River Plate, campeón vigente y con la ventaja que le otorgaba el triunfo por 2-0 de local en la ida, cerró la serie en Asunción al igualar 1-1 con Cerro Porteño y en las semifinales de la Copa Libertadores se encontrará con Boca Juniors.
El superclásico argentino volverá a darse en el torneo continental, tras la final del año pasado entre los dos grandes del fútbol rioplatense.
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— River Plate (@RiverPlate) August 30, 2019
Otra vez el ‘millonario’ pisó fuerte en el terreno continental y accedió a las semifinales de la Copa Libertadores, como había hecho en 2015, 2017 y 2018.
Dejó en el camino a Cerro Porteño, al que eliminó por un global de 3-1 (victoria en Núñez 2-0 y empate en Asunción 1-1) y ahora se encontrará nuevamente con Boca.
Eso potencia la situación, pero sobre todo demostró, una vez más, que el equipo de Marcelo Gallardo tiene entidad propia y que funciona como una estructura casi indestructible, capaz de jugar sus mejores partidos sin Pity Martínez ni Juan Fernando Quintero y dejando su sello en un terreno complejo como Asunción sin Pratto, Ponzio, Pinola ni Enzo Pérez. Este River parece superar sus propios nombres, se supera a sí mismo.
Final del partido ⏱
Empate a 1 en #LaNuevaOlla 🏟
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— Club Cerro Porteño (@CCP1912oficial) August 30, 2019
Pero Cerro Porteño golpeó de arranque y vía el juego aéreo (una de las virtudes del equipo paraguayo): Haedo Valdez se tiró de palomita tras un centro desde la derecha de Larrivey y le agregó más clima a la serie. River pareció aturdido durante unos minutos, pero el partido se jugaba con intensidad y fricciones, a tal punto que en una pelota dividida Haedo Valdez terminó cabeceando a su propio compañero Aguilar, lo que derivó en un pique a favor de River.
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El propio delantero paraguayo vio la tarjeta amarilla -vía observación del VAR– por una plancha en la mitad del campo de juego ante Palacios que era una jugada de expulsión, aunque el chileno Julio Bascuñán no lo entendió así.
El entretiempo pareció reacomodar las ideas de River. El equipo de Gallardo no había generado casi nada, pero encontró en un golazo de De la Cruz la tranquilidad necesaria, con una volea desde afuera del área que se metió en el ángulo derecho; el uruguayo, hasta ahí de flojo partido, se tuvo fe para patear con alma y vida tras un rebote de un mano a mano que Carrizo le había desviado a Suárez. La clasificación global estaba 3-1. Y los dirigidos por Miguel Angel Russo -por ese gol de visitante- debían convertir tres tantos más, para imponerse 4-1 si pretendían llegar a las semifinales de la Copa…
Eso le dio a River la inyección anímica que necesitaba para terminar de hacer pie en el partido. Y hasta lo pudo haber ganado. Terminó teniendo el control total del encuentro. Y ya se puso a pensar en Boca, algo que se transformó en una costumbre para el equipo de Gallardo.