Siempre he sido un convencido que nunca hay que olvidar que el fútbol es un deporte que implica muchos fallos y en el que los aciertos pueden llegar a tener tanta trascendencia como los errores. El partido de anoche entre Alianza Lima y Boca Juniors, por la fase dos de la Copa Libertadores, calza perfectamente en mi acerto. La mejor expresión de lo que aquí escribo la suscribieron al final, durante las conferencias de prensa ambos entrenadores: Néstor Gorosito por el equipo victoriano y Fernando Gago por la escuadra ‘xeniense´.
El primero ante los clamorosos yerros al gol que tuvieron sus dirigidos después que apenas a los 2’ ya estaban en ventaja mediante Pablo Cepellini llegó a decir que a la Bombonera el próximo martes 25 irá con “un miedo grande” no solamente por la mínima diferencia de gol que tienen (1-0) sino por el arbitraje que les espera considerando, en su opinión, la pobre labor que tuvo el Fifa uruguayo Esteban Ostojich.
Y la razón le siguió asistiendo a Gorosito porque resultó alarmante, por decir lo menos, los dos ocasiones a tiro de gol que tuvo el argentino Hernán Barco y otro el ecuatoriano Erick Castillo. Dos extranjeros entre los siete con que arrancó el once ´intimo´ porque los únicos peruanos fueron Zambrano, Garcés, Trauco y Quevedo.
Fueron esos primeros 20 minutos ya ganando los aliancistas donde hubo sensaciones de goles pero no fueron más que eso: sensaciones. Porque en el fútbol se podrá, por momentos, dejar de correr pero lo que no puede ocurrir es dejar de pensar y, eso pasó, creo en Barco y Castillo. El primero tratando de colocar un remate avisado y suave que el gran arquero Agustín Marchesín detuvo con facilidad cuando lo contrario fue darle con todo a la pelota y era gol. Castillo ingresando raudo por la derecha, tras un preciso servicio de Barco, en vez de ensayar un remate rasante o elevar el balón por encima de la humanidad de Marchesín se trabó solo facilitando la invención del meta boquense.
Estos partidos de Copa Libertadores deben jugarse con los dientes apretados como decía el ex famoso entrenador uruguayo Washington ‘Pulpa’ Etchamendi y entiendo que los capitaneados por Barco así lo asumieron pero su temprana ventaja; el hecho que a los dos minutos ya Noriega tenía amarrilla y al que se sumaron Trauco, Zambrano, Enrique y Barco como que poco a poco el equipo, en líneas generales, fue perdiendo la recuperación de la pelota y, por largos minutos los dirigidos por Gorosito cediendo su propuesta inicial. El 1-0 quedó inamovible. Ojalá, sea así para que el martes próximo “el miedo grande” que hoy siente Gorosito se transforme en un grito de gol de penal porque un gol de penal lo hace cualquiera como en la vida donde lo único que importa es respirar y, volviendo a recordar la frase de anoche de Gago que “la llave aún está abierta” se quede con la boca o cerradura sin poderse abrir.