Tenía unas enormes manos y llegó a medir 1,94. Como arquero que fue Walter Ormeño Arango le resultaba fácil atenazar una pelota con una sola. Nunca lo vi jugar, pero sí personalmente hace algunos años cuando siempre estuvo invitado por Jorge ‘Chupo’ Arriola a su ‘Peña de los Jueves’. En esas ocasiones alcancé a fijarme en sus manos como también se las aprecié a Casssius Clay o Muhammad Alí (1,91) cuando vino a Lima dar una exhibición ante Willy de la Cruz en septiembre de 1971. Pero Dimas Zegarra Castillo que ingresó a la historia de la ‘U’ por ser el primer jugador afroperuano que llegaba al club se los ganó a los dos. En una entrevista que le hice para la revista Somos de El Comercio en abril del 2017 pude darme cuenta de cuán largos era los dedos de su mano. No por algo llegó a medir 1,96.
Pues bien, hoy en mi columna quiero hablar de Ormeño, un famoso personaje peruano que había nacido en Lima un 3 de diciembre de 1926 y que este último sábado nos dejó para siempre en México tras 93 años de existencia, de los cuales 51 vivió en la tierra de Cantinflas y María Félix y con salidas muy cortas a dirigir en Canadá, Guatemala y Costa Rica. Tipo criollazo, cuya sonrisa se mezclaba, por momentos, con sus ojos claros y achinados. Cultivó una gran amistad con ‘Chupo’ Arriola, quién un año ante la presencia en Lima de Mauricio Macri -cuando aún no era presidente de la Argentina y vino a dar una conferencia en el hotel Los Delfines- los juntó con Miguel Loayza, Víctor Benites, Luis La Fuente y Héctor Bailetti, todos ellos exiintegrantes de Boca del que Macri fue su presidente aquella vez que Nolberto Solano jugaba en el equipo boquense al lado de Diego A. Maradona.
Me contaba ‘Chupo’ que Macri llegó a decirle a Ormeño que cuando atajó por Boca (1952-54) él solo tenía cuatro años “pero sí conozco su historia en mi equipo porque usted alternó en la portería con nuestra meta cantor Julio E. Mussimessi (era cantante, además) y lo felicito por ello y por verlo tan lleno de vida”. De esos gratísimos reencuentros con peruanos Walter vivió otros como aquel año de 1986 con ocasión del Mundial de México que lo ganara Argentina con un Maradona brillante. Recibió en su restaurante de comida peruana a Juan Valdivieso y a su hijo Luis quien años después fue Ministro de Economía, a Javier Quintana, Miguel Company, Oswaldo ‘Cachito’ Ramírez, Moisés Barack, Gino Pinasco. Y como le gustaban las fotos llegó a decirle: “Me quiero tomar unas fotos con ustedes porque personajes y compatriotas, además, no vienen así porque sí por mi restaurante”.
Walter siempre alabó el juego de Alberto ‘Toto’ Terry con el que jugó a su lado. “El rubio era increíble en la cancha con sus medias caídas, apilando a mil rivales y anotando goles fantásticos. Bromista, criollazo al mil y que, además del fútbol, jugar al casino y el buen trago le gustaban muchísimo las mujeres como debería ser”. Del ‘Mago’ Juan Valdivieso tuvo esta sola frase: “De él aprendí que la puntualidad, la disciplina y el respeto al compañero de equipo no tenían precio”. Y de Lolo Fernández, que fue su ídolo, ni que se diga. “Menos mal que siempre fue mi compañero de equipo porque le pegaba tan fuerte a la pelota y en esos tiempos no se atajaba con guantes así que imagínense como quedarían las manos de mis apreciados colegas con pelotas de un cuero durísimo y con ‘pichina’ que si te impactaban en el rostro era como si te hubiera puesto una anestesia “, llegó a contarle a ‘Chupo’ a quién le aceptó siempre cada invitación que le hizo a México para que viniera a Lima.
Pero el clímax que llegó a vivir fue cuando el ‘Chupo’ lo invitó a una reunión en el Hotel Country de Lima ¿Motivo? un reencuentro con los mejores ex arqueros de su época: Juan Valdivieso, Jorge Pardón, Rafael Asca, Enrique Álvarez. Allí, Álvarez recordó la lesión que sufrió en toda su carrera deportiva al chocar con Alejandro ‘Manguera’ Villanueva en un Clásico y terminó con fractura en su pierna. Ormeño a quién en nuestro medio se le conoció como “Supermán”, en Colombia donde jugó por el Huracán de Medellín como “Gulliver” y en México como el “Gigante de Ébano” fue un eterno triunfador como jugador y entrenador. En el fútbol azteca deja un récord que ningún DT luce hoy: dirigir al América, Pumas, Cruz Azul y Chivas, los cuatro grandes.
Ese enorme personaje que atajaba siempre con una camisa a cuadros marrones claros y cuyos labios apenas se movían cuando ensayaba una sonrisa, nos acaba de dejar: Pero su legado queda, aquel que entra sin mostrar pormenores y que más tarde o más temprano -como hoy, él- nos hará tomar ese vuelo que no tiene retorno. ¡Paz en su tumba!