NUEVA YORK (EEUU).- Pocas estampas neoyorquinas son más reconocibles que el perfil del puente de Brooklyn sobre el skyline de Manhattan pero, desde hace tres meses, los turistas que viajaban a Nueva York tuvieron otra atracción de película a 100 metros de la pasarela: el juicio público a Joaquín «El Chapo» Guzmán Loera.
Julio y Carmen son un matrimonio mexicano, originario de Culiacán -«la tierra del Chapito»-, que lleva 20 años viviendo en San Francisco (California), literalmente en la otra punta del país.
El jueves se acurrucaban bajo una manta mientras esperaban, desde las 4 de la mañana, la apertura de la Corte del Distrito Este de Nueva York, donde se celebra el proceso contra «El Chapo», desde este viernes ya solo pendiente de la deliberación del jurado y de la condena.
Las duras condiciones meteorológicas, con temperaturas de 17ºC bajo cero y sensación térmica de 10 grados inferior, no los achantaron a la hora de presentarse en el juicio, donde ya había una veintena de periodistas esperando.
«Más dura fue la decepción de venir durante dos días y no poder entrar al primer cuarto» donde se celebra la sesión, con el capo mexicano presente, asegura Julio.
La relación entre los visitantes y la prensa ha sido tensa desde que The New York Times publicara un reportaje en el que desvelaba algunos trucos para asegurarse la entrada como público a la sala, a costa de dejar a numerosos periodistas que cubren el proceso fuera, relegados a una segunda sala habilitada para presenciar el juicio, pero sin poder ver en directo a «El Chapo» o a Emma Coronel su esposa.
Muchos de los turistas no se quedan todo el día en la corte, sino que sacian su curiosidad por ver al narcotraficante y se van una hora después.
No es el caso del matrimonio mexicano. «Toda la historia se nos hizo interesante, todos los relatos y las cosas que están saliendo», detalla Julio. Su esposa niega que sea aburrido y coincide con su marido.
No es la primera vez que vienen: ya estuvieron a principios de año, durante el testimonio de Vicentillo Zambada -hijo de Ismael «El Mayo» Zambada- y ahora han vuelto.
La primera vez coincidió con las celebraciones de Año Nuevo en la ciudad, pero esta vez ha sido por una ocasión más especial: su aniversario de boda.
«Once años, ya pesan», se ríe Carmen, que pidió a su marido que su regalo fuera volver a ver «El Chapo» en directo y él, obvio, no se pudo negar.
«Yo le doy ánimos, sea lo que sea. Uno siempre necesita ánimos, ¿no?», dice la mujer, que asevera ver al capo «desgastado» por un momento «tan crítico».
El ejemplo de este matrimonio no es el único: por la corte de Brooklyn han pasado personas de todas las nacionalidades (dominicanos, argentinos, ecuatorianos, alemanes y franceses) y de todas las profesiones posibles.
Unos 20 minutos antes de las 6 de la mañana entra, muerto de frío, un veinteañero sin guantes, al que los periodistas le indican que tiene que apuntarse en la lista.
Las manos le tiemblan tanto después de 10 minutos caminando desde la estación de metro con temperaturas cercanas a los -20 grados centígrados que es incapaz de escribir su nombre en el orden extraoficial que los reporteros, para guardarse el turno, llevan en la corte, y otra persona lo anota.
El joven es un estudiante de Periodismo en el Brooklyn College que acude a la corte como parte de una tarea para clase: un día cubriendo el juicio de “El Chapo” para después informar a sus compañeros de lo ocurrido.
Como él, muchos estudiantes de otras disciplinas como el Derecho han desfilado por la sala, tratando de aprender algo de un juicio que promete pasar a la historia.
Otros asistentes a este proceso público se esperan algo parecido a una película de Hollywood pero terminan durmiéndose en la sala, con la cabeza caída sobre el pecho.
Los policías del juzgado gritan órdenes mientras el público hace fila antes de un segundo control de seguridad: «Permanezcan en silencio en la sala. Recuerden que tienen que permanecer de pie cuando entre el jurado y cuando salga».
El joven estudiante de periodismo dice lo emocionado que está por presenciar el juicio. Un reportero, cansado, le responde: «Tu primer día aquí, ¿verdad?».
EFE/Álvaro Celorio
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