Del clasicismo a la vanguardia, buscando el origen de un Klimt sin dorados

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VIENA.– ¿Quién era Gustav Klimt, con quién se escribía, cómo reaccionó ante los ataques a su obra, de qué fuentes artísticas bebió? Esas son algunas de las cuestiones que aborda el Museo Leopold de Viena en una muestra enfocada en los aspectos más íntimos de su vida y su carrera.

«El artista del siglo», que puede visitarse hasta el 4 de noviembre, es la gran última muestra que Viena dedica a, con permiso de Egon Schiele, su pintor más conocido en el centenario de su muerte.

«Uno cree que lo sabe todo sobre Gustav Klimt (…) pero con la aparición de nuevos materiales podemos presentar al público, en los distintos medios, cuadros, dibujos, documentos, una visión completa de esa compleja personalidad» asegura a Efe el director del museo, Hans-Peter Wipplinger.

La exposición reúne un total de 35 pinturas, 90 dibujos, 30 fotografías y 150 documentos que intentan enseñar la parte más íntima del artista que impulsó el movimiento modernista en Viena.

Un currículum redactado por el propio artista, una lista de cosas que hacer antes de irse de vacaciones y un conjunto de fotografías de su infancia son algunos de los documentos que pretenden contextualizar la génesis y la evolución de Gustav Klimt.

Un recorrido cronológico por su carrera que permite conocer sus orígenes clásicos, academicistas, muy alejados de la ornamentación, los dorados y la ruptura por los que se le recuerda.

La exhibición presenta algunos de las obras del artista de manera cronológica y enfatiza en sus inicios, marcados por el historicismo pictórico en el que se enmarcaba la capital del Imperio austrohúngaro a finales del siglo XIX.

Un conjunto de obras realistas influenciadas por el naturalismo de la época revelan que el pintor no fue siempre un revolucionario y que sus primeros pasos en el mundo del arte se caracterizaron por un estilo más clásico.

Tal y como explica Wipplinger, el objetivo de la exposición es «no mostrar otra vez ese Gustav Klimt dorado, sino mostrar de dónde viene. (…) Gustav Klimt era un artesano fantástico, que pasó por la escuela clásica y académica».

Una de las salas más importantes de la exposición se centra en uno de sus momentos más duros y que marcó el punto de inflexión en su obra.

El museo ha querido representar, a partir de los bocetos originales, los tres frescos que en 1894 el Ministerio de Educación le encargó para decorar el techo de la sala principal de la Universidad de Viena.

El pintor creó tres pinturas alegóricas que debían representar tres ramas académicas: filosofía, medicina y jurisprudencia, en las que lejos de glorificar el imperio de la ciencia y la razón, se centró en los aspectos más irracionales e instintivos del ser humano.

Las duras críticas que recibió de los círculos intelectuales y artísticos dominantes, y las burlas que sufrió en la prensa, todo documentado en esta muestra, le enfureció de tal modo que ,tras diez años de disputas, devolvió el dinero que había recibido para crear esos frescos.

«Basta de censura (…) Quiero romper. Quiero sacudir toda esta desagradable ridiculez que obstaculiza mi trabajo, y reconquistar mi libertad» manifestaba Klimt en un comunicado tras el desafortunado desenlace, que tres años más tarde le llevaría a fundar la Secesión de Viena, la máxima expresión del movimiento modernista en Viena.

«Nuestra intención es hacer comprensible la génesis de este artista, con un pie en el siglo XIX y con el otro como precursor en el siglo XX, en la modernidad y el vanguardismo», explica Wipplinger.

La mujer es otra de las grandes temáticas que el museo no ha querido pasar por alto.

Klimt es considerado el pintor de las mujeres por excelencia. Los rostros y cuerpos femeninos son una constante en sus obras, ya sea en su faceta erótica, en la alegoría de la mujer como creación de naturaleza o en la representación demonizada de la «femme fatale».

Una parte de la muestra exhibe un conjunto de dibujos que jamás fueron expuestos durante su vida, en los que el artista esbozó cuerpos femeninos en su estado más erótico.

Aunque fueron muchas las mujeres que pasaron por la vida de Gustav Klimt, hubo una en particular que marcó al artista, Emile Flöge, una diseñadora de moda de la que el pintor se enamoró y cuyo rostro, según apuntan muchos expertos, aparece en su obra más conocida, «El beso».

En ese intento de comprender a Gustav Klimt, el museo ha recreado el salón de alta costura de Flöge, donde se muestran detalles como vestidos o parte del mobiliario del establecimiento original.

EFE

 

 

 

 

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