El Papa espera una Iglesia sinodal que se ensucia las manos y no esté paralizada

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ROMA (Italia).- El Papa Francisco ha expresado su esperanza de que el Sínodo sobre la Sinodalidad dé forma a una Iglesia que «se ensucia las manos», que no esté «paralizada» y que no sea «indiferente» al sufrimiento, durante la misa de clausura de esta asamblea, que comenzó hace casi un mes y finalizó ayer sábado.

En la ceremonia celebrada en la Basílica de San Pedro, el Papa ha remarcado: «No necesitamos una Iglesia paralizada e indiferente, sino una Iglesia que recoge el grito del mundo y se ensucia las manos para servir al Señor».

Un día después de la publicación del documento final ‒que entre otras cuestiones aboga por que las mujeres sean ordenadas diácono, se abre a crear ministerios para laicos y sugiere cómo idea para lograr una mayor descentralización que las Conferencias Episcopales tengan cierta autoridad doctrinal‒, que el Pontífice que aprobó expresamente, haciéndolo parte de su magisterio ordinario, ha instado a la Iglesia a continuar por el camino del Sínodo saliendo del «laberinto de [sus] propias ideas».

En la misa de clausura de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que ha llevado por título “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, el Pontífice ha clamado contra la «ceguera interior» que «bloquea» a la comunidad eclesial y que hace se quede «sentada», «inmóvil al margen de la vida, sin esperanza».

Por eso, ha asegurado que la Iglesia no puede permanecer «ciega y sentada» frente «a las preguntas de las mujeres y los hombres de hoy, a los retos de nuestro tiempo, a las urgencias de la evangelización y a tantas heridas que afligen a la humanidad».

«Para vivir de verdad no podemos permanecer sentados: vivir es siempre ponerse en movimiento, caminar, soñar, hacer proyectos, abrirse al futuro», ha manifestado.

El Papa ha reflexionado así sobre el tipo de Iglesia a la que apuntan las conclusiones del Sínodo y ha dejado claro que «Dios escucha siempre el clamor de los pobres y ningún grito de dolor queda sin ser escuchado por Él».

«No una Iglesia muda, sino una Iglesia que recoge el grito de la humanidad. No una Iglesia ciega, sino una Iglesia iluminada por Cristo, que lleva la luz del Evangelio a los demás. No una Iglesia estática, sino una Iglesia misionera, que camina con el Señor por las vías del mundo», ha defendido.

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Fuente y foto Europa Press

 

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