Lucila Sarcines Reyes nació en la Calle Aromito (hoy conocida como jirón Sechura) en el distrito del Rímac. Fue hija de Tobías Sarcines y de Lucila Reyes, una lavandera de condición modesta. Tuvo más hermanos, no sabiéndose la cantidad exacta (algunos dicen que tuvo hasta quince), pero todos de la unión Sarcines-Reyes.
A la edad de 5 años, debido a la precariedad económica, Lucila empezó a cantar en las calles para conseguir dinero. Sin embargo, en 1942 fallece su padre. Su madre adquiere entonces una nueva pareja la cual, lejos de cumplir un rol paterno, la maltrataba tanto física como psicológicamente. Tiempo después, un incendio, originado por un lamparín que iluminaba su vivienda, hizo que la familia se trasladara a los Barrios Altos, una zona limeña caracterizada por ser la llamada Cuna del Criollismo.
Debido a la agudización de los problemas económicos, su madre tomó la decisión de enviarla al Convento de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor, a cargo de la Congregación del Buen Pastor. Ellas la formaron hasta el tercer grado de primaria y le inculcaron valores que la caracterizarían posteriormente: su proximidad con los humildes y su visión de la vida desde un punto de vista humano.
Años más tarde, contrajo matrimonio civil con Jorge Henry Casquero, sargento de la Guardia Civil, relación que estuvo marcada por la violencia y duró corto tiempo. Pasado un periodo, tuvo una segunda relación de la cual no se tiene información alguna; sinembargo, tampoco en ella fue feliz. Fruto de esa relación, Lucila concibe en 1952 a su primer hijo Humberto Cueto Sarcines, y en 1953 a Alejandro Cueto Sarcines. Cuando sus hijos crecieron, llegó a adoptar a una niña llamada Beatriz Rivera, a quien crió como suya; esto lo hizo hasta el final de sus días.
Antes de ser conocida como cantante y artista, Lucila trabajó vendiendo periódicos en las calles de los Barrios Altos, así como laboró de lavandera, cocinera, lustrabotas y trabajadora del hogar.
A mediados de la década de los años 1950, participó sin proponérselo en un programa de aficionados de la popular Radio Victoria, llamado El sentir de los barrios; debutando con el vals de Sixto Carrera Abandonada, teniendo un gran éxito. En esa ocasión, la acompañaron en las guitarras: Bernardo Herrera y Guillermo Ocharán.
Sin embargo, Lucila empezó a sufrir descompensaciones, fatiga, y constantes inconvenientes respiratorios, llegando incluso a toser sangre. Posteriormente, unos exámenes médicos arrojan como resultados diabetes, edema, disnea, y se interna en 1959 en el Hospital Hipólito Unanue (en ese entonces llamado Bravo Chico), donde permaneció todo un año internada y en observación. Sin embargo, debido a su espíritu alegre y cooperador, se ganó rápidamente la simpatía y el cariño, tanto de las religiosas como del cuerpo médico.
En 1960, luego de ser dada de alta y aparentemente haber controlado sus problemas de salud, volvió al canto. Esta vez con el nombre artístico de Lucha Reyes, se presenta en el Teatro Pizarro de los Barrios Altos, donde tiene nuevamente éxito con el vals «Abandonada». En una de esas presentaciones Gonzalo Toledo, bohemio descubridor de talentos, la escucha y luego la visita en la casa de su entonces suegra en la Quinta Santa Clara. Fue Toledo quien la presentó al animador y locutor hípico Augusto Ferrando el cual, luego de algunas pruebas, la integró a la famosa Peña Ferrando.
Con el grupo de Ferrando, realizó presentaciones tanto en Lima como en el interior de Perú: cantando, actuando e imitando a las extintas Celia Cruz, Olga Chorens, Toña la Negra y a Celina González. Permaneció en la Peña hasta inicios de 1970.
A mediados de los años 1960, Piedad de la Jara, por recomendación de Lucila Campos, la contrató para trabajar en la Peña Karamanduca, una de las mejores peñas que existieron en la capital. Las presentaciones de la artista en dicho local criollo representaron una de sus mejores épocas en su carrera como cantante.
