SANTIAGO DE CHILE.- Los intentos del candidato ultra a las elecciones presidenciales de Chile, José Antonio Kast, de atemperar su iracundia y así no espantar a los moderados cara a la segunda vuelta del 19 de diciembre, se han topado en las últimas horas con un obstáculo surgido de su propia historia familiar.
El periodista Mauricio Weibel fue tras el rastro dejado por el padre del candidato del Partido Republicano en su Alemania natal. Su investigación da cuenta de que Michael Kast Schindele militó en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). La revelación sobre la adhesión paterna al nazismo, formalizada tres años antes de concluir la Segunda Guerra Mundial con la derrota de Adolf Hitler, ha echado por tierra la explicación del aspirante presidencial. Según el abogado, su padre se había visto obligado a enrolarse en el Ejército para evitar un juicio sumario.
Desde hace una semana, Kast había rebajado sus altisonantes opiniones sobre distintos asuntos de la política de Chile con la intención de reducir la ventaja que le saca en las encuestas el joven diputado de izquierdas Gabriel Boric.
CHILE ENTRE EL PÁNICO A LA ULTRADERECHA
La filiación nazi de su padre ha exhumado el recuerdo de otros casos similares y de ribetes más escandalosos en ese país. La primera evocación fue, naturalmente, la de Colonia Dignidad, el asentamiento de inmigrantes alemanes fundado en Chile en 1961 por el camillero y exmiembro de las Juventudes Hitlerianas Paul Schäfer a unos 300 kilómetros al sur de Santiago, donde funcionó un centro de torturas y tuvieron lugar otros episodios aberrantes. El «Círculo de amigos de Colonia Dignidad» era entonces presidido por otro exoficial de las SS Gerhard Mertins, cuya empresa vendedora de armas tenía entre sus representantes en América Latina a Klauss Barbie, radicado en La Paz y conocido como «El carnicero de Lyon».
EL CASO RAUFF
La relación entre la violencia y los prófugos nazis tuvo en Chile un enlace inquietante en la figura de Walter Rauff, quien trabajó a partir de 1938 bajo el ala de Reynhard Heydrich, uno de los jerarcas de las SS que diseñó la «solución final», como se conoció el plan de exterminio masivo de los judíos en Europa. Rauff fue asociado a la invención de los camiones de gas, uno de los dispositivos utilizado para esos fines. Tras la derrota del Tercer Reich, se escondió en el extremo austral chileno, desde donde mantuvo relaciones con los sectores de extrema derecha de ese país.
Después del golpe militar, Rauff fue denunciado como asesor de la DINA, la policía secreta del dictador Augusto Pinochet. Como parte de esos vínculos se le relacionó con el diseño de un campo de concentración en la Isla Dawson, cercana al estrecho de Magallanes. Allí fueron recluidos 600 prisioneros políticos, parte de ellos colaboradores del derrocado presidente Salvador Allende. Se los obligó a realizar trabajos forzados a temperaturas bajo cero.
Como revela Víctor Farías en su libro Los nazis en Chile, la República Federal de Alemania reclamó en 1963 al presidente Jorge Alessandri (1963) la extradición de Rauff, acusado de haber cometido crímenes atroces. El Tribunal Supremo rechazó esa petición alegando que las acciones por las que se le intentaba juzgar habían prescrito. Años más tarde, durante el Gobierno de Allende, el propio Simón Wisenthal renovó la solicitud y recibió como respuesta una carta de un presidente sumido en numerosos conflictos internos en la que le reconocía no poder pasar por encima de la Constitución que establecía que los tribunales de justicia eran los «únicos facultados para conocer las causas civiles y criminales».
Rauff murió en julio de 1984 y a los 76 años de un infarto agudo de miocardio en su casa en Las Condes, una de las comunas más coquetas de Santiago. Lo enterraron en el cementerio capitalino. «Heil Hitler, Heil Rauff«, se escuchó gritar a algunos de los asistentes a la ceremonia de inhumación. Algunos se preguntan ahora en Chile si entre esas voces estaba la del padre del candidato Republicano.
Con informacón de elperiodico.com