En medio del omnipresente gris que envuelve Lima en su húmedo invierno, una explosión de alegres colores se extiende hoy por el místico cerro San Cristóbal, cuya barriada es ahora un descomunal y gigantesco lienzo de 320.000 metros cuadrados para el mural urbano más grande de Latinoamérica.
Los tonos rosados, amarillos, naranjas, azules y verdes se van esparciendo en líneas que pasan de una fachada a otra entre las miles de casas apiñadas sobre la ladera del cerro que domina el centro histórico de Lima, y así van tejiendo un gigantesco y colorido telar andino, que solo es visible en toda su magnitud desde lejos.
«Es un gran manto que lleva la icónica chacana (cruz andina prehispánica), símbolo de nuestra historia y de nuestra cultura ancestral, que se dejó de lado mucho tiempo», explica a Efe el artista Daniel Manrique, del colectivo Color Energía, ideólogo junto a Carla Magán de esta titánica obra de arte.
Plasmar una chacana gigante es una suerte contrapeso a la gran cruz cristiana que corona el cerro San Cristóbal, el mismo que para las civilizaciones prehispánicas fue el «apu» (deidad, en quechua) más sagrado y venerado del centro del valle de Lima.
SUEÑO MULTICOLOR
Para Manrique, famoso en la zona por inmortalizar en murales a los vecinos del barrio que fallecieron por covid-19, este macromural «es un sueño hecho realidad», donde está consiguiendo involucrar al resto de habitantes para transformar a través del arte este lugar estigmatizado por la delincuencia y las drogas.
Todo empezó hace unos tres años, pintando de colores arco iris las estrechas y empinadas escaleras que discurren entre las casas para hacer más simpáticos los recorridos turísticos que ellos mismos organizaban al «apu Asharu», nombre nativo que ellos le dan al cerro.
Sin embargo, el sueño de ver todo el barrio reluciente de color y energía no comenzó a plasmarse hasta ahora, cuando la empresa de pinturas Chroma se comprometió a poner los colores y todo el equipo y presupuesto necesario para hacerlo realidad.
El inmenso reto está ahora en manos de un equipo de 30 personas, todos del barrio, coordinados por Manrique y Magán, para colorear casi 1.200 casas donde viven unas 10.000 personas.
En dimensiones es muy superior a otros macromurales como el del barrio Chualluma, en La Paz (Bolivia), con 150 casas adornadas de colores, o el de Las Palmitas, en Pachuca (México), con 209 viviendas pintadas.
SEÑUELO PARA TURISTAS
Esta pieza artística es también un señuelo para que los miles de turistas que visitan Lima se atrevan a cruzar el río Rímac y conocer esa otra cara de la capital peruana que no sale en las guías turísticas a pesar de estar a solo cinco minutos a pie del Palacio de Gobierno.
«Existen barrios coloridos, pero no con un diseño visible que va a invitar a la gente a visitarlo para observar el color de cerca. Todos esos elementos confabulan para que el turismo sea la explosión de otro tipo de desarrollos como seguridad, limpieza y actividades económicas», apunta a Efe Carla Magán.
«Miramos a aquel turismo que busca una experiencia real con la gente local y que quiere conocer un barrio estigmatizado durante muchos años. Hay que romper con esos estigmas y darle a la población la experiencia de transformar no solo los espacios públicos sino además su economía familiar», agrega.
Por eso, para Magán «esto debe ser ejemplo para que las autoridades locales y regionales se sumen a darle la sostenibilidad», ya que ellas recibirán «el lienzo pintado y ahora falta decorarlo y perpetuarlo para que sea réplica en otros espacios».
En unos tres meses se espera que el gigantesco mural esté culminado, justo para la llegada de la primavera, cuando el gris de Lima desaparecerá y los rayos del sol harán brillar sus colores en máximo esplendor.
Fuente: EFE