MADRID.- Ha tenido que llegar un personaje de ficción, Beth Harmon, para convertir en tendencia el ajedrez y poner cara, aunque sea la de la actriz Anya Taylor-Joy, a las mujeres que se sientan delante de un tablero.
El inesperado éxito de la serie televisiva de Netflix Gambito de dama (62 millones de espectadores en 28 días), que narra las peripecias de una ajedrecista brillante pero determinada por sus circunstancias personales y por su condición de mujer, ha disparado el interés por el deporte de las 64 casillas: se compran más juegos, las búsquedas inundan las redes y las partidas en línea registran una participación antes desconocida.
El tirón televisivo quizá sirva para recordar a las grandes ajedrecistas de todos los tiempos, entre las que sobresalen jugadoras geniales como la húngara Judit Polgar -considerada la mejor de la historia-, la india Humpy Koneru, la ucraniana Anna Muzychuk o las chinas Hou Yifan y Ju Wenbjun, actual campeona mundial.
Pero el éxito de la serie quizá permita también para poner el foco sobre jugadoras casi desconocidas, precursoras en sus países, que empezaron a jugar en pequeños clubes y contribuyeron a popularizar el ajedrez entre las generaciones posteriores, siempre con retraso respecto a sus compañeros.
En España, el campeonato nacional masculino de ajedrez comenzó a disputarse en 1902; el femenino no se formalizó hasta 1950. La barcelonesa Gloria Velat fue la primera campeona. La menorquina María Luisa Gutiérrez y otra barcelonesa, Pepita Ferrer, primera mujer española Maestro Internacional, se repartieron todos los títulos entre 1957 y 1974. Ninguna de ellas suele ser citada cuando se habla de las pioneras del deporte español.
No es extraño: las fotografías de aquellos primeros campeonatos son escasas y los pies de foto ni siquiera mencionan el nombre de las jugadoras.
«Campeonato de España de ajedrez femenino disputado en los salones del Centro Asturiano, con participación de jugadoras de diversas regiones», dice el pie de una imagen tomada en aquel torneo de 1957.
Las jugadoras son identificadas como ‘señoritas’ y con la región para la que compiten. Solo los carteles sobre el mantel de la mesa permiten conocer el nombre de las dos ajedrecistas que miden fuerzas, defendiendo a Castilla y a Valencia: María del Pilar Cifuentes, con las blancas, y María Giner, con las negras.
Junto al tablero sobre el que hacen sus primeros movimientos, un cenicero con un cigarrillo a medio consumir, papel y bolígrafo, unas gafas, el reloj de doble esfera y las banderas franquistas. Los bolsos de las jugadoras, muy a mano porque no habría otro lugar donde guardarlo: el de María del Pilar se adivina colgado en el respaldo de la silla, el de María sobre su mismo asiento. El que puede ser el árbitro de la partida coloca unos papeles, sin aparente interés por lo que sucede a su espalda.
Aquella partida la ganó Cifuentes, que había sido campeona de España en 1953 y 1955 y que en ese 1957 fue cuarta, una plaza por delante de Giner.
La actual campeona de España se llama Sabrina Vega y suma ya siete títulos, aunque su nombre, como el de aquellas precursoras, suene menos que el de una jugadora de ficción llamada Beth Harmon. EFE
Foto internet/medios- Video ABF Chess