Diego Rivera y Pablo Picasso: Subastan joyas latinas de la colección Rockefeller

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LOS ÁNGELES (EEUU).- Un Diego Rivera que fue pintado en un barco y que acabaría siendo un regalo de bodas y un Pablo Picasso de su periodo rosa que perteneció a Gertrude Stein son dos de las joyas latinas de la extraordinaria colección de Peggy y David Rockefeller, que se subastará en mayo en Nueva York.

Una pequeña muestra de lo más sobresaliente de esta colección se exhibe estos días en la sede en Los Ángeles de la casa Christie’s, semanas antes de que se celebre una subasta muy esperada tanto por la calidad de sus obras como por la estimación de ventas, que podrían alcanzar en total los 500 millones de dólares.

Junto a cuadros como «Nymphéas en fleur» de Claude Monet, «La Vague» de Paul Gauguin» u «Odalisque couchée aux magnolias» de Henri Matisse, la colección de Peggy y David Rockefeller presenta grandes obras de artistas latinos como «Los rivales» de Diego Rivera, «Fillete à la corbeille fleurie» de Pablo Picasso o «La table de musicien» de Juan Gris.

En una entrevista con Efe, el responsable del departamento de arte latinoamericano de Christie’s Nueva York, Virgilio Garza, subrayó que la subasta, cuyos ingresos se destinarán a fines benéficos, es «un gran acontecimiento para el mercado».

Con 1,500 lotes que van desde cerámica china a muebles pasando por objetos decorativos y pintura impresionista y de las vanguardias, Garza explicó que el catálogo incluye «piezas que son únicas» y que aspiran a tener «una demanda bastante importante».

Entre ellas mencionó el Rivera, cuya estimación se sitúa entre los 5 y los 7 millones de dólares: «Es de una calidad que no ves todos los días».

«La mamá de David (Abby Rockefeller) viaja por primera vez a México en 1903. Siempre tuvo una afinidad con México, realmente admiraba el carácter y la cultura del mexicano», explicó sobre los orígenes de la pasión por el arte latino de la millonaria familia.

«Y siempre admiró a Diego Rivera hasta que lo conoce en 1931, el año en el que Diego llega a Nueva York a conocerlos con esta pintura que pintó en el buque», añadió sobre un cuadro que «fue como una especie de tarjeta de presentación entre Diego y los Rockefeller».

Tan especial fue «Los rivales» para los Rockefeller que figuró como regalo de bodas cuando David y Peggy se casaron años después.

«Esta pintura fue un regalo personal de la mamá al hijo. David Rockefeller siempre reconoció que Rivera era uno de los grandes pilares del arte del siglo XX», afirmó.

El vicepresidente sénior y jefe del Departamento de Arte Latinoamericano, Virgilio Garza, mientras posa frente a la obra «Los Rivales», de Diego Rivera, EFE/ARMANDO ARORIZO

 

En este sentido, Garza explicó que es una obra que parte de una fiesta del estado mexicano de Oaxaca para plasmar después una muestra del «panamericanismo de Rivera».

«A veces pintaba cosas que eran muy regionales pero al mismo tiempo muy universales, en el sentido de que el tratamiento que les da es bastante moderno», dijo.

«Podía ser explícitamente muy político y crítico en sus murales y proyectos públicos, pero podía ser también muy íntimo y reflejar el amor que le tenía al hombre común», agregó.

El experto consideró que la relación con los Rockefeller y el genio mexicano fue muy cercana incluso después de la célebre controversia sobre el mural del Rockefeller Center en Nueva York, que Rivera no pudo terminar tras la negativa de la familia a que incluyera un retrato de Lenin.

«Creo que había una gran admiración por Rivera, a pesar de lo sucedido y de que realmente fue un incidente no muy afortunado», señaló.

Garza también llamó la atención sobre el Picasso, un retrato de cuerpo completo de una joven desnuda que logra, en su opinión, un «carácter espectacular» y que además perteneció a la escritora Gertrude Stein.

«Simplemente no hay en manos privadas obras de esta calidad y de este calibre pertenecientes a este periodo tan importante de Picasso. Las grandes pinturas de esta época están todas en instituciones», dijo.

Por último, Garza aseguró que los Rockefeller eran grandes viajeros y que tenían un «interés muy profundo» por el arte y la cultura, pero no para acumular obras sino para estar «rodeados» de ellas.

«Las obras no estaban ‘embodegadas’ sino que vivían con ellas», finalizó.

EFE/David Villafranca

 

 

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