Contra la violencia de género, más educación y menos culpabilización

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INDIA/CAMERÚN.- Sally Mboumien todavía recuerda vívidamente el día en que apretó una piedra ardiente contra su pecho. En Bawok, una comunidad del oeste de Camerún, donde se crió, es una práctica habitual aplanar los incipientes pechos de las niñas con una plancha o un martillo calentados con carbón encendido.

Siempre escuchó que era bueno para las niñas porque las mantenía a salvo de los hombres. Cuando tenía 11 años, Mboumien aprovechó un día en que su mamá estaba ausente visitando a unos parientes para plancharse los senos con una piedra ardiente.

La alta temperatura lastimó su fina y delicada piel dejándole cicatrices negras. El insoportable dolor quedó solapado por el miedo. Aterrorizada, la niña no le mostró las heridas a nadie ni a su propia madre.

“Solo fui una víctima de la ignorancia”, contó Mboumien, ahora una de las principales defensoras de los derechos de salud sexual y reproductiva de niñas y jóvenes.

DIGNIDAD NEGADA ES VIOLENCIA

A miles de kilómetros de donde está Mboumien, la defensora de los derechos de las niñas en el estado indio de Rajasthan, Bharti Singh Chauhan, también participa en la Campaña Naranja, en el marco de la cual se propone ver un filme.

En ese estado, casi 40 por ciento de las niñas se casan antes de los 18 años, lo que las aleja de la educación, en especial a las de las comunidades más marginadas. En ese contexto, ver una película es simbólico y, de hecho, un avance.

Su organización, Praveenlatha Sansthan, empodera a más de 100 adolescentes para que luchen contra el matrimonio infantil y el analfabetismo.

Las adolescentes procedentes de las familias más marginadas sufren distintos tipos de violencia como matrimonio infantil, abuso físico y psicológico, lo que repercute en su educación, pues abandonan la escuela de forma voluntaria o porque sus padres dejan de enviarlas.

La organización de Chauhan ayuda a las niñas a regresar a la escuela para que no caigan en el círculo de analfabetismo, pobreza, abuso y matrimonio precoz.

En ese contexto, ir al cine es todo menos trivial. De hecho, se sienten libres por un día.

“Las ayuda a salir de las cuatro paredes de donde viven, a olvidarse de sus dificultades cotidianas y a aprender algo de la película, en especial porque elegimos alguna que tengan un fuerte contenido social”, explicó.

“Por último, estar sentadas en una sala con otras personas, las ayuda a sentirse como debe ser: que no son menos que nadie y que tienen los mismos derechos que cualquiera”, añadió Chauhan.

En esta ocasión, vieron Secret Superstar (Estrella Secreta), un filme indio sobre una adolescente de familia musulmana que lucha por ser una estrella de rock, y como su padre se lo prohíbe, decide revelarse subiendo videos a YouTube.

“Queremos que las adolescentes crean en ellas mismas y en que pueden tener un sueño y alcanzarlo”, añadió.

En todas partes del mundo las mujeres sufren acoso sexual y violación, golpes, violaciones de sus derechos humanos, pasando por la negación de sus derechos de salud, privacidad y libertad para elegir una pareja hasta el derecho a decir que no a los embarazos no deseados.

EDUCACIÓN, NO CONDENA

Activistas como Mboumian y Chauhan consideran que hay que aprovechar esta oportunidad para abogar por el fin de la violencia en todas sus formas.

“Para poner fin al ciclo de violencia, también hay que escolarizar a las niñas y darles la libertad que necesitan para alcanzar sus metas y que tengan la dignidad que se merecen para llevar una vida feliz”, subrayó Chauhan, quien recibió un premio de la Presidencia de India por su trabajo.

Por su parte Mboumien explicó que las campañas sociales de los países occidentales suelen ignorar las coyunturas locales y los contextos culturales de algunas prácticas violentas.

La violencia debe entenderse en el contexto local y los hombres deben involucrarse. La gente debe entender que la campaña no trata de matar tradiciones, sino de salvarlas para que no se vuelvan un instrumento desestabilizador de toda la sociedad.

Con el lema “No nos condenen, edúquennos”, Mboumien trata de difundir la idea de que la violencia de género no solo perjudica a un género, sino que debilita el tejido social e impide su avance.

“No creo en condenas. Condenar a una comunidad o a un grupo de personas por una práctica cultural no es la forma correcta de deshacerse de ella. Lo que necesitamos es que la gente comprenda por qué es mala, qué daños causa y buscar su colaboración para poner fin a una práctica dañina”, explicó.

Fuente: IPS/Traducción:  Verónica Firme

 

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