Evo Morales ingresa en el club de los presidentes con mandato incompleto en América Latina

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El club de los gobernantes que terminan su periodo de gobierno antes de tiempo en América Latina tiene un nuevo miembro: el presidente boliviano Evo Morales, quien dejó el poder este domingo por sugerencia explícita de parte de la fuerza militar boliviana después las tensiones derivadas por las elecciones presidenciales del pasado 20 de octubre.

Como él, otros presidentes han corrido la misma suerte en la región por razones que van desde el colapso económico, la corrupción rampante o la salud mental.

Argentina: un caso único

En Argentina existe una especie de axioma que indica que los gobiernos no peronistas no terminan. El actual gobierno de Mauricio Macri está a punto de romper este dogma, pero en el pasado hubo dos con los que sí se cumplió.

En 1983, toda Argentina celebraba la vuelta a la democracia con el radical Raúl Alfonsín, pero en 1989 una cruel crisis financiera obligó al veterano dirigente a entregar el poder cinco meses antes de lo previsto al peronista Carlos Menem.

Doce años después, en diciembre del 2001, otro radical, Fernando de la Rúa, renunció a su cargo en medio de la peor crisis económica de la historia argentina. Su salida en helicóptero de la Casa Rosada es uno de los pasajes más inolvidables de la historia contemporánea del país suramericano.

Ecuador: el dólar y otros trastornos

Ecuador inició el siglo XXI con un golpe de Estado a raíz de una enorme devaluación de la moneda local, el sucre, y la dolarización de la economía nacional decretada por el presidente Jamil Mahuad, quien tuvo que dejar el Palacio de Carondelet el 21 de enero del 2000 en medio de un clima social muy alterado.

Pero si de alteraciones se trata, a un mandatario ecuatoriano lo destituyeron por «incapacidad mental para gobernar». Se trata de Abdalá Bucaram, que estuvo cinco meses en el poder con una gestión poco ortodoxa.

En el 2005, otro descontento popular hizo que Lucio Gutiérrez, elegido en el 2003, prefiriera salir en helicóptero de la sede del Ejecutivo en Quito para luego ser destituido mediante juicio político por el Legislativo.

Corrupción: una gran protagonista

En Latinoamérica, el pecado gubernamental más grande, pero paradójicamente más aceptado folclóricamente, es el de la corrupción.

«Roban pero hacen» suele oírse mucho por ahí, pero en algunas ocasiones se convierte en «roban pero se van».

Brasil ha sido escenario de sonados escándalos, como el que protagonizó Fernando Collor de Mello, quien en 1992 prefirió el camino de la renuncia a ser destituido por el Senado por actuaciones corruptas.

Pero la corrupción le tenía reservado su mejor palco a Brasil en cuanto a espectacularidad en el segundo gobierno de Dilma Rousseff, discípula política del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.

El 31 de agosto del 2016, Rousseff fue apartada del poder tras un juicio político en medio del escándalo de sobornos de empresas como Odebrecht y OAS, que también tenían como protagonista a la estatal Petrobras.

Muchas de las acusaciones por corrupción hacia el gobierno de Rousseff realmente tenían raíces en la administración de ocho años de Lula y aún hoy en día se discute en Brasil sobre la validez de las pruebas contra la mandataria en el juicio político.

El periodo de Rousseff, que debía terminar en el 2018, lo completó su vicepresidente, Michel Temer.

Dilma Rousseff

En otro país, en noviembre del año 2000, Alberto Fujimori, en el décimo aniversario de su mandato en Perú, vivía en una contradicción: era enormemente popular por su lucha antisubversiva y el crecimiento económico, pero en el Legislativo y el Judicial lo tenían en la mira por graves casos de corrupción, en los que estaban implicados altos cargos del Ejecutivo, como el asesor Vladimiro Montesinos, y acusaciones de fraude en las elecciones de 1999.

Fujimori, que tenía planeado un viaje para representar a Perú en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Brunei, recibió un golpe muy duro cuando su movimiento Perú 2000 perdió la presidencia del Congreso, por lo que las causas que podrían redundar en una posible destitución siguieron su camino.

El mandatario, de raíces japonesas, asistió a la cumbre, pero, en una movida inesperada, tomó un vuelo hacia Kuala Lumpur, y luego a Tokio, desde donde envió al Congreso una carta de renuncia a su cargo que no le fue aceptada, y que se convirtió en el motivo para una destitución por incapacidad moral.

En Venezuela, Carlos Andrés Pérez, quien ya había ocupado el sillón presidencial en la muy próspera década de los 70, fue destituido y condenado a 22 meses de prisión en 1993 por malversación de fondos.

Otro muy sonado caso fue el del guatemalteco Otto Pérez Molina, quien el 2 de septiembre del 2015 tuvo que dejar el poder tras el caso conocido como «La Línea», un esquema de defraudación que comprometía al sistema nacional de aduanas.

Ingobernabilidad y otras causas

El peruano Pedro Pablo Kuczynski se apartó de su cargo el 21 marzo de este año tras denuncias del partido Fuerza Popular sobre una presunta compra de votos de legisladores para evitar una posible destitución por sus supuestos lazos con Odebrecht.

En su renuncia, Kuczynski argumentó que en el país había un «clima de ingobernabilidad» que impedía el curso de su presidencia. Las investigaciones en su contra siguen en curso.

Diez años antes, en otro clima político y en Centroamérica, en la mañana del 28 de junio del 2009, Manuel Zelaya fue sacado del Palacio Presidencial de Tegucigalpa (Honduras) con la poca ropa que tenía y llevado a Costa Rica. ¿La razón? El Poder Legislativo, presidido por Roberto Micheletti, lo acusó de traidor a la Patria por impulsar una reforma constitucional que muchas consideraban muy cercana a ideales como los defendidos por el entonces presidente venezolano, Hugo Chávez.

Otro muy cercano a Chávez, el paraguayo Fernando Lugo, fue sometido a juicio parlamentario por su responsabilidad en los enfrentamientos entre policías y campesinos en la localidad de Caraguatay (departamento de Cordillera), que dejaron 17 muertos.

Lugo, exclérigo y militante de la Teología de la Liberación, tuvo que dejar el sillón presidencial el 22 de julio del 2012.

Como vemos, el club de los presidentes que no terminaron su mandato sigue admitiendo socios. El último, Evo Morales, se unió esta misma semana. El patio revuelto de la política en América Latina en los últimos meses deja la puerta abierta a nuevas incorporaciones.

EFE/Luis Alejandro Amaya E.

 

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