Todos recordamos aquella lejana y estremecedora tarde del miércoles 15 de agosto del 2007, cuando la furia de la naturaleza remeció la costa peruana, con epicentro en Ica, dejando un terrible saldo de más de 590 muertos, cerca de 2 mil 291 heridos y 76 mil viviendas destruidas.
El sol recién había terminado de esconderse, algunas familias compartían la cena, los trabajadores regresaban a sus casas, todos cumpliendo su rutina habitual cuando a las 6:41 de la tarde la sensación de la tierra que se mueve alertó a todos de lo que acontecía.
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— Crónica Viva (@cronica_viva) July 9, 2015
Los segundos parecían eternos, el temor contuvo a algunos en sus casas, mientras otros salieron a buscar un buen recaudo en el parque o la plaza. Parecía que ya estaba por terminar el remesón, pero cuando todo estaba cesando inicia el siguiente con mayor intensidad, empujado a todos a salir de sus casas, abrazar a sus familias y hasta clamar a Dios.
Muchos creyentes pensaron en el apocalipsis cuando vieron las luces que refulgieron en el cielo, “ahora sí estábamos en el fin del mundo”, y es que las placas de Nazca soltaron toda su energía. Algunas partes de la carretera se abrieron, casas enteras cayeron, hubo gente golpeada, herida, muerta y atrapada.
Una vez cesado el terremoto las líneas telefónicas comenzaron a congestionarse por la cantidad de personas que intentaba comunicarse con sus familiares y demás seres queridos. En Lima el apagón general que cubrió la ciudad de sombras desconcertó a la población, mientras tanto, en Ica derramaban lágrimas y sudor que se mezclaban con la sangre de los muertos y heridos que intentaban rescatar de los escombros de una ciudad caída a sus seres amados.
Horas más tarde todos nos enteraríamos de lo que sucedió, fueron dos sismos sucesivos de 7,9 y 7,7 grados en la escala de Richter cuyo epicentro fue localizado a 35 kilómetros de profundidad en el subsuelo marino frente a las costas de Chincha y Pisco.
Las reacciones fueron inmediatas. Hombres y mujeres comenzaron a movilizarse para salvaguardar a sus familias. Almas caritativas y preocupadas comenzaron a ayudar a los que requerían de apoyo, removiendo escombros, rescatando a personas atrapadas. Esa noche Ica no durmió por el temor de que se repita el terremoto y por los esfuerzos del rescate.
Las réplicas de los días posteriores anunciaban que la tierra seguiría moviéndose. De todas partes del país y del mundo enviaban ayuda humanitaria a nuestros compatriotas de Ica.
Desde ese día los iqueños llevan un triste recuerdo en sus mentes que sólo el trabajo constante y la lucha incansable, que caracteriza a todo peruano, los ha ayudado a resurgir de los escombros, con nuevas esperanzas y metas que mantienen los valores de siempre.
Ocho años han pasado desde aquel fatídico miércoles y nadie ha podido sustituir el gran vacío que dejaron todos los padres, madres e hijos que se fueron trágicamente ese 15 de agosto. Pese a toda la ayuda que han enviado, hay zonas que ni siquiera han visto un centavo de inversión.
Pese a los 8 años que han pasado, aún no han reconstruido el templo del Señor de Luren, patrón de Ica, lugar que fue la última instancia de decenas que almas que estaban congregadas en ese momento. Milagrosamente, la imagen quedó intacta.
Sin embargo, nadie se rinde, todos siguen esforzándose y dentro de poco reconstruirán este templo. “Ya se hizo el perfil técnico y los estudios de factibilidad. Ahora toca elaborar el expediente técnico, el cual debería estar en tres meses. No podría precisar cuándo se ejecutará la obra, pero en el mejor de los escenarios calculamos que en diciembre”, explica Grover Cáceres, párroco de la iglesia Santiago de Luren, a RPP.
Pero esta es sólo una de las pocas luces que han salido en estos 8 años porque, pese a los avances de la ciencia y la ingería, si se repitiera un terremoto de la misma magnitud, los daños materiales y humanos serían los mismos.
“Después de ocho años, estamos en el mismo escenario. No ha cambiado nada. Las autoridades de Ica no trabajan en políticas de gestión de riesgos. Los pobladores han vuelto a construir sus viviendas en zonas donde se produjo el desastre y hasta con el mismo material. No hay una cultura de prevención”, declaró el director de Sismología del Instituto Geofísico del Perú (IGP), Hernando Tavera, al diario Correo.
Han pasado 8 años y pocas cosas han mejorado, el ímpetu de los iqueños ha permitido que puedan resurgir, pero han vuelto al mismo punto, si el terrible terremoto volviera, las cosas se repetirían.
En Ica la gente tiene fe en que nada grave sucederá, pero de nada vale orar sin las precauciones del caso, porque todo se repetirá y los iqueños seguirán pensando que Dios es peruano.