Defender a la gente y atacar al virus. La estrategia peruana para la crisis del COVID-19, que une durísimas medidas de distanciamiento social a otras tan o más radicales de ayuda y asistencia a la población, sobre todo a los más desfavorecidos, da confianza al país y se gana elogios globales.
El 15 de marzo, Perú fue el primer país de Latinoamérica en decretar una cuarentena general y obligatoria y en cerrar todas sus fronteras cuando apenas había confirmados 71 casos y ninguna muerte. Luego sumó toques de queda nocturnos y ahora solo permitirá a hombres salir a comprar unos días y a mujeres en otros.
El confinamiento vino acompañado al mismo tiempo de ayudas económicas para los más desfavorecidos, como una subvención para las familias más pobres y para los trabajadores autónomos, otra subvención a empresas para el pago de salarios, congelación de deudas crediticias y retiro de fondos privados de pensiones.
Las políticas del presidente Martín Vizcarra para combatir la pandemia han roto esquemas con su objetivo claro de respaldo a la ciudadanía frente a cualquier otra consideración, pero sin abandonar el equilibrio macroeconómico ni sacrificar la lucha contra la pandemia.
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De momento, parece que el plan peruano está teniendo éxito, con un número de casos y decesos relativamente bajo y controlado, una planificación que va por delante de la enfermedad y una población que respalda y aplica en su mayor parte las draconianas medidas de contención pese al inmenso daño económico que causa a las familias.
La «vía peruana» tampoco ha dejado de lado planes para la reactivación económica para cuando pase la tormenta, con iniciativas que comprometen un gasto público «audaz» y sin precedentes del 12 % del producto interior y bruto (PIB) y que han desatado los elogios tanto de analistas locales como de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
RÁPIDO Y PRECISO
«Vizcarra ha demostrado que en crisis responde bien. En momentos plácidos puede tener deficiencias, pero en crisis no. Y está bien asesorado, con buen equipo como la ministra de Economía (María Antonieta Alva). Desde el comienzo fue firme, tanto con la cuarentena como con las medidas económicas, y mucho más rápido que por ejemplo la UE (Unión Europea) a la hora de tomarlas», indicó a Efe el analista político Francisco Belaunde.
Esa firmeza fue desde un primer momento valorada por los peruanos, que han aceptado también con gran beneplácito el aspecto social y económico de sus medidas, que son de hecho las que más distancian a Perú del resto de la región.
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«Ahí está la originalidad de Perú ante el COVID-19. Hay muchas cosas como el bono a los pobres y a los trabajadores independientes, destinado desde el primer día a mitigar el impacto entre los vulnerables e informales. Y también la liberación de los fondos de pensiones, que es algo importante desde el punto de vista político», apuntó a Efe la también analista política Adriana Urrutia.
LAS EMPRESAS EN SU SITIO
Urrutia se refirió así al decreto del Ejecutivo que permite a los trabajadores retirar hasta 2.000 soles (unos 600 dólares) de los fondos privados de pensiones (AFP), una medida que hasta hace poco era anatema y vista con visceral rechazo por los poderes económicos y financieros y que ahora han asumido sin rechistar.
«El Gobierno con este paso no ha escatimado esfuerzos para decir que son las empresas las que están subordinadas al Estado, y no al revés. También se aplicó a la banca con las medidas para congelar los intereses, que ha obligado a todos a seguir a un Estado que da la línea en un país que siempre fue liberal al pie de la letra y donde las empresas hacían valer su peso», subrayó la politóloga.
En ese sentido, Urrutia apuntó que en esta crisis Perú ha propuesto un modelo «más social y estatal, con lo público en el centro», que sin embargo aún mantiene el equilibrio con el sector privado, «que negocia y acepta».
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Precisamente, otra de las distinciones de las políticas peruanas está siendo la posición del sector privado, que en su mayor parte ha aceptado y ha colaborado en la aplicación de las medidas del Gobierno, incluida la banca y las AFP.
«El conjunto de actores económicos, al menos los formales, han priorizado la salud, y esa apuesta por la salud y el acatamiento del confinamiento es algo que se vincula con este modelo a la peruana», razonó la analista.
POPULISMO NO PAGA
Otra valoración en la que coinciden los expertos es que para abordar estas políticas han primado intereses técnicos y científicos antes que políticos y ha revelado la existencia de funcionarios y estructuras del Estado peruano capaces y que han trabajado «enfocados».
De hecho, Vizcarra no dudó en sustituir en plena crisis a la ministra de Salud para poner en su lugar a un experto en salud pública y creó un consejo técnico para analizar la respuesta del Estado a la crisis «neutro en lo político y lleno de expertos».
«En Perú las condiciones mínimas de democratización que apuesta por el tecnicismo y no el populismo, hacen funcionar el Estado y las medidas que garantizan la vida de los peruanos y su éxito. En Perú perduraron tecnócratas en el Estado, que permite implementar medidas de este tipo y afrontar innovaciones», concluyó Urrutia.
EFE/ Video RPP