José Durand Flórez nació en Lima el 22 de diciembre de 1925 y falleció el 1 de julio de 1990. Fue un escritor, folclorista e historiador peruano. Investigador de la música criolla y afroperuana y especialista en el Inca Garcilaso de la Vega. Sus padres fueron el huanuqueño Guillermo Durand Fernández Maldonado, hermano del político Augusto Durand, y de la limeña María de las Mercedes Flórez y Gutiérrez de Quintanilla. Hermano menor del arzobispo Ricardo Durand Flórez.
Pepe Durand como lo llamaban sus cercanos, Inició sus estudios en el Colegio jesuita de la Inmaculada, prosiguiéndolos en la Universidad Católica del Perú (1942-1944) y la Universidad de San Marcos (1945-1946), donde optó los grados de Bachiller en Humanidades (1949) y Doctor en Filosofía (1949). Pasó a El Colegio de México (1947-1948), donde participó en seminarios de investigación literaria y lingüística e historia de las ideas, desempeñándose luego como investigador (1949-1952), instructor y asistente (1950-1952), a la vez que trabajaba como catedrático ayudante en la Universidad Nacional Autónoma de México.
A su retorno al Perú, fue profesor en la Escuela Normal Central (1953) y en la Universidad de San Marcos (1953-1960). Marchó a Francia, donde enseñó en la Facultad de Letras de la Universidad de Toulouse (1963-1967). Se mudó a los EE.UU. donde trabajó como lector en la Universidad de California (1968), profesor visitante (1968-1969) y a tiempo completo (1969-1975) en la Universidad de Míchigan en Ann Arbor, y desde 1975 en la Universidad de California en Berkeley hasta su jubilación. Dictó cursos en las universidades de Ohio (1972), North Carolina (1974) y la UNAM (1976).
José Durand Flórez Fue un intelectual puro, multifacético y de prestigio que destacó enseñando en prestigiadas universidades del extranjero. Pero desde que se fue nunca pudo volver a residir permanentemente en el Perú, porque sencillamente aquí no tenía espacio para desempeñarse con un trabajo, acorde con sus profundos conocimientos.
En fin, las contradicciones que se presentan inclusive en hombres que realmente valen. El quedarse lo intentó varias pero fracasó estrepitosamente, no obstante de que quería y añoraba a su país. Como que se cumplió aquel famoso dicho de que nadie es profeta en su tierra.
Desafortunadamente entre sus idas y venidas, que casi siempre eran una vez al año, además de los descansos sabáticos cuando no enseñaba de 12 meses y que los pasaba enteramente en tierras peruanas, un buen día se sintió mal.
De un momento a otro, lo internaron en una clínica y se murió. Para muchos por la negligencia de los médicos. Se fue, en 1990, una vida que todavía podía dar mucho más. Había cumplido tan sólo 64 años de edad.
Sus actividades cotidianas fluctuaron entre la investigación histórico literaria, la cátedra universitaria y su labor como sesudo escritor de renombre internacional. José Durand Flores estuvo siempre dedicado al estudio metódico y disciplinado.
Jesús Reymundo ha escrito que: “En la década de 1950, un criollo blanco que se apasionaba por el pasado llevó la música negra peruana de las jaranas a los teatros limeños. José “Pepe” Durand Flórez montó un espectáculo para representarlos con su compañía Pancho Fierro, que se entrenó en 1956 en el Teatro Municipal. Ella marcó el inicio de toda la música negra peruana en el siglo XX y renovó el interés de los criollos por las tradiciones que no eran suyas.
Los 35 integrantes fueron seleccionados de las familias que mantenían la esencia de la música y el baile de las zonas rurales de la costa norte y sur. Uno de sus principales consultores fue Carlos Porfirio Vásquez Aparicio, quien también enseñaba baile negro en la primera academia de folclor que funcionaba en Lima en la década de 1940. Después se encargó de compartir las tradiciones a las familias de otros estratos sociales.
Uno de los géneros más exitosos y antiguos que revivió la compañía fue el son de los diablos, un baile que se representaba en carnavales. Era acompañada por guitarras, cajita y quijadas. Heidi Carolyn Feldman, autora de Ritmos negros del Perú, asegura que para recrear la danza Durand recurrió a las acuarelas de Pancho Fierro. “Además, agregó dos elementos que las imágenes silencian: la música y la coreografía”.
