MADRID.- Por encima de los intentos de politización de todos los partidos y del propio Gobierno, que llegó a enviar 12 ministros y la esposa del presidente Pedro Sánchez Sánchez, Begoña Gómez, las manifestaciones de Madrid, Barcelona, Sevilla y Cádiz, superaron todas las expectativas.
El Día de la Mujer generó más de 1.500 actos organizados en todo el país; los improvisados dispararon una cifra que será imposible calcular. Mujeres con carritos de bebé en Bilbao reclamando conciliación, una mascletá en Valencia contra la discriminación, bicicletas feministas en Aragón, caceroladas en Madrid por la igualdad.
Picnis, sentadas o festivales fueron amasando el día para la gran cita nocturna de cada ciudad: la manifestación.
No hubo diferencias de tamaño para albergar una protesta masiva que superó a la del año pasado en varios lugares.
La Delegación del Gobierno (socialista) en Madrid cifró la asistencia en 350.000 personas, el doble que la Delegación del Gobierno (popular) en Madrid había calculado para la de 2018.
En Barcelona, la Guardia Urbana habló de más de 200.000 personas. Acontecieron marchas masivas en grandes urbes como Madrid, Valencia, Bilbao, Sevilla, Málaga o Barcelona y en las que salen menos en los medios nacionales como Guadalajara, León, Oviedo, Cádiz o Murcia.
Y en localidades más pequeñas como Ponferrada, Cartagena o Getafe hubo pancartas, silbatos, camisetas y voces contra la desigualdad, un «feminismo para cambiar el mundo».
Las manifestaciones revelaron un barniz heterogéneo por fuera y unánime por dentro. Chicas de pómulos pintados, familias de la mano, hombres con banderas, gente en corbata o señoras mayores con pañuelos morados alimentaron las fotos. Un reclamo feminista de igualdad y contra las violencias machistas nutrió los gritos colectivos para las crónicas.
Si hubiera que hacer una lectura política, podría decirse que más que una adscripción a los partidos de izquierda, la movilización del 8-M incluyó una respuesta a los intentos de la derecha radical por negar la violencia de género, cuestionar el aborto y desinflar la jornada en sí misma.
La calle desbordó a la política, que buscó su titular durante todo el día.
El PP trató de desacreditar las movilizaciones con el lema No hablamos por ti, hacemos para ti, hizo bandera de la no participación en acto alguno y escenificó su oposición con un gesto: Pablo Casado rechazó ponerse el lazo morado que sí lució su antecesor, Mariano Rajoy, el 8 de marzo del año pasado.
Ciudadanos, que sí se sumó a las marchas y recibió algunas increpaciones en ellas, homenajeó a Clara Campoamor, «un referente del feminismo, del liberalismo y de la democracia». Desde este viernes, en las paredes de su sede hay escrita una cita de la histórica impulsora del voto femenino en España: «Soy liberal». (ECHA- Agencias)