Las «trampas» fotográficas muestran vida oculta del mayor felino de América

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Mítico, grande y silencioso, el jaguar (panthera onca), animal del que apenas hay registros en libertad pese a ser el felino más grande de América, está siendo sorprendido en Perú por la aplicación de «trampas» fotográficas, una tecnología de protección ambiental que revela cada vez más sus ocultos hábitos.

Con un hábitat reducido en la práctica a las profundidades húmedas e inaccesibles de los bosques tropicales, este súper depredador, al que solo los osos pardos y polares superan en tamaño en todo el hemisferio, está viendo como su hasta ahora discreta vida está siendo analizada foto a foto por biólogos y naturalistas.

Estos especialistas ven en la presencia de este gran felino, que en Perú también es conocido como otorongo, un termómetro de la salud del territorio y de las posibilidades interacción del hombre con la naturaleza.

La captación creciente de imágenes de este animal, protagonista de leyendas y mitologías en todo el continente, así como de otros grandes mamíferos terrestres que habitan en los confines de la selva ha sido posible de la mano de los avances y el abaratamiento de la tecnología y del interés tanto institucional como empresarial para monitorear el medioambiente en lugares sensibles como la Amazonía.

JAGUARES EN CAMISEA

Esa conjunción de interés económico y ambiental es la que ha permitido al Programa de Monitoreo la Biodiversidad de Camisea (PMB), iniciativa que analiza el impacto en la naturaleza de la explotación del mayor yacimiento de gas natural de Perú, realizar un amplio despliegue de «trampas» que han captado las imágenes más impactantes del jaguar y sus compañeros de hábitat.

Allí, el uso de la fotografía ha revelado la presencia de varios de estos felinos a menos de 3 kilómetros de su centro operativo, una presencia que es vista con mucha satisfacción por Elena Mendoza, Gerente de Medio Ambiente de Pluspetrol, la compañía que opera el yacimiento de Camisea.

«Es impresionante que en la cercanías de la planta de gas, en áreas con la mayor intervención, tengamos resultados tan importantes en la distribución y cantidad de mamíferos grandes como los felinos, que están viviendo en la zona, no solo de paso», apuntó Mendoza a Efe.

Para la ingeniera, las fotos del jaguar revelan que con políticas ambientales adecuadas «que pongan la preservación en el mismo diseño inicial de un proyecto industrial», la coexistencia entre la explotación económica y la naturaleza son posibles.

SIMPLE Y COMPLEJO

Las cámaras-trampa son unos aparatos que integran una cámara fotográfica y un sensor de movimiento que activa la grabación, con capacidad para operar en el hostil terreno selvático durante meses, una simple definición que oculta la compleja y laboriosa tarea que implica su uso.

Leonardo Maffei, coordinador del Grupo Mamíferos Mayores del PMB y responsable de la instalación de muchos de estos aparatos, apuntó que la obtención de imágenes sirve para registrar la presencia de animales y para ver su actividad, lo que es particularmente relevante en el caso del jaguar, «que es esquivo y reticente a la presencia humana» y como tal, «difícil de observar directamente».

Las «trampas» se ubican en «senderos animales, espacios abiertos, cuyas de ríos o riachuelos… lugares en donde uno sabe que van a pasar los animales», un trabajo que implica días de caminata en la selva para identificar y cubrir los espacios más indicados.

Los resultados son «de todo tipo», desde la captación de irrelevantes tormentas tropicales a la de «panteras negras» – jaguares completamente negros debido a alteraciones en su melanoma- en pleno acto de apareamiento.

«Hay de todo, todo es captado. Muchas de las especies carismáticas y bandera siempre las hemos tenido pero, por ejemplo, para mí destaca la presencia del perrito de monte, una especie muy rara de registrar, pero de los que tuvimos cuatro frente a una trampa, o los hurones. Para mi como biólogo esa presencia me sorprende y alegra, porque la gente común no sabe lo difícil que es registrarlos», indicó el investigador.

APORTE CIENTÍFICO

El uso de equipos tecnológicos en funcionamiento 24 horas al día, siete días a la semana, habilita, además de dar a conocer la presencia de animales «de los que no sabríamos de otro modo», para identificar especies e incluso individualizar a los ejemplares por sus rasgos, como las manchas que identifican a los felinos.

«También podemos saber cuántos hay, qué cuadros de comportamiento tienen, cuales están activos de día y cuales de noche…Un cúmulo de datos que antes eran complicados de obtener», añadió el biólogo.

Antes del uso de cámaras, los monitoreos de este tipo de vida salvaje se basaban en el registro de huellas, rastros, comida, heces… «y si había un avistamiento, pues genial», mientras que ahora, por ejemplo, se cubren de una vez hasta 40 kilómetros cuadrados de territorio con cámaras, que pueden complementarse con las prácticas «tradicionales».

Para el experto, lo peor que de momento pasa con la aplicación de las «trampas» es que «se las roben», ya que con eso se pierde no solo el equipo, que no es barato pero tampoco inasequible, sino la información que había registrado el aparato «y el esfuerzo del trabajo» invertido en su colocación.

En cuanto a los protagonistas de la investigación, los animales salvajes, estos parecen acostumbrarse rápidamente a la «indiscreción» de las cámaras que ahora registran sus pasos y simplemente «pasan por delante y no se dan cuenta». EFE

 

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