NUEVA DELHI.- La enfermera Aruna Shanbaug, que quedó en estado vegetativo hace 42 años tras ser violada y luego estrangulada, murió hoy en Bombay de neumonía, a pesar de que su caso abrió en 2011 las puertas a la eutanasia pasiva en la India.
Shanbaug había permanecido las últimas cuatro décadas ingresada en el hospital KEM (foto) de Bombay, el mismo centro en el que sufrió el ataque que la dejó en coma y donde esta mañana se confirmó su muerte por «un ataque de neumonía», según recogen los medios locales.
El caso de Shanbaug adquirió repercusión mediática en toda la India en 2011, cuando tras 29 años de lucha incondicional de la activista y escritora Pinki Virani por poner fin al sufrimiento de la enfermera, el Tribunal Supremo indio aceptó la eutanasia pasiva.
Sin embargo, el máximo organismo judicial indio no permitió que su decisión se aplicara a Shanbaug como había solicitado judicialmente Virani, al considerar que la activista carecía de parentesco o cercanía suficiente con la paciente para poder decidir la retirada de los tratamientos que la mantenían con vida.
«Aruna era parte de mi familia de corazón», afirmó hoy a Efe la activista sobre la decisión del Tribunal Supremo, al asegurar que no se sentía «triste» porque «por fortuna» la muerte de la enfermera, de 67 años, al fin había llegado.
En noviembre de 1973, la joven Shanbaug, de 25 años, fue sodomizada y después estrangulada con una cadena de perro por un limpiador en el hospital KEM de la capital financiera india con el que había tenido un conflicto de autoridad.
El agresor no cumplió condena por violación -hecho que no fue denunciado a la Policía- sino siete años de cárcel por intento de asesinato y robo.
«La he visto morirse, poco a poco, con el paso de los años», recordó la activista.
Virani, autora del libro «Aruna’s Story» (1998), indicó en una entrevista con Efe en 2011 que Aruna podía «reír, llorar o gritar sin motivo aparente» pero «no responder a (estímulos como) comida, personas o música» porque su cerebro estaba «parcialmente muerto».
Además estaba ciega, se le habían caído todos los dientes, no tenía control sobre sus movimientos y su situación fue a peor «dada su continua diarrea», de ahí que estuviera justificada, según la activista, la conveniencia de la eutanasia.
La eutanasia pasiva se limita a retirar los sistemas mecánicos o la medicación y alimentación necesarios para mantener con vida al paciente terminal, en comparación con la activa, que consiste en la aplicación de remedios letales para acabar con la vida del enfermo. EFE