PARÍS.- Las elecciones presidenciales en Francia se celebrarán en abril, pero la partida clave para la izquierda se juega en enero. Con una intención de voto que deja a todos los candidatos del arco progresista muy alejados de clasificarse para la segunda vuelta, la cuestión inaplazable al comienzo del año electoral es si intentarán unirse para impulsar una candidatura algo más fuerte o si acuden con una miríada de nombres que amenaza con hundir en la indiferencia política a sus formaciones, incluido el otrora poderoso Partido Socialista.
Unas primarias populares convocadas por un colectivo independiente para finales de enero podrían suponer un punto de inflexión en el futuro de una izquierda francesa que, hasta ahora, ha sido incapaz de hallar un camino común. Si no remonta, se arriesga a convertirse en una fuerza irrelevante en el debate político nacional al menos otros cinco años. El politólogo Gérard Grunberg cree que incluso ya podría ser demasiado tarde.
“¿Qué va a pasar en 2022? Hay tres escenarios: o Marine Le Pen llega a la segunda vuelta contra Emmanuel Macron y este gana, o llega (la candidata conservadora) Valérie Pécresse. En ese caso, o gana ella y vuelve la derecha al poder, o gana Macron y de nuevo es el centro el que gobierna. La izquierda está ya fuera de juego, no existe en este panorama”, dice en conversación telefónica.
Las encuestas confirman ese paisaje. Ni los candidatos de izquierda mejor situados, el líder populista de Francia Insumisa Jean-Luc Mélenchon y el ecologista Yannick Jadot, logran apenas romper el techo del 10% de intención de voto. Quedan muy alejados de Macron, que ronda el 20%-25%, y de los candidatos de derecha, desde Pécresse al ultraderechista Éric Zemmour.
Mientras, la candidata de Partido Socialista (PS), Anne Hidalgo, no logra rebasar el 5% mínimo necesario para que un partido pueda recuperar los costes de campaña. Por esto, la debacle para el PS podría ser total y llevar hasta su desaparición como formación, advierte Grunberg.
Ante esta situación, el debate sobre la unión de fuerzas ha vuelto a tomar impulso. No es una discusión nueva. Al menos desde la catástrofe de 2017, cuando todos los partidos de izquierda quedaron descartados para la segunda vuelta, que se jugó entre Macron y Le Pen. En esa cita, el PS salía del poder y acabaría obteniendo los peores resultados de su historia, que ahora amenazan con empeorar más aún.
Desde entonces, el consenso es que la izquierda necesita unirse. Lo dicen sus votantes encuesta tras encuesta desde hace años. Lo demuestran también los sondeos de intención de voto y lo han pedido múltiples responsables políticos.
Unas semanas más tarde, sin embargo, vuelven las presiones. La última en abogar por una candidatura única es la ministra de Justicia del socialista François Hollande, Christiane Taubira, quien tras meses de silencio ha dado a entender que podría declarar su candidatura en enero y participar en las primarias populares, aunque con este paso no haga más que engordar la lista presidencialista.
“Nuestras convergencias, incluso con matices sobre ciertos temas y métodos, son suficientes para permitirnos gobernar juntos”, escribió el miércoles en una tribuna en Le Monde la que fuera la primera candidata presidencial negra en Francia, en 2002.
Con agencias noticiosas