DAMASCO.- El espíritu festivo de la Navidad se refugia en algún recoveco de la memoria de los cristianos en Siria, que, tras casi cinco años de guerra, hoy apenas tienen ganas de celebración por la violencia y el temor a los grupos armados.
La habitual decoración navideña con la que cada año se adornaban las calles de Damasco en tiempos de preguerra prácticamente ha desaparecido y las iglesias celebran misas sin grandes festejos por respeto a los fallecidos por el conflicto.
Los tradicionales coros nocturnos mantienen un perfil bajo y las procesiones o cualquier otro tipo de celebración pública ya no se lleva a cabo por la falta de ánimos en los corazones de los sirios.
«Hemos vivido en agonía en los últimos cinco años, cada familia tiene una historia triste que contar», lamenta Sami, dueño de una tienda del casco antiguo de Damasco, que antiguamente solía bullir de actividad por estas fechas.
Sin embargo, ahora, el negocio está paralizado y Sami reconoce que hace meses que no pasan clientes.
«¿Cómo van a celebrar los sirios algo cuando muchos de sus amigos y familiares han huido o han perdido a sus seres queridos?», se pregunta.
Solo las tiendas de lujo en la zona del Hotel Four Seasons de la capital siria aportan algo de ambiente navideño.
Los cristianos suponen entre el 6 o el 7 por ciento de los 22 millones de sirios y, al igual que muchos de sus compatriotas, temen que la continuación de las hostilidades solo traiga más miseria.
En el país árabe conviven varias sectas cristianas, como los católicos romanos, los greco-ortodoxos, los siriaco-católicos, los siriaco-ortodoxos, los armenios y los greco-católicos, entre otras.
Cristianos y musulmanes han coexistido durante siglos en la región, sin embargo, desde el comienzo de la contienda en marzo de 2011, los combatientes de organizaciones extremistas islámicas lanzan frecuentemente cohetes contra los barrios de mayoría cristiana de Damasco.
Además, los cristianos se han convertido en objetivo frecuente de asesinatos y secuestros en las áreas dominadas por esos grupos, como el terrorista Estado Islámico (EI), que ha destruido iglesias en las regiones que controla.
George, un cristiano que trabaja como empleado en un banco de la capital siria, expresa su inquietud ante un hipotético avance de los yihadistas.
«Si el régimen se derrumba, los extremistas islámicos tomarán el control de inmediato. Te apuesto a que ningún cristiano se quedará en el país», reflexiona George, en declaraciones a Efe.
La comunidad cristiana es percibida como más próspera que la mayoría musulmana suní y durante décadas se ha sentido relativamente segura en el modelo de sociedad laica implantada por el difunto presidente Hafez al Asad (1971-2000), padre del mandatario actual, Bachar al Asad, que también lo defiende.
De hecho, la postura oficial del gobierno es que está librando una guerra para preservar el laicismo.
En ese sentido, los responsables gubernamentales alegan que la mayoría de los suníes respalda al Ejecutivo y que el Ejército nacional solo combate a «extremistas takfiri» (musulmanes radicales), como describe a los distintos grupos armados.
Esta semana, Al Asad, que sigue el credo minoritario alauí (de la rama chií del islam), acudió a una iglesia damascena próxima al frente de batalla para revisar los preparativos de un coro navideño.
La televisión siria mostró imágenes del presidente y de su esposa Asma en la iglesia de Notre Dame de Damas, a tan solo 2 kilómetros de Yobar y escenario de enfrentamientos, donde Al Asad conversaba junto a los miembros del coro, que ofreció un recital de villancicos.
EFE/Foto: cazadebunkers.wordpress.com