Hernán Cortés, el títere de los indígenas que se vendió como un conquistador

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CIUDAD DE MÉXICO.- El conquistador español Hernán Cortés supo leer y aprovechar la oportunidad que la historia le puso delante y conquistó México. O tal vez solo fue un instrumento usado por los indígenas para ganar su propia guerra, según destaca el historiador Federico Navarrete.

Sea como sea, aunque su figura pasó a la historia, Cortés acabó sus días triste y frustrado.


El historiador Navarrete cuenta en entrevista a Efe distintos hechos de la vida del español que tejen un personaje casi bipolar.

Por un lado, era un ególatra violento que exaltó su figura de conquistador a ojos de la Corona española; por otro, un hombre con un agudo sentido de la lealtad y el honor que jamás sació su ansia de poder.

Cuando Cortés (1485-1547) llegó a territorio mexicano en 1519 se encontró un escenario en el que los distintos pueblos indígenas estaban dominados por el emperador mexica Moctezuma.

Es entonces cuando, ayudado por los nativos, el oriundo de Medellín (Badajoz) desplegó distintas alianzas con pueblos como los tlaxcaltecas y los texcocanos, entre muchos otros.

No obstante, el doctor en Estudios Mesoamericanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) asegura que «la conquista de México la realizaron los propios indígenas utilizando a Cortés para sus propios fines».

Pero la narración que recibió el mundo fue otra, continúa, y es la que recogían las cartas de relación que Cortés fue enviando a la Corona española contando los avances de la conquista.

Y estas cartas, que además se convirtieron en uno de los primeros ‘best sellers’ de la época -la imprenta llevaba poco tiempo instaurada en Europa- fueron un instrumento que el propio Cortés utilizó para crear una imagen de sí mismo ante el mundo, la de un triunfal conquistador cristiano «que se impone a los pueblos salvajes», el más grande de todos.

«Él crea una visión muy exaltada de sí mismo, todas sus acciones las presenta a una luz positiva, omite toda las tropelías y crímenes que cometió, que fueron bastantes», asegura Navarrete.

En estas cartas se deja de lado el papel fundamental de los indígenas en su vida.

«Se distanciaba de ellos» en las misivas, dice el también magíster en Antropología Social de la Universidad de Londres, aunque «en el fondo de su ser sabía que sus destinos estaban indisolublemente ligados».

En particular a la Malinche, o doña Marina, como la bautizaron los españoles.

Esta bella mujer de entre 15 y 17 años, políglota y con un prodigioso don para el análisis geopolítico, fue regalada a Cortés poco después de pisar el nuevo territorio.

Fue su traductora, su amante y la mujer que lo llevó de la mano hasta la victoria sobre Moctezuma en el fortín mexica de Tenochtitlan, donde hoy se asienta Ciudad de México.


Navarrete apunta que los indígenas de 1519 a 1521 usaban el nombre de Malinche para referirse a la pareja que formaban Cortés y Marina.

«Si vemos los códices pintados por los indígenas después de la conquista, Malinche, la mujer, siempre aparece más grande que Cortés, en un papel más prominente», lo que indica que esta mujer era más importante para los pueblos prehispánicos que el capitán español.

Él, por su parte, era conocido por su violencia, parecía ser capaz de todo por su sueño megalómano de convertirse en «el gran señor feudal de la nueva España».

Llegó a mandar cortar las manos a 40 embajadores indígenas e incluso perpetró una matanza en la localidad de Cholula.

La misma corona española llegó a juzgarlo por esa carnicería, sin precedentes para la época.

Esta matanza sembró el terror entre los mesoamericanos, pues era un hito que venía a romper las leyes de guerra que imperaban entonces en ese territorio.

También «rompe las reglas de lo que era la guerra europea» e inaugura un nuevo tipo de guerra.

«La guerra total, el tipo de guerra que caracterizó a la empresa colonial europea en América y luego en Asia y en África», apuntó el historiador.

En contraste con la sangre derramada sin piedad -que otros analistas ponen en duda, pues alegan que las epidemias fueron más mortales que la violencia-, se vislumbra un sentido de la lealtad poco común entre otros conquistadores españoles.

Cortés siempre honró todos los pactos que hizo, «fue buen amigo tanto de los españoles como de los indígenas», dice el especialista.

También se maravilló con el paisaje mexicano, en cuyas cartas dedica varios pasajes.

«Se entregó a su nueva tierra más de lo que admitió nunca», dice Navarrete, que menciona que en sus cartas destaca que México, por la altura, el clima y el tamaño del territorio, «se le hace más parecido a España que ningún otro país de América que hubiera conocido».

Es por ello que decide que este sea ese lugar, y no otro, el que se bautice como la Nueva España.

Pero cuando terminó la conquista, la decepción no tardó en llegar para el español.

El rey de España Carlos I eximió a los conquistadores de poder político y de control.

Los últimos años de Cortés son tristes, llenos de frustración y de viajes a la corte española «a exigir algo que él mismo sabía que no iba a obtener nunca».

«Cortés murió tristemente frustrado, él siempre soñó con conquistar algo más grande que México», cuenta el historiador y estudioso de Cortés, y asegura que le «hubiera gustado conquistar Asia».

Aunque no lo consiguió, pasó a la historia. Casi 500 años después sigue despertando pasiones y odios como un conquistador que, aunque no lo parezca, terminó sus días «lamentando la ingratitud del mundo».

EFE/Foto: eluniversal.com.pe

 

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