Escribió novelas y cuentos de ficción. Estudió profundamente al Inca Garcilaso de la Vega y a grandes figuras de la Literatura Colonial. Entre ellas a Sor Juana Inés de la Cruz, Pedro de Oña, el poeta mexicano Pedro de Balbuena y el dramaturgo Juan Ruiz de Alarcón.
Las gentes que lo apreciaron lo entendieron como escritor. A esta actividad se dedicó desde su juventud. Le interesó la investigación en la Historia Hispanoamericana. Lo que lo llevó a la enseñanza y la cátedra. Orginalmente siguió estudios de Filosofía porque le gustó la Estética y le preocupó, fundamentalmente, la Literatura y las Artes.
Como poeta y escritor publicó “Gatos bajo la luna” en 1960 y una colección de cuentos titulada “Desvariante” (1987).
También fue un apasionado de la música popular peruana e incluso compuso un ballet, “La Manda”. Autor de varios ensayos como el de Luis José Castro Domonte, un escritor del siglo XVII y los manatíes en el derecho canónico.
Su biblioteca personal, que fue adquirida por la Universidad de Notre Dame, ubicada en Indiana Estados Unidos, era realmente valiosa. Poseía 188 volúmenes de arte clásico renacentista y las obras sobre los Incas. La colección Durand también incluía cientos de libros impresos antiguos sobre la historia de América Latina. Entre ellos: cuatro incunables, códigos y decenas de documentos únicos.
José Durand Flórez, a decir de Edgardo de Noriega, apreció la cultura hispanoamericana teniendo en cuenta sobre todo que no es la cultura de España, la de la península la que permanece o viene directamente. Para Durand, el mundo español se regionaliza. No sólo eso, sino que se convierte en criollo desde que se inicia la Conquista. Eso significa que hay una tradición criolla. Esta apreciación fue definida por Ortega y Gasset y la destacaba el intelectual peruano.
Al respecto Durand afirmó: “La posición fue tomada muy en serio por un gran hombre dominicano que fue maestro de mis maestros, Pedro Henríquez Ureña. Me interesa, dentro de este punto, el aspecto del mestizaje cultural con diversos elementos más que étnicos y un punto de vista de razas. Me interesa, asimismo, la fusión de culturas, existen diversas culturas indígenas».
En una entrevista exclusiva con el autor de esta nota hace algunos años, Durand redondeó su pensamiento y afirmó: “En el Perú mismo, no hay una sola cultura indígena. Hay cierto predominio. Lo que trato de sustentar es que el conquistador cambia desde que llega y constituye una sociedad con rasgos distintos. Claro que la influencia española es grande. Tenemos una relación con España que sigue renovándose con el flujo contínuo».
Durand explicó, en esa oportunidad, que “hay una mixtura del aporte español como elemento de unión entre pueblos de Hispanoamérica que tienen aspectos distintos. No es lo mismo el indio maya que el andino o el araucano. Hay que recordar que los indígenas unen en grado mayor o menor, fruto de un mestizaje cultural pero las culturas entre si, no están ciertamente hermanadas».
Consideró que el Perú es un mosaico de razas y que hay una serie de expresiones plurivalentes. “Soy peruano por mis cuatro abuelos. Dudo ser blanco puro. Ahora bien, el elemento racial no me preocupa. Quiero decir que no soy antiespañol. Creo que España es un elemento de unión en Hispanoamérica, sobre todo porque hay países donde existen pocos negros o indígenas. Por ejemplo, Uruguay, Argentina, que no están en las mismas condiciones que México o del Perú».
Luego agregó: “En el Caribe, la influencia negra es muy fuerte al igual que en el Brasil. Lo que evidentemente prueba de que la cultura española desde el siglo XVI se va regionalizando y, en la historia de los pueblos, esto es la formación de las nacionalidades”.
Durand entendió el problema de Hispanoamérica a manera de un conjunto al que había que buscarlo, a través del conocimiento, como la fusión de las culturas. No proclamar que lo criollo es lo más importante. Sin diversas tesis, ni jerarquías. Hay que analizar, real y objetivamente, la realidad. Le interesaba el conquistador desde el punto de vista del conquistador y el indígena desde el punto de vista del indígena.
El Inca Garcilaso de la Vega era su autor preferido por el fenómeno de la fusión de culturas y por ser este gran escritor, el fundador de la literatura peruana. Lo estudió más de tres décadas seguidas.
