ROMA/Italia.- Tras encabezar la procesión del Vía Crucis en el Coliseo, el papa Francisco advirtió la «vergüenza» que le causan «las imágenes de devastación y destrucción que se convirtieron en ordinarias para nosotros».
«Oh Cristo, nuestro único Salvador, volvimos a ti este año con los ojos bajados de vergüenza y con el corazón lleno de esperanza. Vergüenza por todas las imágenes de todas las imágenes de devastación y destrucción, con naufragios, que se han convertido en ordinarias para nosotros», señaló Sumo Pontífice al empezar su mensaje.
Después hizo referencia a «la sangre inocente que cotidianamente es derramada, de mujeres, de niños, de migrantes, de personas perseguidas por el color de su piel o por su pertenencia étnica, social o por su fe en Cristo«.
Y continuó: «Sentimos vergüenza por las demasiadas veces que como Pedro o Judas te hemos vendido y traicionado, y dejado solo para morir por nuestros pecados, escapando como cobardes de nuestras responsabilidades».
El mensaje papal también tuvo lugar para una crítica a los miembros de la Iglesia que «escandalizaron e hirieron el cuerpo de Cristo, dejando arruinarse el corazón y la consagración».
Francisco dijo sentir «vergüenza por nuestro silencio frente a la injusticia, por nuestras manos vagas para dar y ávidas para quitar y conquistar» y por «nuestros pies veloces por el camino del mal y paralizados por el del bien».
También arremetió contra «el silencio ante las injusticias» y denunció «las manos perezosas en el dar pero ávidas a la hora de arrebatar y conquistar» o los «pies veloces en la vía del mal y paralizados en la del bien».
Francisco reclamó que la «cruz transforme nuestros corazones endurecidos en corazones de carne capaces de soñar, de perdonar y de amar», que convierta «esta noche tenebrosa en alba fulgurante de la resurrección» de Cristo.
«Te pedimos que rompas las cadenas que nos mantienen aprisionados en nuestro egoísmo, en nuestra ceguera voluntaria y en la banalidad de nuestros cálculos mundanos», oró el pontífice.
La parte final de la alocución, que duró ocho minutos, fue de esperanza, con el deseo de que «el bien vencerá, a pesar de su aparente fracaso». (ECHA – Agencias)