Desde la aparición del sindicato polaco Solidarnosc, “Solidaridad” (fundado en 1980 por Lech Walesa, Premio Nobel de la Paz) tal palabra se ha hecho corriente. Ser solidarios está muy bien visto.
Solidaridad es unidad, abrazo, comprensión, empatía, acompañamiento. La solidaridad es contraria a la envidia.
La amistad, emparentada con la solidaridad, significa querer el bien a otra persona, que no puede ser temporal, sino permanente, con más razón si se trata de la amistad matrimonial. La fidelidad es para siempre, no para un tiempo. Por eso, si un hombre y una mujer se unen con idea de divorciarse si las cosas van mal, ahí no hay amistad matrimonial, no hay matrimonio, no hay solidaridad.
Ser solidarios también significa fraternidad. Los seres humanos somos hermanos, porque tenemos el mismo Padre; somos criaturas de Dios. Por eso, el ser humano es digno del máximo respeto. No son explicables (no son justificables) el aborto, los maltratos físicos o mentales y la eutanasia, pues con tales actuaciones se ataca a la vida de seres humanos, de hijos de Dios.
Solidaridad también quiere decir desprendimiento, darse a los demás, y especialmente si se trata de seres humanos necesitados de amor, de amistad, de dinero, de consuelo, de acompañamiento. La pobreza interpela. No basta con la “caridad” de unos euros. Se trata de “la imaginación de la caridad”, como dice Mons. Fernando Ocáriz. La caridad es superior a la solidaridad.
El buen funcionamiento del encéfalo en alguna medida favorece la práctica de la solidaridad. Una disfunción cerebral puede perturbar tal actitud. En este sentido, dentro del cerebro, es importante el sistema límbico, constituido por amplias estructuras tanto corticales como profundas o subcorticales, muy relacionadas con lo vegetativo, lo visceral, lo emocional.
Los afectados por el síndrome de Down tienen un especial sentido de la solidaridad. En ellos, .la alteración cerebral se sitúa más en la corteza cerebral que en otras zonas encefálicas; el número de sinapsis entre las neuronas corticales es menor que en los individuos no afectos del síndrome. El lenguaje está afectado, no solo por este motivo, sino también por el menor desarrollo de la corteza auditiva, corteza que es esencial en los procesos del lenguaje. El hipocampo, tan relacionado con los procesos de memoria, presenta también un menor desarrollo. Pero el sistema límbico, en su conjunto, en general, funciona correctamente. Y hay que tener en cuenta que cada caso es distinto, propio, individual, personal. No se pueden hacer generalizaciones.
Otro factor a considerar es la edad. La madurez puede en muchos casos dar consistencia a las actitudes solidarias, que constituyen verdaderas virtudes (hoy día más bien se las denomina “valores”). Pero, independientemente de la edad, es solidario el que es amigo de sus amigos, el que tiene un “buen fondo” y ayuda a los demás sin egoísmo, el que sabe compadecer.
José Luis Velayos
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