Reportes desde Puno advierten que el lago Titicaca ya no solo es atacado por poblaciones aledañas que arrojan aguas servidas, también ha sido afectado por la evaporación que le ha hecho perder 40 centímetros de recurso hídrico. Además, los ríos que alimentan a este enorme depósito de agua dulce compartido por Perú y Bolivia caen desde el 2022 por el fuerte calor y la falta de lluvias.
“Estamos camino a una sequía inédita. Hay una tendencia fuerte a la baja”, afirmó a La República Juan José Ocola Salazar, representante peruano de la Autoridad Autónoma del Lago Titicaca (ALT). Agregó que, a diferencia de los informes que cuenta el Senamhi-Puno, desde el 2001, el lago se redujo en 2.2 metros. “Se llega a esta conclusión al tomar como referencia los 3.806 metros sobre el nivel del mar, desde el desfogue natural que existe en el río Desaguadero”, precisó.
El Titicaca tiene un área de 8.300 kilómetros cuadrados, 56% corresponden a Perú y el 44 % a Bolivia. La huella de la sequía se hace evidente en el puerto de Puno, donde decenas de embarcaciones que transportan turistas han quedado atrapadas en el lodo, pues el agua está en franca retirada hacia dentro. Además, según la autoridad autónoma, 85.580 hectáreas de totorales, del total de 97.438 hectáreas, están en peligro de secarse. “La ola de calor afectó al 87% de la planta acuática, que sirve como fuente de anidación de la fauna, alimento al ganado y materia prima de la artesanía local”, indicó.
Ocola advierte que el impacto en la población instalada en derredores del lago será devastador. Tres millones cien mil en Perú y Bolivia viven de la cuenca de forma directa e indirecta. 700.000 pobladores están en contacto directo. Estos residen en todo el anillo circunlacustre. Según la Empresa Municipal de Saneamiento Ambiental de Puno (Emsa), solo la ciudad de Puno tiene una población de 105.000 habitantes. Esta inyecta al Titicaca, 250 litros de desagüe por segundo.
Este nocivo caudal ingresa primero a una laguna artificial donde se sedimentan los lodos. Posteriormente, por decantación las aguas pasan a una segunda laguna y finalmente ingresan al lago Titicaca, sin ningún tipo de tratamiento. El líquido contaminado tiene altos índices de fósforo y arsénico, que sobrepasan los límites máximos permisibles. Los volúmenes de contaminación de las demás localidades son similares.
“El río Coata es uno de los tributarios del Titicaca –indicó el vocero-. De él dependen cerca de 5.000 productores ganaderos. Juliaca aumenta su caudal, pero con aguas negras. A eso se suman los relaves de la minería informal. El problema se remonta a hace 20 años. Los afectados padecen de males estomacales e irritación de ojos y constante dolor de cabeza por los olores fétidos que llegan hasta sus casas por las corrientes de aire. Así entran esas aguas al Titicaca, y como consecuencia de ello al año mueren por los menos el 15 % de la población de aves migratorias. Aparecen muertas varias aves entre los totorales. En todas las áreas de contaminación ya no hay vida biológica”.
En el caso de la bahía interior del lago Titicaca, la contaminación ha avanzado al punto que el color del agua ya no es transparente como hace 30 años. “Los turistas ahora viajan en lanchas de madera hacia las islas sobre aguas verdes a consecuencia del vertimiento de aguas sin tratar. Y cuando los niveles de contaminación crecen, un manto de lenteja cubre partes del lago», describe Ocola.
Se sabe que para frenar la contaminación, el Ministerio de Vivienda adjudicó el 2021 a la concesionaria Operadora Ecológica del Titicaca (Opeti) la construcción de plantas de tratamiento; lo que incluía elaborar estudios técnicos, construcción, operación y mantenimiento en Puno, Juliaca, Ilave, Moho, Ayaviri y Juli. Sin embargo, el proyecto valorizado en S/630 millones está paralizado.
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