WASHINGTON.- El funeral de John McCain, un conservador de la vieja escuela, halcón militar y defensor de las armas, se convirtió en un acto de enmienda contra la controvertida gestión personal del presidente Donald Trump.
El actual mandatario, del mismo partido republicano que el fallecido, no fue invitado a la ceremonia, mientras el anterior, el demócrata Barack Obama, que derrotó a McCain en la contienda electoral de 2008, fue uno de los dos oradores estrella de la cita, junto con el republicano George W. Bush.
Ambos realzaron la altura del senador frente a otras formas de hacer política que, aunque no le mencionaban, iban referidas a Trump.
“Mucha de nuestra política y nuestra vida pública puede parecer pequeña e irrelevante, que usa la grandilocuencia y el insulto, con polémicas falsas”, dijo Obama, unas políticas, continuó, que “fingen ser valientes, pero nacen del miedo. John nos pidió ser mejores que eso”.
El senador por Arizona, héroe en la guerra de Vietnam, falleció el 25 de agosto, a los 81 años, tras más de un año enfermo de un agresivo cáncer cerebral.
Había pedido que Obama y Bush, con quien también había perdido unas primarias republicanas en 2000, hablasen en su funeral.
El republicano destacó que McCain respetaba “la dignidad inherente en cada vida, una dignidad que no acaba en ninguna frontera y ningún dictador puede borrar”.
John McCain es algo más que un veterano senador que acaba de morir, representa el relato con el que al pueblo americano le gusta identificarse.
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En la guerra de Vietnam pasó más de cinco años de torturas y de cautiverio porque, cuando como hijo de almirante le ofrecieron la posibilidad de una liberación temprana, se negó por una cuestión de honor.
Guardaba fidelidad a sus ideas políticas pero no al aparato de su partido y defendía el consenso con la oposición.
Al batirse por la Casa Blanca salió en defensa de su rival, Obama, cuando le arreciaban los insultos personales. Y en los últimos tiempos se convirtió en uno de los escasos republicanos que denunció las acciones más controvertidas de Trump, ya fuera las políticas contra los inmigrantes o su particular acercamiento al Kremlin.
Los honores recibidos en los últimos días y la interminable cola de ciudadanos que fue a presentar sus respetos reflejan ese simbolismo de McCain, una mezcla de patriotismo y libertad de pensamiento, señas de identidad de la América próspera.
Meghan McCain, hija del senador y presentadora de televisión, atacó de la forma más explícita a Trump, con referencias a su eterno eslogan de “hagamos América grande de nuevo”.
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«La América de John McCain no necesita volver a ser grande otra vez, porque América siempre ha sido grande», resaltó en un discurso intercalado con sollozos la mujer.
«Nos reunimos aquí para llorar la muerte de la grandeza de América, la de verdad, no esa retórica barata de hombres que nunca estarán cerca del sacrificio que él ofreció voluntariamente, ni la apropiación oportunista de aquellos que vivieron vidas cómodas y privilegiadas”, insistió.
La madre, Roberta McCain, despidiendo hierática a su hijo con 106 años, parecía otra esfinge castrense más. Toda la mayor plana del Capitolio, republicanos y demócratas, además de tres expresidentes (junto a Obama y Bush se sentaban Bill y Hillary Clinton), y el exsecretario de Estado Henry Kissinger dijeron adiós al senador. (ECHA- Agencias)