BRUSELAS.- Agotado todo el margen negociador, la eurozona se enfrenta a la hora de la verdad en la que los griegos deberán decidir si su país acepta las condiciones de su salvamento financiero o, de lo contrario, abre la puerta para su salida del euro.
La perspectiva de una ruptura de la unión monetaria europea era algo con lo que no contaron sus socios fundadores, una posibilidad de impredecibles consecuencias tanto para el euro como para el proyecto de la integración europea en general.
En las últimas semanas, los socios del euro han maniobrado «in extremis» para lograr un acuerdo con Grecia y evitar una catástrofe, pues por primera vez ven peligrar realmente el principio de la irreversibilidad del euro, en el que se basa la confianza en la todavía joven moneda única europea, nacida en 1999.
En solo diez días se han convocado cinco reuniones extraordinarias de los ministros de Economía y Finanzas de los diecinueve países que comparten el euro, así como una eurocumbre urgente el pasado lunes, que resultó cumbre «exprés», pues, al contrario de todas las demás reuniones, se ventiló en apenas dos horas.
Ni la intervención directa de los líderes de la eurozona logró acercar las posiciones de Atenas y la tríada de instituciones acreedoras (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), que al igual que los países llevaban meses quejándose del estilo negociador del gobierno del izquierdista primer ministro griego, Alexis Tsipras.
Los negociadores se han quejado desde el pasado febrero, momento en que se acordó ampliar el segundo plan de rescate de Grecia hasta este 30 de junio, de la falta de preparación con la que la delegación helena llega a las reuniones: a menudo con enviados sin mandato para tomar decisiones, con retrasos sobre el horario, sin nuevas propuestas o con las mismas exigencias y sin traducción.
Ante la insistencia del gobierno de Tsipras de no negociar con funcionarios de la antigua troika, sino de «igual a igual», y de no invitar a los «hombres de negro» a entrar de nuevo en los ministerios para recabar datos, los expertos tuvieron que trabajar desde hoteles en Atenas, con enormes dificultades.
El gobierno heleno, por su parte, se ha quejado de que las instituciones no tuvieran en cuenta el voto griego, que optó por un cambio para enterrar el memorando de entendimiento y la troika.
A lo largo de los cuatro meses de negociaciones ha habido declaraciones cruzadas y malas palabras por ambas partes, sobre todo contra el Fondo Monetario Internacional (FMI), acusado recientemente por Atenas de haber tenido una «responsabilidad criminal» en la crisis griega por la dura postura que mantiene.
Pero más allá de los ataques verbales, en juego está el futuro del euro, el gran proyecto político de la eurozona.
«La UE nunca antes ha estado tan cerca de una salida de Grecia del euro, ni siquiera el 2012 cuando se acordó el segundo rescate al país», dijo a Efe el analista político del centro de estudios Open Europe, Vincenzo Scarpetta.
El analista no recuerda haber escuchado antes a tantos ministros de Economía y Finanzas de la zona euro y líderes de instituciones comunitarias y económicas internacionales hablar de planes de contingencia y de «planes B».
El ministro de Finanzas holandés y presidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem dio una conferencia de prensa después de una reunión de ministros de Finanzas del Eurogrupo
Se teme que una salida de Grecia del euro tenga un efecto de contagio en otros países con deuda pública elevada y con partidos euroescépticos al alza.
Los líderes del euro, con posiciones más o menos intransigentes hacia Atenas como ocurre con Alemania, Austria, Finlandia u Holanda, más ortodoxos, o los más receptivos: Francia e Italia, intentan evitar la ruptura.
Por ello, respaldan la última propuesta de las instituciones a Grecia que incluye una prórroga de cinco meses y financiación suficiente para evitar la quiebra del país, pero ya ha sido rechazada por Atenas.
Mientras para la canciller de Alemania, Angela Merkel, esa oferta es «extremadamente generosa», Tsipras la ha interpretado como el enésimo «chantaje y ultimátum» europeo.
Para las autoridades griegas esa propuesta, que incluye darles liquidez hasta otoño por 15.500 millones de euros y evitar el absoluto vacío de sus arcas, es rechazable porque exigiría adoptar «nuevas medidas que provocarían una fuerte recesión» como condición para lograr una financiación «completamente insuficiente», según fuentes del Ejecutivo heleno.