Entre 1962 hasta 1964, Lucha registró sus primeras canciones, con la disquera «El Virrey Industrias Musicales», recopilando un mini long play en 1969, con seis temas llamado «Lucha Reyes con Acompañamiento de Orquesta». Entre los títulos que se encuentran en aquel disco se hallan el vals de Laureano Martínez, Fatalidad; así como dos boleros «Tú me Acusas» de Carlos Salazar y Mi Desdén de Luis Dean.
En noviembre de 1970, la compañía Fabricantes Técnicos Asociados (F.T.A), sello discográfico representante de la pujante empresa norteamericana RCA Víctor, la contrató por intermedio de Viñico Tafur, firmando un contrato exclusivo para esta empresa musical.
El 11 de diciembre, realizaron su presentación ante la prensa, así como también la de su primer trabajo discográfico de larga duración, en el Hotel Crillón de Lima. Desde ese momento, el empresario argentino Nilo Marchand, gerente de la compañía, se convirtió en su representante. En esa placa titulada «La Morena de Oro del Perú» grabó su primer éxito comercial, el vals de Augusto Polo Campos, Regresa; cautivando así al público peruano. Destacaron además en esa placa especial Tu Voz, de Juan Gonzalo Rosé y Víctor Merino; Aunque me Odies, de Félix Figueroa; Como una Rosa Roja y Soy Peruana, Soy Piurana, de Gladys María Pratz: José Antonio y La Flor de la Canela, de Chabuca Granda; Qué Importa, de Juan Mosto; y Cariño Malo de Polo Campos.
En 1971, grabó su segunda placa asesorada musicalmente por Rafael Amaranto: «Una Carta al Cielo», donde se hicieron éxitos: Jamás impedirás, de José Escajadillo; Una carta al cielo, de Salvador Oda; Propiedad privada, de Modesto López; y Ya ves de Augusto Polo Campos. Durante este periodo su salud volvió a resentirse, siendo internada por segunda vez en el Hospital Hipólito Unanue, donde se le detecta hipertensión arterial e insuficiencia cardiaca.
En la mañana del miércoles 31 de octubre de 1973, fue invitada a una misa en la Asociación Peruana de Autores y Compositores (APDAYC), por el Día de la Canción Criolla. Mientras iba en su vehículo que la trasladaba desde su casa en el distrito de La Victoria hacia el local, en las intersecciones de las avenidas Wilson y Uruguay, sufrió un infarto. Inmediatamente fue trasladada al servicio de urgencia de la Clínica Internacional, donde llegó sin vida a las 9:45 de la mañana. Los médicos de guardia confirmaron el deceso. Había perdido la batalla contra la diabetes a la edad de 37 años.
Sus restos mortales fueron conducidos hacia el C.S.M. «El Sentir de los Barrios» en Lima (lugar en el cual laboró y se descubrieron sus dotes como cantante), donde se instaló la capilla ardiente. Para los funerales, la cantante fue maquillada y peinada con su mejor peluca, como fue su deseo; así como también el ser velada en dicho centro musical. Sin embargo, al verse superado la capacidad del local, los restos fueron llevados a la Casa de la Cultura en Lince. La prensa escrita anunció el deceso con llamativos titulares. Inclusive el afamado compositor, Augusto Polo Campos, interrumpió la transmisión en vivo del programa del Tío Johnny para anunciar la muerte de la cantante.
El jueves 1 de noviembre, el féretro fue trasladado en carroza desde Lince a la Iglesia de San Francisco, donde se celebró una emotiva misa de cuerpo presente a las 11:00 de la mañana. Su sepelio fue multitudinario: 30.000 personas presentes. Luego de la misa, una muchedumbre se opuso a que fuese trasladada de vuelta en carroza fúnebre, llevándola en hombros y coreando sus canciones en un recorrido de tres horas y unos seis kilómetros hasta el Cementerio de El Ángel, donde fueron sepultados sus restos.
Día de la Canción Criolla: la gran Lucha Reyes falleció hace 50 años
Foto Andina