Sobre este punto, el investigador dijo: “Hay que analizar al personaje desde el punto de vista interpretativo. Considero que la obra sustantiva del Inca aún no ha aparecido. Para mí Garcilaso es el primer gran mestizo de importancia que produce América”.
«Un hombre de calidad. Un clásico que está inserto en la cultura. “Hay que decir que sin embargo es muy difícil de entenderlo. En Europa existe la tendencia de analizarlo desde el punto de vista de los europeos y aquí de admirarlo junto a los cronistas que él no trató, desde cuando era niño. Garcilaso es la figura que implica el problema de la fusión cultural, el intento de armonización, el amor al Perú”.
En cuanto a la Literatura Peruana Colonial que enseñó en diferentes universidades extranjeras, Durand la definió como rama propia de la Literatura Hispánica que debe entendérsela como un conjunto a fin de comprender las figuras sueltas.
No estamos desligados, según el intelectual, porque los escritores nos unen. Así tenemos a Pedro de Oña, autor chileno cuya obra fue producida en el Perú. Olmedo, el prócer ecuatoriano y cantor de Bolívar, estudia en Lima y desempeña altos cargos en nuestro país.
Recordemos al poeta Bernardo de Balbuena que viviendo en México tenía inclinaciones por la Literatura Italiana y al mismo tiempo se enorgullecía de la española y la mexicana. Otro ejemplo, según Durand, no se puede entender a Garcilaso si no se lee a Ercilla de Chile.
Durand, nacido en Lima en 1925, se doctoró muy joven en San Marcos y comenzó a enseñar como auxiliar en la Universidad Nacional de México en 1950. Fue investigador de una institución de gran prestigio: el Colegio de México, presidido por el humanista y escritor Alfonso Reyes. En el país azteca vivió 6 años.
Volvió al Perú, enseñó en su alma mater y trabajó como periodista en el diario «La Prensa». Otra vez partió pero esta vez a Francia donde ejerció como profesor asociado otros 6 años más. Pasó a Estados Unidos y aceptó una cátedra en Michigan y fue visitante en Carolina del Norte. Se desempeñó, hasta el final de sus días como profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de California, Berkeley.
En su constante búsqueda de libros antiguos, Durand se encontró con valiosísimos ejemplares de, probablemente, el primer periódico de la América del Sur, «La Gaceta de Lima» que los editó, comentó y publicó en dos tomos entre 1982 y 1983. Otro trabajo suyo que salió a luz por esa época fue “La Guía de Unanue”, una obra maestra que apareció con todos los anuarios estadísticos de la época y gran cantidad de datos económicos.
Durand , familiarmente, resultó el último de cinco hermanos quienes también destacaron en distintos campos de la vida nacional. Guillermo, como intelectual especialista y Director muchos años del Archivo Nacional. Luis, periodista y escritor de renombre que fue Director del diario «El Pueblo» en Arequipa; Ricardo, sacerdote jesuita que llegó a ser Arzobispo del Callao y uno de los pensadores de la Iglesia Peruana; y Gregorio, médico que murió joven.
El padre, Guillermo Durand Fernández Maldonado, nació en Huánuco. Era agricultor y hermano de dos políticos de renombre: Augusto Durand, fundador del Partido Liberal y héroe de las jornadas de 1895 con Nicolás de Piérola; y Juan Durand, rudo parlamentario y viejo luchador.
El apellido es de origen francés. El primer Durand llegó al Perú en la época borbónica. Uno de los antepasados de Pepe fue el prócer huanuqueño Crespo Castillo. A su abuelo materno Ricardo Flores, médico y decano de la Facultad de Medicina de San Marcos, se le recuerda porque trajo el primer carro a Lima.
A pesar de su valía intelectual, el no dejó fortuna. Fue Ministro de Piérola y co-fundador del partido Liberal. Los políticos de entonces más perdían que ganaban. La fortuna de la familia Durand tuvo, por la política, más dificultades que facilidades.
Pepe siempre recordó a un tío materno al cual admiró mucho: Ricardo Flores Gutiérrez de Quintanilla, gran pintor muerto en Huánuco donde se fue a vivir. Era de Lima. Artista impresionista cuyo estilo brilló antes de la aparición del cubismo. Se interesó mucho por el paisaje andino y la figura humana, fundamentalmente mestiza.
Lo sobrevive su hijo Carlos con quien tenía una relación admirable de amigos. Cuando hablaba de él nunca olvidaba de subrayar, entre risueño y orgulloso, que el muchacho media de estatura, 2 metros con cinco centímetros.