La inflación vuelve a ser motivo de preocupación a nivel global. Después de unos 40 años de niveles bajísimos, el alza de los precios al consumidor pone bajo tensión a la economía mundial.
Desde mediados del año pasado existe un persistente aumento de la inflación: en enero de este año, la tasa anualizada en EEUU fue 7,5%; en Reino Unido, 5,5%; en España, 6,1%; en Alemania, 4,9%; y en Canadá, 5,1%. En América Latina, Brasil registró 10,4% y Chile, 7,7%.
Estas cifras, que implicaron la triplicación del nivel de precios en pocos meses, abrieron un intenso debate entre economistas y funcionarios de los ministerios de Economía y bancos centrales de cada país acerca de qué hacer.
La discusión está concentrada en si el reciente aumento de las tasas de inflación en las principales economías se debe a un shock de oferta o a una demanda acumulada de los consumidores. Y si el repunte de la inflación será transitorio o permanente.
Definir uno u otro camino analítico orienta a un mayor o un menor endurecimiento de la política monetaria. Esto significa precisar cuál será el sendero de alza de la tasa de interés que determinan las bancas centrales.
No aparecen dudas de que el costo del dinero subirá, sino que el interrogante pasa por saber cuál será el ritmo de esa suba. Aspecto relevante para economías endeudadas, puesto que si EEUU eleva la tasa de interés encarecerá el financiamiento en el mercado de capitales, al tiempo que desacelerará el crecimiento de la economía global.
CONTROL DE PRECIOS
Isabella Weber, profesora asistente de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst, propone un estricto control de precios para enfrentar las actuales tensiones inflacionarias. En un artículo publicado en The Guardian aconseja que los controles permitirían ganar tiempo para hacer frente a los cuellos de botella que continuarán mientras persista la pandemia.
Dice que «un factor crítico que está impulsando los precios al alza sigue siendo en gran parte pasado por alto en los análisis convencionales: un “muy fuerte aumento de las ganancias» de las corporaciones.
Afirma que los controles de precios estratégicos podrían contribuir a la estabilidad monetaria y advierte que es alto el costo de esperar a que desaparezca la inflación sin hacer nada.
En 2021, los márgenes de ganancia no financiera de las corporaciones en EEUU alcanzaron niveles tan elevados como en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Esto no es una coincidencia. El final de esa guerra requirió una reestructuración repentina de la producción que derivó en cuellos de botella similares a los causados por la pandemia.
Entonces y ahora, las corporaciones con poder de mercado han utilizado los problemas de suministro como una oportunidad para aumentar los precios y obtener ganancias extraordinarias.
CADENA DE SUMINISTRO GLOBAL
La escasez de chips, el colapso de los puertos, el encarecimiento de materias primas y la falta de transportistas son algunos de los efectos más visibles de las disrupciones en la cadena de suministro. Se trata de una situación que se ha extendido a nivel mundial como consecuencia de la globalización. Y ha tenido como resultado un alza de la inflación global.
Según Accenture, 94% de las empresas registradas en la lista Fortune 1000 -las mayores del mundo- han sufrido complicaciones en su cadena de suministro por la pandemia.
La crisis de la cadena de suministro no está originada por una única causa, sino por la suma de coyunturas quedificultan la fluidez en la entrega de mercancías a los clientes.Uno de los motivos principales es, paradójicamente, la reactivación del consumo.
Además, las compañías que dependen del comercio internacional se encuentran ante una escasez de contenedores marítimos para el transporte de materias primas y productos terminados, lo cual ha derivado en una suba de los costos de los fletes.
LA OFERTA Y LA DEMANDA
El economista marxista Michael Roberts explica en su blog que la fuerte recesión económica por la pandemia fue un «shock de oferta». «La producción colapsó con los cierres, los trabajadores fueron enviados a casa, el transporte y el comercio se detuvieron, y la actividad social y los eventos fueron reemplazados por el aislamiento», describió.
Esto redujo la demanda, a pesar de que la mayoría de las economías implementaron millonarios paquetes fiscales para cubrir salarios de trabajadores y para evitar quiebras de empresas.
Entonces, el ahorro de gran parte de los hogares aumentó significativamente durante la caída de 2020. Estos ahorros son «demanda acumulada» que quedó liberada en el año de las vacunas y la recuperación económica en 2021, provocando un shock positivo que provocó el aumento de los precios de bienes y servicios, con tasas de inflación no vistas desde hace más de 40 años.
