Gregory Peck un ícono de honestidad y dignidad para Hollywood

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Hay actores que se mimetizan tanto con sus personajes que acaban por fundirse con su álter ego en la memoria del público. Así le sucedió a Gregory Peck, que mañana cumpliría cien años y cuyo rol del abogado Atticus Finch en «To Kill a Mockingbird» le convirtió en un ícono del hombre digno y justo.

En una tierra proclive a los escándalos y las polémicas como Hollywood, Peck no sólo brilló como estrella del cine por sus interpretaciones en joyas como «Roman Holiday» (1953) y «To Kill a Mockingbird» (1962), sino que también se erigió en una figura social de referencia, honesta y muy respetada, por su actitud serena y su defensa convencida de muy diversas causas.

Peck nació en La Jolla, una ciudad californiana muy cercana a San Diego, y su infancia quedó marcada por el divorcio de sus padres, lo que provocó que su abuela se encargara de su cuidado.

Tras entrar en contacto con el teatro cuando era un adolescente, Peck cambió de costa y se mudó a Nueva York para subirse a las tablas de Broadway, antes de estrenarse como actor de cine en 1944 gracias a «Days of Glory».

«The Keys of the Kingdom» (1944), «Spellbound» (1945), con Alfred Hitchcock e Ingrid Bergman, y el mítico wéstern «Duel in the Sun» (1946) lanzaron la carrera de Peck, cuya voz grave, elevada estatura, porte templado e indiscutible elegancia causaron sensación en los estudios del Hollywood clásico.

Sólo un vistazo rápido a la lista de directores con los que colaboró a lo largo de su carrera ya impresiona: King Vidor, Alfred Hitchcock, Elia Kazan, Raoul Walsh, William Wyler y John Huston fueron algunos de los cineastas que contaron con Peck.

El actor, además, dio muestras de su versatilidad, ya que era capaz de seducir a una encantadora Audrey Hepburn en «Roman Holiday» (1953), encarnar al bravo capitán Ahab en «Moby Dick» (1956) o adentrarse en el Salvaje Oeste en «The Big Country» (1958).

Pero el papel de su vida, que además le daría el único Óscar de su carrera, le llegó en 1962 con la oportunidad de interpretar a Atticus Finch en «To Kill a Mockingbird», la adaptación fílmica de la emblemática novela de la escritora Harper Lee.

El filme dirigido por Robert Mulligan narraba la historia de un pueblo de Alabama en el que un abogado (Peck) tiene que defender a un negro acusado injustamente de haber violado a una mujer.

Tanto el libro como la película de «To Kill a Mockingbird», que llegaron con el Movimiento por los Derechos Civiles plenamente vigente en EEUU, sirvieron como espejo de los debates de la sociedad estadounidense acerca del racismo, la tolerancia y la justicia.

El actor siempre dijo que Finch fue su personaje preferido y en el documental «A Conversation with Gregory Peck» (1999), de Barbara Kopple, aseguró que tuvo un «día de suerte» cuando le llegó el guión y que hacer esa película fue «un regalo» y «una bendición».

Atticus Finch y Gregory Peck se fundieron en uno solo y hasta la escritora Harper Lee aseguró en el funeral del actor que, poniéndose en la piel del abogado, en realidad tuvo la oportunidad de interpretarse a sí mismo.

Lo cierto es que a Peck no le costó mucho entrar en su personaje, ya que él también era conocido por sus ideas liberales y su defensa de diversas campañas progresistas.

La directora y actriz estadounidense Cecilia Peck posa junto a un retrato de su padre, actor de la época clásica de Hollywood, Gregory Peck, pintado por Everett Raymond Kinstler, en la galería Smithsonian de Washington. EFE/Michael Reynolds

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A lo largo de su vida, mostró su rechazo a la guerra de Vietnam y abogó por el control de las armas de fuego, entre otras causas.

No obstante, Peck discutía que su personalidad fuera como las de sus papeles más admirados, pese a que su imagen sin tacha, de humilde compromiso y generoso ejemplo de los mejores valores le colocaran incluso en las quinielas para ser candidato presidencial demócrata.

«No soy tan seguro de mí mismo como esos personajes de héroes (…). ¿Soy como esos héroes en la vida real? No. A veces he sido valiente y a veces lo he sido menos», aseguró al diario Los Angeles Times en 1994.

Casado en dos ocasiones, Peck admiraba a intérpretes como Laurence Olivier y Greta Garbo, y cultivó una gran amistad con Audrey Hepburn.

Peck murió en Los Ángeles el 12 de junio de 2003 a los 87 años y sus restos reposan hoy en un mausoleo situado bajo la catedral de la ciudad californiana, el lugar que acogió su multitudinario funeral en el que su compañero en «To Kill a Mockingbird», el actor Brock Peters, resumió el sentir de los asistentes.

«Se trata -dijo Peters- de darle la despedida a una figura que emanaba esa decencia que los actores deben de buscar no sólo en sus filmes, sino también en su vida privada».

EFE/ David Villafranca

 

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