Las artes escénicas iberoamericanas o cómo cambiar la realidad con la cultura

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MADRID.- En las tablas de un escenario pueden expresarse múltiples cosas, representar una obra de teatro clásica, una danza ancestral, una pirueta circense, pero sobre todo plantear cuestiones universales que cambien la realidad que nos rodea y de la que formamos parte.

Es algo que saben los actores, bailarines, dramaturgos y gestores culturales iberoamericanos que se reunieron en Madrid esta semana al calor de la XXVI reunión intergubernamental del programa de cooperación iberoamericana Iberescena, que concede ayudas a la creación en la región.


«La cultura es un espacio de diálogo y de encuentro único, más allá de nuestras diferencias políticas o económicas. El teatro, la danza y el circo tienen posibilidades de generar un encuentro colectivo, vivo, único, irrepetible, tienen un poder realmente transformador», afirma Marcelo Allasino, presidente de Iberescena.

En esa misma línea se expresa Graciela Britos, directora de Fomento a la creación de la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay, quien asegura que a través de la cultura «se pueden transmitir muchos de los valores que se han perdido» en muchos países de la región.

«Creemos que es una herramienta sumamente importante y valiosa, nosotros estamos trabajando con artistas y qué mejor que propiciar ese terreno y esas producciones culturales que luchan por un mundo mejor, más solidario, más justo y con menos discriminación», enfatiza.

El momento de las artes escénicas iberoamericanas

La propia diversidad de lberoamérica, formada por más de 650 millones de personas en los 22 países de habla hispana y portuguesa de América Latina y la península Ibérica, condiciona cualquier acción regional e impide, en la mayoría de los casos, poder aplicar planes con la misma velocidad e intensidad en todos los países.

En el caso de Iberescena, en el que participan 14 de los 22 países de la región, sucede algo similar, pero esa misma asimetría le otorga una característica especial a las artes escénicas que producen los y las iberoamericanas, según cuenta Allasino, también director del Instituto Nacional del Teatro de Argentina.

«Tenemos la fortuna de una tradición muy larga en el hacer escénico, pero también asimetrías en la formación porque depende de cada país y eso es lo que la cooperación intenta suavizar de algún modo», explica.

Asimismo, considera que el gran reto que afrontan las artes escénicas de la región recae más sobre los gestores públicos que sobre los propios artistas y creadores, y asume la «responsabilidad» de idear políticas públicas que «transformen nuestras sociedades y nuestras comunidades».


Por su parte, Paola Moret, coordinadora del área de danza del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile, tiene claro que el gran reto es la circulación de las obras así como el acceso a recursos económicos por parte de las compañías.

«La circulación es un desafío importante para los países latinoamericanos, a veces nos es mucho más sencillo circular a Europa que a nivel latinoamericano», narra Moret.

También hace énfasis en las dificultades para obtener recursos y señala que es ahí donde Iberescena «cumple un rol fundamental».

«Justamente para propiciar ese intercambio, esas coproducciones que fomentan una circulación a través de los festivales, atiende a una necesidad importante que sigue siendo un desafío para nuestros países», subraya la chilena.

Iberescena, una red «fundamental» para los países

En 2017, Iberescena cumplía diez años y hoy ya son doce las convocatorias de ayuda a la creación y residencias artísticas que han lanzado, invirtiendo doce millones de euros en los artistas iberoamericanos, una ayuda que, según los países, ha sido «fundamental» para el desarrollo de las obras.

Es la opinión del uruguayo José Miguel Onaíndia, coordinador general del Instituto de Artes Escénicas de Uruguay, quien reivindica el mérito del programa iberoamericano en la «internacionalización» de las producciones.

«Desde luego, ha sido uno de los programas que ha favorecido la expansión internacional de las artes escénicas uruguayas porque es un programa que no solamente implica una nueva fuente de financiamiento para los proyectos sino que invita a la asociación y a la unión», comparte.

A su modo de ver, «desde su origen» el programa ha inoculado a los proyectos «una vocación de internacionalización e intercambio» y ha «fortalecido a todos los países» que lo integran» siendo «uno de los motores de desarrollo» de estas artes en la región.

En ese sentido, Zaida Rico, la recientemente elegida secretaria técnica del programa con base en Madrid, llama la atención sobre el valor de esta iniciativa para los países que lo integran.

«Significa visibilizar al país, pero sobre todo visibilizar a sus agentes culturales, a sus miembros artísticos y en esa cadena, a las audiencias de esos países y por tanto también a las culturas», declara.

Un valor sin duda mayor para los países más pequeños, que cuentan con menos recursos, menos producciones y a veces menos públicos a los que presentar estas obras.

«La incorporación de un país como El Salvador, que es chiquitito, genera un zoom hacia el país», ejemplifica.

El Salvador, un caso especial

Tito Murcia, director del Teatro Nacional de El Salvador, habla con pasión del teatro o de la danza y defiende a capa y espada la incidencia de Iberescena en su país, «un país muy pequeñito, que está en el centro de América y es como un corredor cultural».

«No podemos compararnos con países como México, Argentina o Colombia que tienen una gran trayectoria pero con el esfuerzo de los creadores nacionales salvadoreños se ha ido manteniendo el nivel de estas artes», explica Tito Murcia.

Un país en el que los grupos y las compañías «se cuentan con los dedos de una mano» y donde, según afirma, la historia del propio país «se genera en las expresiones artísticas».

Murcia incide en la diferencia que significa para los artistas salvadoreños la participación en Iberescena, al ser éste «el único proyecto de internacionalización» en el que participa.

El objetivo es «llevar las obras a otros países pero también al interior de El Salvador, a las personas «a las que les han hecho pensar que porque son del campo no tienen derecho a disfrutar de un espectáculo».

«Es nuestra razón de ser y una gran experiencia, falta mucho por hacer y cuando vengo a reuniones como estas y veo la experiencia de otros países pienso qué tan atrás vamos, pero vamos caminando, dando pasos pequeños, pero caminando», zanja con una sonrisa.

EFE/Foto: cultura.gob.sv

 

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