Soñando despierto

 

Los acontecimientos políticos de estos últimos tiempos, en los que se habla de cambios y no se percibe el resultado real de esos cambios, me lleva a creer que tal palabra, cada año, se devalúa más y más. No me considero un anarquista, estoy lejos de ello, pero es evidente que la sociedad en la que vivimos y el modelo al que quisiéramos acceder, condicionan las formas de cambio social. En las actuales circunstancias lo que caracteriza al poder no son tanto sus aspectos impositivos, aún hay un margen de libertad ciudadana, como el grado de aceptación, sumisión y dejación que consigue.
Trataré de explicarme mejor. En la sociedad actual, el problema no es tanto el de la coerción y la fuerza que el poder económico o político, utiliza para imponerse, sino la incapacidad colectiva para ejercitar las posibilidades que esos poderes permiten. El avance del poder privatizado se produce por retirada y dejación de la sociedad y de lo colectivo, más que por imposición y fuerza.
A propósito de dejación, hay que tener en cuenta que esta está promovida por el sistema., que nos educa en ella. Estar como estamos es de nuestra responsabilidad. El haber llegado a los niveles de dejación no es solo fruto del maquiavelismo del sistema. La tendencia a la dejación en forma de seguidismo al lider, de irreflexión, comodidad, es tan innata en el ser humano como la tendencia a la participación, y es la que se ha impuesto a lo largo de la historia, salvo en etapas excepcionales. Debemos recordar y pensando siempre en el anhelo de una democracia real, en la que se respete la dignidad de la persona humana, que hemos vivido momentos históricos en los que la voluntad ciudadana, individual y colectiva, irrumpe y se manifiesta como decisión y asunción de protagonismo. Han sido momentos, caracterizados por una efervescencia especial que supone un plus de incentivación en el que concurren múltiples factores, son momentos de recuperación de la participación.
Sin embargo y reflexionando, hay que tener presente que la sociedad no puede vivir de la efervescencia permanente; su estado natural es el hábito y la normalidad. La participación que se consigue en esos momentos especiales es difícil de mantener, de convertir en hábito y norma. ¿ será esto, acaso, un acto de magia? Por supuesto que no. En todo caso, entendiendo bien lo que significa vivir en democracia, hay que abrir caminos que permitan hacer ese anhelo humanista de construir una vida de libertad e igualdad.

 

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