RÍO DE JANEIRO.- «¿Cómo voy a aislar a un familiar si contrae la enfermedad, si en mi casa compartimos la misma habitación cuatro personas?», se pregunta María. Ella vive en Tavares Bastos, una de las favelas de Río de Janeiro donde la población se amontona irremediablemente entre sus callejas, pese al coronavirus.
Para los habitantes de las favelas de Río de Janeiro, que tienen una elevadísima densidad de población y en donde una residencia es compartida entre cuatro y cinco personas de media, es totalmente imposible huir de las aglomeraciones aunque sean la principal recomendación para evitar los contagios por COVID-19.
El 22,03 % de los 6,3 millones de habitantes de Río vive en favelas. Es decir, 1,4 millones de personas residen en este tipo de asentamientos irregulares, convirtiendo a la ciudad carioca en la urbe con más barriadas de este tipo en el país, por encima incluso de Sao Paulo -1,28 millones de personas en 1.020 favelas-, según los datos del último Censo.
«¿Cómo evitar aglomeraciones si en la comunidad somos miles compartiendo estas callejuelas?», insiste María en entrevista con Efe desde la favela en la que vive, con unos 6.000 habitantes apiñados en la zona sur de la ciudad.
La barriada de María es una de las más privilegiadas de Río, pero aunque cuenta con acueducto y alcantarillado, el hacinamiento de sus construcciones apenas deja ver el sol, y eso hará, según dice, que sea imposible evitar los contagios si algún vecino contrae la enfermedad.
LA DENSIDAD DE POBLACIÓN, MULTIPLICADA POR DIEZ
Y es que en las favelas cariocas, la densidad de población puede ser diez veces superior a la de cualquier barrio.
Mientras que Río tiene una densidad poblacional de 5.556 habitantes por kilómetro cuadrado, en la favela de Rocinha, la mayor de Brasil, con 69.161 residentes, el número de habitantes por kilómetro cuadrado es de casi 49.000.
Por eso, la situación de las barriadas pobres de la ciudad más emblemática de Brasil se ha convertido en uno de los mayores desafíos para sus autoridades sanitarias a la hora de definir políticas que reduzcan el impacto de la pandemia.
UN SISTEMA DE SALUD DIEZMADO
Pero el temor obedece no sólo a las grandes aglomeraciones que suponen las favelas, sino también a un diezmado sistema sanitario afectado en los últimos años por grandes problemas financieros.
Desde que el estado de Río de Janeiro se declarase en bancarrota en 2016, poco antes de organizar los Juegos Olímpicos, la red de salud ha ido mermando. Mientras que en 2014 los hospitales regionales y municipales contaban con 7.652 camas, ese número cayó hasta 6.486 el año pasado.
Río tuvo que cerrar varios centros de atención médica y hospitalarios acusado por las deudas, y prácticamente desmontó su sistema de salud, haciendo así de la ciudad una de las más vulnerables al coronavirus en Brasil.
«En Río tenemos una cantidad enorme de personas viviendo en áreas de exclusión social y una red de salud muy frágil. Aunque también sufrirá, Sao Paulo tiene más musculatura para resistir», admitió el ministro de Salud del país, Luiz Enrique Mandetta, la semana pasada.
ESTADO DE IMPOTENCIA
«Estamos siguiendo las instrucciones del Gobierno, pero Río fue muy perjudicado por el cierre de puestos de salud. Se trata de un problema muy serio ya que los pocos que aún funcionan lo hacen precariamente. Y ha sido en este momento de crisis cuando ha hecho eclosión esta enfermedad en el país», dijo a Efe la presidenta de la Asociación de Moradores de Tavares Bastos, la médica Marca Costa.
La dirigente comunal explica que, sin poder hacer demasiado para evitar la enfermedad, la asociación ha divulgado por redes sociales la información con la que cuenta sobre cómo combatir el virus, ha colocado carteles en las callejuelas y ha tratado de informar a la comunidad.
Pero si algo les preocupa en la favela es que los niños, sin poder ir a las escuelas, prefieran quedarse en la calle que en casa.
«La medida de cerrar las escuelas fue adoptada en otros países junto con aulas por internet y televisión. En Brasil eso no se ha hecho -afirma Costa-. Nuestra preocupación es que esos niños estén más en las calles y sean más vulnerables. Es importante que se les ofrezcan actividades para que se queden en casa, para que ocupen su tiempo y no se vayan a las calles». EFE