LOS ÁNGELES (EEUU).- La película chilena «El conde», de Pablo Larraín, está a la espera hoy de un Óscar por Mejor fotografía, montada encima de una sátira al dictador Pinochet y estrenada tras el aniversario 50 del golpe de Estado de 1973.
El lanzamiento de esa cinta el 15 de septiembre del 2023 en Netflix (el 7 en los cines) trajo a la memoria de muchos los fatídicos sucesos del 11 del propio mes en Chile cuando fue derrocado el presidente Salvador Allende dando inicio a la dictadura del terror de Pinochet.
Sin embargo, pese a la desolación que sumió durante años al país austral, el filme se inserta en el género de comedia negra y terror el cual presenta a un Pinochet como un vampiro de 250 años buscando su propia muerte.
Independiente a la dirección de Larraín, «El conde» también lleva su firma y la de Guillermo Calderón, y está protagonizada por Jaime Vadell, quien encarna al dictador.
En su sinopsis se narra que Augusto Pinochet nunca murió porque es un vampiro, pero tras 250 años de vida decide morir de una vez por su complicada situación familiar y por la deshonra de su figura (le molesta ser acusado de ladrón y no de asesino).
Durante el largometraje una voz en off en inglés relata la historia de cómo el conde realiza su periplo durante sus dos siglos y medio de existencia.
La voz fuera de cámara es la de una mujer que, por su timbre, es idéntica a la de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, en la vida real, amiga incondicional de Pinochet.
Es toda una crítica en la cual Larraín retrata al militar como un vampiro, plasmándola en una sátira gore que también le clava la estaca a la Iglesia, según resumieron varios medios y redes sociales, entre ellos, Espinof o Fotogamas.
Imaginar a un dictador fascista como un vampiro que chupa la sangre del pueblo «era una elección tan obvia la cual apenas contó como metáfora», confesó Larraín en una entrevista.
La inspiración real de esta idea fue el hecho de que Pinochet nunca se enfrentó a un juicio por sus crímenes, explicó el director, y «esa impugnación lo convirtió en el personaje que fue», manifestó.
En la cinta el público es testigo de una crisis existencial del vampiro, el cual siente que ya no tiene razón para seguir viviendo; en su declive, sus parasitarios hijos se desplazan a la mansión con la esperanza de encontrar los millones robados durante su brutal reinado, pues todos, incluido él, lo saben ladrón, indican los sitios de reseñas.
Lo que realmente ofende en esta historia fílmica al general es que su legado sea tan ordinario, porque para él: ladrón puede ser cualquiera, explicó Larraín al hablar de su producción de casi dos horas de duración.
Pinochet murió plácidamente en el 2006 a los 93 años. El único juicio al cual se le sometió en vida fue por blanqueo de dinero, aunque sus abogados alegaron que padecía demencia y pudo eludir la justicia.
El personaje de Larraín guarda rencor por esas acusaciones. No le molesta que le llamen asesino, porque lo es también en la película. Tampoco le importa si lo acusan de violar todos los derechos humanos sistemática e impunemente durante casi dos décadas. Nada de eso le pesa en la conciencia, según las reseñas.
La cinta ganó el premio al Mejor guion en el Festival de Venecia; con relación a la crítica fue muy positiva al obtener en el sitio web de agregador de reseñas Rotten Tomato es un índice de aprobación del 88 por ciento, basado en 32 reseñas de críticos.
Si algo demuestra esta metáfora vampírica es que el fascismo funciona como un parásito y solo necesita un cuello dispuesto a dejarse clavar los colmillos, por lo demás, esperemos el momento de la entrega de los Óscar el domingo 10 de marzo en el Dolby Theater de esta ciudad cinematográfica para saber si «El conde» se agencia la estatuilla en Mejor fotografía.
Fuente y foto Prensa Latina