GLASGOW (Reino Unido).- Cuando la cumbre del clima entra en su recta final y el recinto se va poblando de los ministros y burócratas que pulirán los detalles de una negociación importante, compleja y plomiza, los focos han apuntado a un personaje sin poder efectivo pero con un magnetismo sin igual: Barack Obama.
«Ahora soy un ciudadano privado, así que los viajes como este son un poco distintos: no me invitan a la foto de familia, el tráfico vuelve a ser un problema y no suena música cuando entro en la habitación. Pero puedo dar discursos como este sin corbata y no crear un escándalo en casa», arrancó el 44º presidente de EEUU, con el cuello de la camisa desabotonado.
Obama llegó a Escocia casi por sorpresa, sin maleta nuclear ni teléfono rojo, pero con el bagaje de haber sido el presidente de EEUU cuando en el 2015 se alcanzó el Acuerdo de París, y con un carisma difícil de encontrar en la escena política actual.
Le presentó Sheila Babauta, una activista de las Islas Marianas del Pacífico y miembro de la Fundación Obama. Y el expresidente puso en pie al auditorio al entrar, más cerca de una estrella del rock que de un responsable político. Sin leer un papel, durante una hora, desgranó un discurso sin anuncios novedosos pero con pegada, seis años después de su intervención en la Cumbre del clima de París, que recordó que «debía de ser el comienzo, no el final».
«Se ha hecho un progreso significativo», dijo Obama, que repasó algunos de los avances logrados desde entonces y, en particular, durante la COP26, como los compromisos para reducir emisiones de metano, frenar la deforestación o dejar de invertir en ciertas infraestructuras de combustibles fósiles.
«También es verdad, que colectiva e individualmente, aún nos quedamos cortos. No hemos hecho ni de lejos lo que tenemos que hacer», dijo.
Sin mentarle («mi sucesor»), Obama criticó la decisión del republicano Donald Trump de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París («no me hizo mucha gracia aquello»), una resolución enmendada por el actual inquilino de la Casa Blanca, el demócrata Joe Biden.
La parte política de su discurso la dirigió, sobre todo, hacia la audiencia doméstica, destacando las dificultades de Joe Biden para aprobar las leyes que le permitan cumplir su promesa de reducir a la mitad las emisiones de CO2 en el 2030 respecto al 2005.
Alabó a su compañero de partido, trufó su intervención de halagos a los socios climáticamente responsables, como el Reino Unido, la Unión Europea, Corea del Sur o Canadá, y afeó a los grandes ausentes.
«Ha sido particularmente decepcionante ver a los líderes de dos de los países que más emiten del mundo, China y Rusia, han declinado incluso asistir a las negociaciones. Y sus planes nacionales, hasta ahora, parecen reflejar una falta de urgencia», lamentó.
«Necesitamos economías avanzadas como la de EEUU y la Unión Europea liderando este asunto. Pero también sabéis que necesitamos a China e India. Necesitamos a Rusia, al igual que necesitamos a Indonesia, Sudáfrica y Brasil. No podemos permitirnos (tener) a nadie al margen», dijo.
La segunda parte de su discurso tomó un cariz más humano. Habló en calidad de padre de «dos veinteañeras» porque «la energía más importante de este movimiento viene de la gente joven». Y marcó el cambio de tercio con una prolongada pausa que se llenó con un aplauso.
«Reconozco que no tengo todas las respuestas (…), que a veces me siendo desanimado, que dudo de que la humanidad pueda actuar conjuntamente antes de que sea demasiado tarde (…). Imágenes distópicas se cuelan en mis sueños», dijo.
El expresidente reconoció el derecho de los jóvenes «a estar frustrados» porque los mayores «no han hecho lo suficiente para lidiar con el problema potencialmente cataclísmico» que ahora recae en los más jóvenes. Y lanzó cuatro mensajes bien definidos.
Primero, llamó a los jóvenes a implicarse en política: «Votad como si vuestra vida dependiera de ello, porque depende de ello», dijo; después les exhortó a que presionen «a las empresas para que hagan lo correcto»; a continuación, les pidió que eduquen a sus mayores, porque les quieren y les escucharán; y por último, les aconsejó que escuchen en vez de sólo gritar, protestar, señalar y tuitear, que es «necesario para concienciar, pero no basta».
«No bastará con predicar para los fieles (…). Para construir las coaliciones amplias que se necesitan» hay que «persuadir a la gente que actualmente no está de acuerdo con nosotros o que son indiferentes con el problema. Y para cambiar las mentes de esos conciudadanos en nuestros países, tenemos que escuchar más», recomendó.
«Tenemos que convencer al tipo que tiene que conducir cada día a la fábrica, que no se puede permitir un Tesla y que quizá no pueda pagar el alquiler o alimentar a su familia si los precios del gas suben», a la madre india que «teme las inundaciones» pero que también quiere «que sus hijos tengan electricidad para hacer los deberes por la noche», dijo.
Por último, la estrella de este lunes en la COP26 recordó que la acción climática «es un maratón, no un sprint».
«Nuestro planeta está herido por nuestras acciones. Esas heridas no se van a curar hoy, mañana o pasado. Pero se pueden curar (…). Estoy listo para la carrera de fondo si vosotros también lo estáis. Así que, vamos a trabajar», concluyó Barack Obama.
Tras una semana de anuncios, la COP26 busca ahora un ambicioso consenso final
EFE / Javier Albisu
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