No hay que perder de vista todo lo bueno que se logró el 2018 en un año de recojo a manos llenas de dulces alegrías y otro poco de azúcar amarga.
La selección peruana logró con Ricardo Gareca un apachurrante 2018 con la clasificación al Mundial de Rusia con partidos de preparación de suficiencia como el triunfo ante Croacia por 2-0.
El partido ante los croatas de Luka Modric, voceado para ganar el Balón de Oro, fue la mejor expresión del juego bonito de los partidos que sirvieron de antesala para la cita mundialista.
En el 2018 la bicolor tuvo buenos números. Jugó 14 partidos, logró 6 triunfos, seis derrotas y dos empates. Un pleno de suficiencia para una selección como la nuestra harapienta y huidizos resultados.
Entonces, perder ante Francia en el Mundial, no fue humillante. Dinamarca fue un beneficiado de la buena fortuna y sin saber cómo se quedó con el triunfo. Pudo ser empate pero Cuevita, ese día el uñero le jugó una mala pasada para perder el penal que pudo ser el empate.
El año pintaba bien para cerrarse con gloria la temporada con la goleada a Chile 3-0 en paliza memorable a los sureños. Las derrotas ante Holanda y Alemania estaba en los cálculos pero haciendo resistencia de no ser apabullados.
En el tramo final ante Ecuador y Costa Rica nos encogimos. Fueron dos derrotas que fueron golpes directos al orgullo y acaso en ese momento si se podía canjeábamos las alabanzas de la mejor barra del mundo por un poco de puntería de nuestros delanteros.
Fue un buen año con una ración de incertidumbre. Una mezcla de cosas buenas con deficiente desempeño en las dos derrotas últimas donde regresamos a la época en que hacer 10 puntos por partido era tan difícil como pellizcar el vidrio con guantes de boxeo.
El año venidero debemos recuperar el buen nivel alcanzado, en eficiencia ofensiva y ser fuertes en defensa para dejar de lado el recule que en nada favorece si es que debemos apuntar a hacer una buena Copa América y un buen inicio camino al Mundial de Qatar 2022. (Hugo Laredo Medina).
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