LA HABANA.- El futuro presidente de Cuba hereda un país muy diferente al que hace 10 años recibió Raúl Castro de su hermano Fidel, pero con el denominador común de los problemas económicos, el mal endémico de un país empeñado en cambiar lo justo para perpetuar su sistema socialista.
Acelerar la aplicación de las «reformas raulistas», la controlada apertura económica que ha sido prioridad del mandatario saliente, es el primer reto al que deberá hacer frente la nueva cúpula de la isla, dentro de un proceso sobre el que la dirigencia cubana ha recalcado un claro mensaje de continuismo.
Y es que en Cuba no se está planteando una transición política, sino simplemente un relevo generacional en la cúpula de la Revolución.
El propio Partido Comunista de Cuba (PCC, único legal), definido por la Constitución como «fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado», se reunió al máximo nivel un mes antes del relevo para definir las prioridades futuras y los «flecos» pendientes, que pasan por eliminar el lastrador sistema de doble moneda y reformar la Carta Magna de 1976.
Algunos analistas políticos sugieren que la modificación constitucional podría pasar por una separación de poderes frente a la concentración establecida en una Constitución, la actual, elaborada en su día a medida de Fidel Castro, quien encabezaba los Consejos de Estado y de Ministros, y el PCC.
Para el opositor de izquierda moderada Manuel Cuesta Morúa, los retos del nuevo presidente serán «fijar una visión de país que incluya a todos los sectores sociales».
«Definir una nación en la que se incluya toda la pluralidad y no solo a estrechas visiones políticas o cívicas y que las decisiones del Estado respondan a la Constitución, al Estado de derecho y a la soberanía de los ciudadanos», sostiene, «porque de lo contrario, Cuba no va a levantar».
Sin embargo, a juzgar por el mensaje continuista que se ha deslizado en los últimos meses, los cambios políticos son improbables, pero los económicos urgen para sostener el sistema.
«Para garantizar la continuidad, hay que cambiar», señala a Efe el exdiplomático y analista cubano Carlos Alzugaray, quien recordó que el «concepto de Revolución» enunciado por Fidel Castro apelaba al «sentido del momento histórico y a cambiar todo lo que deba ser cambiado».
Está pendiente, según ha reconocido el propio PCC, la consolidación del trabajo por cuenta propia, el sector privado que emplea a más de medio millón de cubanos y que se encuentra paralizado desde agosto pasado dentro de un proceso de «perfeccionamiento».
El Gobierno quiere seguir regulando este ámbito, limitar la concentración de riqueza por particulares, el blanqueo de dinero y la evasión fiscal, mientras los «cuentapropistas» lamentan que las cortapisas oficiales superen a las oportunidades para desarrollar un sector que ya copa el 30 % del mercado laboral.
«Es evidente que hay conciencia de que hay que avanzar, (resolver) el problema de las tasas de cambio, la unificación monetaria, hay un sinnúmero de problemas y creo que esos van a ser desafíos muy importantes», considera Alzugaray.
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La economía cubana está aún excesivamente centralizada, las profesiones más estratégicas y cualificadas siguen siendo netamente estatales, se mantienen subsidios anacrónicos como la libreta de racionamiento, así como un elevado número de empresas estatales deficitarias que absorben los beneficios de las que sí funcionan.
Tal situación deja poco margen a la inversión y al crecimiento.
«Mejorar el desempeño económico pasa por incrementar los niveles de inversión, aumentar las exportaciones, reformar el sector público incluyendo a las empresas estatales», señala el economista cubano Ricardo Torres.
De 2007 a 2018 «estas áreas han visto poca o ninguna mejoría. De hecho, el país atraviesa una crisis seria de balanza de pagos, debido en gran medida al pobre desempeño exportador», recalca.
Este experto del Centro de Estudios de la Economía Cubana cree que el nuevo Gobierno debe concentrarse en reducir las distorsiones macroeconómicas (la doble moneda) y liberar las fuerzas productivas internas, lo que «implica repensar el enfoque hacia el sector privado y la empresa pública».
Además, la diáspora cubana -unos dos millones de personas- aún tiene vetada la inversión directa en su país, aunque su peso en la economía cubana es innegable, con el envío de casi 3.000 millones de dólares en remesas durante 2017.
La inversión extranjera es todavía insuficiente, aunque se incrementó el año pasado.
Este panorama también dificulta otro de los grandes retos de Cuba: el aumento de los salarios estatales, que ahora rozan apenas los 30 dólares mensuales.
«La prosperidad sería la primera prioridad que debería enfatizar el nuevo Gobierno», pues «muchos jóvenes que ven difícil materializar sus sueños, sus aspiraciones, si se quedan en Cuba. Y se van», sentencia Alzugaray.
Torres coincide: hace falta «mejorar significativamente el desempeño económico para sostener mejores estándares de vida para los cubanos».
Otros retos de la nueva generación en el poder serán ampliar el acceso a internet y mejorar la sanidad y la educación, banderas de la Revolución de acceso universal y gratuito, pero cuya calidad en los últimos años ha disminuido por la falta de recursos.
EFE/Fotos EFE