en producir tejidos u órganos vegetales en una solución nutritiva especialmente formulada en un laboratorio o en un entorno controlado, utilizando principalmente brotes u hojas similares a tejidos, que se cultivan en un medio con nutrientes y productos químicos que eliminan enfermedades.
De este modo, se regenera una planta entera a partir de un solo tejido.
Esto se hace en un entorno controlado, normalmente en un laboratorio o un invernadero, para producir plántulas, también conocidas como esquejes de raíz apical y minitubérculos (semillas de papa de tamaño diminuto), pero que están limpias y libres de enfermedades, explica Anthony Kibe, profesor asociado de Agronomía de la Universidad de Egerton.
Cuando se trasplantan en el campo, el resultado son papas para la siembra que pueden venderse a los agricultores por su alta productividad y a precios relativamente asequibles.
La plántula resultante o sus pequeños tubérculos en la parte inferior de las raíces pueden trasplantarse fácilmente en los campos. El cultivo suele ser de alto rendimiento y también está libre de enfermedades cuando se maneja adecuadamente.
“El cultivo de tejidos es una forma excelente de propagar rápidamente la papa de siembra, ofreciendo un material de plantación de alto rendimiento y libre de enfermedades mediante tecnologías hidropónicas o aeropónicas», afirma Kibe.
Esta técnica, dice, es fundamental para la producción de frutas y hortalizas libres de enfermedades y de alto rendimiento, y se utiliza ampliamente en los plátanos de África oriental.
En el caso de las papas, la practican sobre todo las grandes explotaciones comerciales, las empresas de semillas y las instituciones gubernamentales de investigación, debido a los costes y la complejidad para los agricultores familiares o de pequeña escala.
La consecuencia es que las semillas certificadas son relativamente caras y están fuera del alcance de la mayoría del casi millón de pequeños agricultores que se dedican al cultivo de la papa en Kenia.
Universidades dando una mano
El programa CARP+ es una de las actividades de la “Iniciativa de Transformación de las universidades agrícolas africanas para que contribuyan de forma significativa al crecimiento y el desarrollo de África” (TagDev, en inglés), promovida por el Foro Regional de Universidades para el Desarrollo de Capacidades en Agricultura Regional (Ruforum, en inglés), con sede en Uganda.
Uno de sus objetivos es formar a los pequeños agricultores para que planten semillas de calidad, analicen sus suelos, gestionen eficazmente las enfermedades y las plagas, entre otras cosas, para aumentar la productividad, y los organicen en cooperativas de comercialización para obtener mayores ingresos, explica Kibe a IPS.
“Hace unos 10 años, el rendimiento medio de las patatas por hectárea en Kenia era de 22,5 toneladas; hoy ha descendido a unas siete toneladas por hectárea debido, entre otras cosas, a la transmisión de enfermedades a través de las semillas», añade el profesor universitario.
Se trata de una preocupación que su proyecto de divulgación entre los agricultores ha abordado ofreciendo asesoramiento gratuito, abordando las principales limitaciones de la producción de este cultivo alimentario fundamental.
“Una forma de abordar el problema es formar a un número de agricultores para que se conviertan en productores de semillas libres de enfermedades y las vendan a sus colegas para aumentar el rendimiento y los ingresos», afirma el especialista.
Lamentablemente, señala Kibe, solo 2 % de los agricultores kenianos que cultivan papas utilizan semillas certificadas, lo que compromete el rendimiento.
“Esto contrasta con los principales productores mundiales, como los holandeses, donde el 99% de los agricultores utilizan semillas certificadas», explica Kibe.
En Kenia, el rendimiento medio es de unas 10 toneladas por hectárea, mientras que el potencial del cultivo es de hasta 30 toneladas.
La falta de semillas de calidad libres de enfermedades y de variedades mejoradas es una de las principales causas de esta diferencia de rendimiento. Esto contrasta con países como Egipto y Sudáfrica, donde el rendimiento es de 40 toneladas por hectárea, detalla.
“El material de siembra que muchos agricultores utilizan cada temporada para una nueva cosecha es producido, almacenado y comercializado por los agricultores sin regulación», dice el profesor Kibe.
Los agricultores seleccionan las semillas de su cosecha anterior. Parte del problema es que solo unas pocas explotaciones de propiedad privada y un puñado de empresas estatales de semillas producen patatas de siembra certificadas.
En los casos en que se han producido y propagado nuevas variedades con esta tecnología, los rendimientos han sido de hasta 30 toneladas por hectárea.
Señala que la papa ha sido un cultivo alimentario poco prioritario en el sistema de investigación agrícola de Kenia, a pesar de su importancia como alimento básico y su potencial contribución a la seguridad alimentaria de este país de más de algo más de 46 millones de habitantes.
Extensión del conocimiento
En el marco del proyecto de CARP+, desde 2017 se ha llegado a casi 5000 agricultores y se les ha impartido formación sobre buenas prácticas agrícolas para obtener mayores rendimientos.
“De las tres funciones asignadas a las universidades -enseñanza, investigación y divulgación-, esta última ha sido la menos aplicada, ya que las universidades investigan con la expectativa de que las ramas de extensión del gobierno se encarguen de la transferencia de conocimientos”, dice Anthony Egeru, que dirige el proyecto TAGDeV en el Ruforum.
Sin embargo, las universidades tienen que tener visibilidad y demostrar que son relevantes para las comunidades en las que operan y afirmar su papel como facilitadoras del desarrollo», afirma.
En el marco de la iniciativa, agricultores como Mbaria son capacitados y guiados por las universidades y se benefician de los conocimientos que poseen, que en su mayoría permanecen almacenados en publicaciones periódicas. Por su parte, las universidades cumplen con su obligación de devolver a la sociedad los aportes que el Estado les hace.
La hidroponía es una tecnología fuera del alcance de muchos agricultores, pero es esencial para la rápida multiplicación de las semillas, según Michael Cherutich, experto en la papa de la gubernamental Corporación de Desarrollo Agrícola de Kenia.
Los productores de semillas, incluida la corporación estatal, apenas pueden satisfacer la demanda de semillas certificadas. Una forma de garantizar la asequibilidad es que haya muchos productores de semillas en los pueblos y aldeas de las zonas de cultivo de papas.
T: MF / ED: EG
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