Muchas veces nos hemos encontrado con el caso de personas quienes quieren asumir a toda costa responsabilidades para las cuales aún no están preparados. En ciertos casos, cuando hay una exagerada autosuficiencia, suele pensarse y decirse que no se les permite abordar desafíos mayores por temor a la competencia. Y es que no se comprende o no se quiere comprender que en la vida es necesario ir aprendiendo paulatinamente. Es cierto que unos adquieren más rápido las competencias requeridas que otros, pero las cosas no se aprenden de la noche a la mañana.
Recuerdo el caso de una familia que creó una de las más importantes cadenas de supermercados en el Perú. Aún cuando se les daba la mejor educación en las universidades más connotadas a los integrantes de la familia, primero debían pasar por todos los niveles, empezando desde abajo para conocer por experiencia propia el manejo de cada una de las secciones del conglomerado. Y esa fue una de las razones de su éxito por décadas.
Por mejor intención que tenga nadie puede aprenderlo todo de un momento a otro. Así, existe una gran distancia entre el cirujano principiante quien ejerce de ayudante en la sala de operaciones y el cirujano maestro, capaz de dirigir operaciones sumamente complejas que pueden durar horas de horas y en la cual participa un equipo de médicos dirigidos por quien, dada su experiencia de años, conoce cómo manejar la situación y actuar rápidamente frente a los imprevistos que pudieran presentarse.
Un bodeguero puede memorizar cientos de precios de productos, pero lo hace a través del ejercicio de su oficio por tiempo prolongado.
No deben quemarse etapas. Los seres humanos vamos madurando en el trabajo y somos capaces de afrontar cada vez mayores desafíos. La madurez nos previene del fracaso.
Algún lector nos dirá seguramente que se dan casos de genios quienes a edad muy temprana son capaces de grandes logros. Ellos son la excepción que confirma la regla ¿No les parece?