«Gran parte de los ahorros se acumularon entre los grupos de ingresos más ricos, que podían trabajar desde casa y no gastar mucho», indicó Roberts. El incremento del ahorro en los hogares de la eurozona ascendió a 480.000 millones de euros, seggún la consultora Deloitte. Esta tendencia también se verificó en EEUU.
VISIÓN PESIMISTA
El economista Nouriel Roubini, profesor emérito de economía de la Stern School of Business de la Universidad de Nueva York y execonomista senior para asuntos internacionales en el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca durante la Administración de Bill Clinton, escribió «La inminente crisis de la deuda estanflacionaria».
Dice que las políticas monetarias y fiscales extremadamente expansivas, cuando se combinan con una serie de shocks negativos de oferta, como las desplegadas en 2020/2021, «podrían resultar en una estanflación al estilo de la década de 1970 (alta inflación junto con recesión)».
Advierte como peligro el alza de los coeficientes de endeudamiento, que son más elevados que en los ’70, junto a los problemas de oferta, lo que va conformando «un escenario para la madre de las crisis de deuda estanflacionarias en los próximos años».
Con una visión bastante pesimista, Roubini afirma que las políticas monetarias y fiscales laxas continuarán alimentando burbujas de activos y crédito, lo que provocará un choque de trenes en cámara lenta. Asegura que, en algún momento, este auge culminará en un «episodio Minsky» (una pérdida repentina de confianza), y las políticas monetarias más estrictas desencadenará quiebras y el posterior colapso».
Para concluir: «La estanflación de la década de 1970 pronto se encontrará con la crisis de la deuda del período posterior a 2008. La pregunta no es si ocurrirá, sino cuándo».
LA MIRADA OPTIMISTA
Con una visión opuesta, Joseph E. Stiglitz, premio Nobel de Economía y profesor universitario en la Universidad de Columbia, escribió «La pista falsa de la inflación».
Afirma que nunca antes se había experimentado una recesión inducida por una pandemia con una recesión del sector de servicios desproporcionadamente pronunciada, aumentos sin precedentes en la desigualdad y tasas de ahorro vertiginosas.
Asegura que gran parte de la presión inflacionaria actual se debe a los cuellos de botella por el lado de la oferta a corto plazo, que son inevitables cuando se reinicia una economía que se ha cerrado temporalmente.
Stiglitz tiene una mirada diferente a la de Roubini, al señalar que «ahora que se ha interrumpido el proceso normal, habrá contratiempos, que se traducirán en aumentos de precio para uno u otro producto». Pero asegura que no hay razón para creer que estos movimientos alimentarán persistentes expectativas de inflación.
Sentencia que, en lugar de entrar en pánico por la inflación, «deberíamos preocuparnos por lo que sucederá con la demanda agregada cuando se agoten los fondos proporcionados por los paquetes de ayuda fiscal. Muchos de los que se encuentran en la parte inferior de la pirámide de distribución de ingresos y riqueza han acumulado grandes deudas».
PRECIOS DE LOS ALIMENTOS
El aumento de la inflación en 2021 fue una sorpresa para muchas economías y empresas de todo el mundo. Por ejemplo, en la Eurozona, los precios comenzaron a subir desde mediados del año pasado, y en diciembre, la tasa de inflación anual se situó en 5%.
En especial, ese impulso fue provocado por el aumento de los precios de la energía, los servicios, los alimentos y los bienes industriales.
Los economistas del FMI Tobias Adrián y Gita Gopinath explican en «Las presiones inflacionarias en medio de una pandemia persistente», que «estos factores mundiales pueden seguir alimentando la inflación en 2022, especialmente los altos precios de los alimentos básicos.
Esto tiene consecuencias especialmente negativas para los hogares de los países de bajo ingreso, donde alrededor del 40% del gasto de consumo se destina a la alimentación».
Respecto de los precios de los alimentos, el índice FAO registró un promedio de 135.7 puntos en enero de 2022, un 1,1% más que en diciembre de 2021 y casi 20,0% en relación a un año atrás.
Este complejo y amplio panorama respecto a las presiones en los precios al consumidor significa que la inflación probablemente dominará la agenda macroeconómica internacional en 2022.
Después de décadas de bajos riesgos de inflación y deflación en los últimos años, la economía mundial ahora enfrenta aumentos de precios rápidos e inesperados, que pueden terminar deteriorando el ingreso de las mayorías y el consiguiente bienestar de gran parte de la sociedad.
Con información de agencias de noticias