WASHINGTON.- Estados Unidos comienza un año en el que casi todos los eventos seguramente girarán en torno a los comicios de noviembre próximo, cuando se elegirá, entre otros cargos, al presidente del país.
Cada cuatro años, la vida de la nación norteamericana se enfoca mayoritariamente en esa cita en las urnas para determinar quién ocupará la Casa Blanca, pero, quizá como pocas veces antes, el proceso de 2020 se anuncia como tremendamente convulso y complejo.
El actual mandatario del país, el republicano Donald Trump, buscará su reelección el 3 de noviembre, luego de un primer mandato en el que su administración se ha beneficiado de una marcha favorable de la economía, pero en el cual ha permanecido entre escándalos y controversias, y con bajos índices de aprobación.
Del lado contrario, 15 demócratas están en busca de la nominación de su partido para enfrentarse a Trump en esos comicios, una cifra tremendamente alta a solo un mes de que el 3 de febrero comience en Iowa el proceso electoral primario.
El exvicepresidente Joe Biden, y los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, parecen, según las encuestas, los precandidatos con más posibilidades de imponerse en las primarias, aunque no pueden ser descartadas figuras como el alcalde de South Bend, Indiana, Pete Buttigieg; y el exalcalde de Nueva York Michael Bloomberg.
De ese modo, nada parece seguro en la lucha por la nominación de la fuerza azul, una formación política que tratará de repetir este año las ganancias que tuvo en 2018, cuando en los comicios de medio término logró la mayoría en la Cámara de Representantes.
La situación ahora, sin embargo, es diferente al proceso de entonces, porque, aunque las derrotas republicanas de ese momento fueron vistas como fracasos de Trump, en realidad el nombre del presidente no aparecía en las boletas.
Cualquier éxito o fracaso en 2020 sí irá directamente a la cuenta del jefe de Estado, quien sigue siendo muy popular entre la base de su partido, pese a tener un nivel de desaprobación general del 52 por ciento, frente a un 44,5 por ciento de respaldo, según el promedio de encuestas del portal digital RealClearPolitics.
De acuerdo con ese sitio digital, los números del expresidente Barack Obama (2009-2017) eran un poco mejores en este mismo momento de su primer mandato, antes de las elecciones de 2012, con una aprobación del 46,8 por ciento y una desaprobación del 47,8.
Más allá de esos indicadores, un factor que no estuvo presente hace cuatro años podría ser decisivo en 2020: el esperado juicio político contra Trump, quien el 18 de diciembre fue acusado en la Cámara de Representantes de abuso de poder y obstrucción del Congreso por sus tratos con Ucrania.
Tal proceso contra el jefe de la Casa Blanca podría comenzar este mes, aunque las diferencias entre republicanos y demócratas han llevado a que hasta ahora no haya definiciones acerca de la fecha de inicio o las reglas que regirán su desarrollo.
Los demócratas aprobaron las imputaciones contra el gobernante porque consideran que Trump trató de que Ucrania influyera en las elecciones de este año, al pedirle a ese país abrir una pesquisa sobre los comicios de 2016 y otra sobre Biden, quien podría ser su rival en las urnas.
En la investigación realizada en la Cámara Baja, varios testigos dejaron ver que el mandatario condicionó la entrega de ayuda militar y una reunión con su homólogo ucraniano, Volodymyr Zelensky, a que Kiev anunciara públicamente las indagaciones que Trump quería.
Pero los republicanos se oponen a todas esas acusaciones, atribuyen la conducta del presidente a un interés en luchar contra la corrupción en Ucrania, y tildan de insuficiente la evidencia que los demócratas consideran contundente.
Dada la mayoría republicana en el Senado, el resultado casi seguro del juicio político es que Trump será absuelto y podrá permanecer en su cargo, por lo que la mayor interrogante en torno a este proceso es qué impacto causará en noviembre.
Los demócratas sostienen que era un deber moral y constitucional acusar al jefe de la Casa Blanca, pero los sondeos de opinión arrojan que el país está muy dividido en torno a si Trump debe ser sometido al juicio y destituido, por lo que la esperada exoneración del mandatario podría perjudicar en las urnas a la formación azul.
A ello se une que derrotar a un presidente cuando está en el cargo puede resultar difícil, además de que el gobernante tiene el apoyo de toda la maquinaria del Comité Nacional Republicano, mientras la gran cantidad de precandidatos demócratas mantiene muy fragmentadas las fuerzas de ese partido.
Para algunas fuentes, la estrategia de la formación azul debería ser priorizar temas clave para los votantes, como cuando en 2018 lograron avances al enfocarse en asuntos como el cuidado de salud, en lugar de poner demasiado énfasis en el juicio político.
Trump, por su parte, seguramente aprovechará la absolución para impulsar su campaña y presentarse como víctima de los demócratas, en una nación donde las divisiones partidistas son cada vez más pronunciadas.
Fuente: prensa-latina.cu/Foto: globalizacion.ca