LIMA.- Tienen entre 18 y 56 años y han hecho algo más que ponerse un mandil rosa y mostrarlo con orgullo en una sociedad que se reconoce ampliamente machista: han sido capaces de cuestionar creencias culturales estereotipadas sobre qué es ser un hombre.
Son los asistentes de los talleres de «Hombres por la igualdad«, un proyecto del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables peruano, conformado por hombres, que mediante reuniones de discusión busca prevenir la violencia familiar y sexual ejercida por los varones en sus comunidades.
REPENSANDO LA MASCULINIDAD
«¿Qué te ha motivado a venir?» es la primera pregunta que sale en una reunión vespertina, a la que asisten once hombres, cada uno con sus estilos propios de vestir, jeans, zapatillas, camisetas o camisas, y por encima un mandil rosa, una prenda convertida en Perú en un símbolo contra los estereotipos machistas.
«Me he peleado con mi pareja. No llegué a violentarla, pero sí me sentí muy enfurecido», dice Julio, de 26 años, vecino del distrito limeño de San Juan de Lurigancho, que llega por primera vez a la reunión de «Entre patas» (amigos), que se realiza en un salón de un espacio habilitado por su ayuntamiento.
Hace unos días que Julio perdió su empleo y su conviviente le preguntó qué iba a hacer a partir de ahora, a lo que él le respondió con gritos y con mucho fastidio.
«Me sentí muy molesto y los dos gritamos. Pienso que ella no tiene por qué preguntarme nada. Y no tiene por qué levantarme la voz ni pedirme explicaciones», refiere en la reunión a la que, como él, también han asistido otros hombres de diversas edades, cada uno con sus propias circunstancias.
PREVENCIÓN DE VIOLENCIA
Julio no tiene ninguna denuncia de agresión. Tampoco lo tienen los otros hombres que han llegado a la reunión porque el programa está dirigido únicamente a la prevención y no a la reinserción, explica a Efe Carlos Macazana, especialista del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables.
El proyecto se articula de acuerdo a las necesidades identificadas en diversas comunidades por los Centros de Emergencia Mujer, oficinas públicas de atención integral a víctimas de violencia familiar y sexual, que se ubican a lo largo del país, en comisarías y ayuntamientos.
A partir de estos espacios, un profesional de «Hombres Por la Igualdad» elabora un diagnóstico sobre la dinámica de los hombres en la zona; ubica así a sus líderes y los invita a formar parte de capacitaciones en un tipo de masculinidad igualitaria y basada en el respeto, y que a su vez estos líderes puedan comentar a sus pares los beneficios que trae ponerla en práctica.
«UN CAMBIO DE CHIP»
A Julio lo han escuchado los otros diez compañeros de la reunión y también dos especialistas del ministerio, miembros de «Hombres por la Igualdad», quienes a partir de dinámicas lo ayudan a reflexionar sobre ese momento.
«¿Por qué ella (tu conviviente) no tendría que preguntarte sobre tu situación, si ella también se ve afectada? Quizá si ella sabe de eso, ambos podrían buscar una solución», comenta Macazana.
Surge así una conversación espontánea en la que Julio revela que su pareja sí mantiene un empleo y que ahora ella tendrá que asumir las cuentas, pero que eso le hace sentir que no está cumpliendo su función «como hombre».
En ese momento un integrante del grupo le responde que no es un malestar legítimo porque ella es también su familia, y que debería ver esta situación como una oportunidad.
«Les enseñamos, a través de técnicas, cómo manejar ese malestar. A manejar esas ideas que están teñidas de machismo. Nos dedicamos a atender las preocupaciones que tiene los hombres, que giran principalmente en dos temas: en su violencia y cómo esta afecta su relación de pareja y su paternidad», agrega Macazana.
EXPERIENCIAS CON FINALES FELICES
Carlos Gonzales tiene 39 años, dos hijos y una esposa, y reconoce que con ella muchas veces tuvo actitudes «muy violentas», situación que lo llevó a tomar en serio la invitación que le hizo un amigo a formar parte de las reuniones de «Entre patas», en San Juan de Lurigancho.
«Yo he sido una persona agresiva, violenta psicológicamente porque a veces le gritaba mucho (a mi esposa) y a veces hasta me sentía prepotente. Lo que yo decía tenía que hacerse», relata Gonzales a Efe.
La situación en su hogar llegó a tal extremo que su esposa le propuso ponerle fin al matrimonio. Fue entonces cuando reconoció que necesitaba ayuda.
«Me emociono cuando me preguntan por mi esposa», dice ahora Carlos, con lágrimas que bordean sus ojos, y tras varios meses como parte del proyecto «Hombres por la Igualdad».
«A veces los hombres creemos que lo que estamos haciendo está bien, quizá por el ‘chip’ que tuvieron nuestros padres, pero a mis 39 años puedo darme cuenta de que son otros tiempos y que ahora es necesario ser más comunicativo», añade.
Ahora Carlos está muy cerca de convertirse en un «replicador» del taller, y podrá así ayudar a que otros hombres que ejercen violencia en sus hogares, logren desterrarla de sus vidas.
A la fecha, «Hombres por la Igualdad» ha llegado a más de 188.000 varones en todo Perú, y ha formado a más de 2.500 líderes de comunidades, quienes tendrán la posibilidad de prevenir la violencia machista a partir de una masculinidad más sana. EFE