(Lima, 18 de julio de 1899 – 13 de mayo de 1936), conocido como “El Bardo inmortal”, Felipe Pinglo Alva fue un destacado compositor y músico peruano, considerado uno de los máximos exponentes de la música criolla, poseedor de un estilo de amplio arraigo popular que enriqueció el acervo musical peruano. Es también conocido internacionalmente por ser el autor del vals “El plebeyo”.
Nació en la calle del Prado, en la actual cuadra 14 del jirón Junín (Barrios Altos – Lima). Hijo del normalista Felipe Pinglo Meneses y de María Florinda Alva, quien murió días después de dar a luz. La pobreza en la que vivió y las enseñanzas de su padre y sus tías, fueron formándole como niño instruido, pero con sentimiento social.
Inició sus estudios en la Escuela Fiscal de los Naranjos (Lima), regentada por su tío Alejandro Pinglo, y posteriormente entre 1911 hasta 1915 cursó la secundaria en el Colegio Nuestra Señora de Guadalupe. Con sus propinas adquirió más tarde un rondín e intuitivamente aprendió a repetir en el instrumento musical las interpretaciones de las bandas militares ofrecidas en las retretas, en las plazas públicas de su tradicional barrio.
En 1916 comenzó sus labores en la imprenta El Gráfico y en una compañía de gas. También fue futbolista por afición en los clubes El Naranjo, «Alfonso Ugarte» y fue comentarista de este deporte mediante artículos en algunas revistas limeñas. Como gran amante del fútbol, Felipe Pinglo Alva se hizo hincha del club Alianza Lima, equipo fundado en 1901 es decir, un par de años luego de nacer nuestro compositor. Por tanto, siendo coetáneos, la cercanía y amistad entre el bardo y el ya por entonces popularísimo club limeño, se vieron plasmadas en las varias composiciones que le dedicara destacando por supuesto la marinera «Alianza Lima» que en una de sus estrofas dice así: «Saca Villanueva, pasa a Montellanos, quien presto la añade al gran don José, quien combinando el juego la extrema a Sarmiento que la cede a Neyra. Domingo y Julio García en conjunto con Quintana forman el trío de medios que colaboran muy bien con Juan Rostaing y con Soria, la gran pareja de zagueros y en el arco Valdivieso, un guardavalla de gran valor, ¡Muchachos, viva el Alianza!». Es de destacar que también le dedicó una hermosa polka (one step en su momento) al máximo ídolo aliancista don Alejandro Villanueva con quien, definitivamente, compartió la jarana y la bohemia tan afines al viejo club limeño, el club de sus amores.
Trabajó luego en la Dirección General de Tiro donde fue secretario del entonces ministro de Guerra general Salmón, quien guardaba un gran afecto por Felipe, de quien dijo en varias ocasiones que era su brazo derecho.
Cuando Pinglo empezó a componer y frecuentar a los músicos criollos de entonces, hizo de la Calle Mercedarias, en el actual jirón Ancash, su lugar de concentración e inspiración. Allí solía reunirse para hacer música con Samuel Joya Neri, Obdulio Menacho, José y Eugenio Díaz, Guillermo D’Acosta, Paco Vilela, Juan Ríos, Pedro Espinel, Jorge Gonzáles, Ernesto «El chino» Soto y muchos otros criollos. Este grupo es conocido como la «Generación Pinglo».
Carrera musical
Felipe Pinglo tocaba la guitarra a la inversa, porque era zurdo. No cambiaba la encordadura del instrumento, razón que algunos entendidos han considerado importante en el descubrimiento de nuevas tonalidades logradas por él, apreciables en su abundante producción musical.
Con los primeros entusiasmos sentimentales de sus años mozos desarrolló su espontánea habilidad para el canto y la composición musical. Pronto conquistó simpatía y aprecio en las reuniones de barrios que se hacían acompañadas de música criolla. Afinando así su inspiración, brota su primera composición, el vals “Amelia” ejecutado en 1917. Desde allí al compás de su guitarra afloraron unas 300 composiciones aproximadamente, muchas de ellas de contenido autobiográfico, impregnadas del acento melancólico, sugeridas por el ambiente bohemio, las angustias debido a sus males físicos; así como también composiciones que son protestas ante las injusticias sociales. Cabe destacar que Pinglo fusionó el estilo previo del vals limeño con armonías provenientes de otros géneros, como el tango argentino, así como incursionó en la composición de ritmos internacionales de moda, como el one-step.
Paulatinamente, la figura de Pinglo se tornó familiar en los barrios limeños del Rímac, Monserrate y La Victoria. Es la época en que sorprende a sus amigos con su deslumbrante inspiración, capaz de crear un tema en contados minutos. Entre 1921 y 1923 Felipe se ausenta de los Barrios Altos para irse a vivir a La Victoria. A los 24 años de edad, Pinglo era ya un compositor celebrado, mientras conoció a José Carlos Mariátegui.
En 1925 conoció a Hermelinda Rivera Urrutia, a la sazón de 17 años de edad. Con ella se casó el 11 de mayo de 1926 en la iglesia San Francisco. Poco tiempo después nacieron sus hijos, Carmen y Felipe.
Hermelinda Rivera había sido novia del también compositor Alberto Condemarín y cuando esta se casó con Pinglo, Condemarín le compuso el vals “Hermelinda” que rápidamente se hizo popular y actualmente es uno de los clásicos de la música criolla. Pinglo, herido en su amor propio por la composición de Condemarín, deseaba escribirle a su esposa un vals que fuera popular también.
Fallecimiento
En 1935, Pinglo cayó enfermo por fuertes dolores en la rodilla izquierda debido a una lesión deportiva y también por los cada día más agudos espasmos que le produjo una bronquitis mal curada.
Tres días antes de morir, Pinglo terminó de escribir la que sería su última canción, el vals «Hermelinda» dedicado a su esposa. Las fuerzas ya no le daban para ponerle música por lo que le encargó a su esposa entregarlo a Paco Vilela o Pedro Espinel para ser musicalizado. Hermelinda Rivera no quiso dar a conocer esta última composición y por haberlo mantenido guardado por tantos años, no es muy conocido.
A las 5 de la mañana del 13 de mayo de 1936, a los 36 años de edad, murió Felipe Pinglo Alva con los ojos fijos en la imagen de la Virgen del Carmen, patrona del criollismo. Al día siguiente, sus restos fueron acompañados por cerca de un millar de personas hasta el cuartel Santa Rebeca del Cementerio Presbítero Maestro donde fue sepultado. Cuatro días después, el compositor Pedro Espinel, uno de los mejores amigos de Pinglo, fundó el «Centro Musical Felipe Pinglo Alva».
El 26 de octubre de 1958 sus restos fueron trasladados a un mausoleo coronado por un busto obra del escultor Artemio Ocaña. Las guardillas de la tumba, en forma de notas musicales, fueron diseñadas y forjadas por el decimista Nicomedes Santa Cruz. Estas guardillas son las primeras notas del vals «El plebeyo». El bronce fue ubicado en la plazuela construida en el cruce de la avenida Amancaes y avenida Samuel Alcázar, en el Rímac.