La localidad peruana de Machu Picchu Pueblo, conocida también como Aguas Calientes, busca convertirse en un destino sostenible mediante proyectos de gestión ambiental.
Machu Picchu Pueblo es el paso obligado para llegar al centro arqueológico incaico de Machu Picchu, un lugar pintoresco lleno de hoteles, restaurantes y pequeños negocios al servicio de unos 3.000 visitantes diarios que arriban a esta localidad con la finalidad de conocer este Patrimonio de la Humanidad.
Uno de los problemas que genera toda aglomeración es la producción masiva de desechos, ante lo cual el municipio, en asociación con la cadena hotelera Inkaterra y el grupo AJE desarrollan proyectos de gestión ambiental.
«Estamos desarrollando una serie de proyectos que buscan hacer de Machu Picchu un destino sostenible, que sea un modelo de gestión ambiental para otros destinos turísticos a nivel mundial», dijo el jefe de comunicaciones de Inkaterra, Gabriel Meseth.
Uno de estos proyectos emblemáticos es la instalación de un centro de procesamiento de aceite utilizado por los restaurantes y los habitantes de esta ciudad andina, ubicada a 1.165 kilómetros al sur de Lima.
«Surge a raíz de un problema que tenía la ciudad de Machu Picchu, que se calcula utiliza unos 2.000 litros de aceite que se tiraban al río», explicó Meseth durante un recorrido por la planta procesadora.
De acuerdo con el jefe de comunicaciones de Inkaterra, se calcula, por algunos estudios técnicos, que un litro de aceite usado contamina 1.000 litros de agua del río sagrado de los incas (el río Urubamba), que atraviesa la población de Machu Picchu Pueblo.
«Es un programa que busca replicar, buscamos ser el ejemplo para otras ciudades del Perú, que busquen también la sostenibilidad, una gestión ambiental eficiente», anotó.
Lo que hace esta planta es procesar el aceite quemado, el aceite vegetal usado, para transformarlo en un combustible viable que reduzca las emisiones del carbono, para contribuir de esta forma al desarrollo sostenible de esta ciudad pintoresca, que tiene la estación del tren en pleno corazón.
«La máquina produce biodiesel y glicerina; el proceso permite tener esos dos productos. El biodiesel es un combustible ecoamigable que reduce hasta un 44 por ciento las emisiones de carbono, si lo comparamos con un combustible tradicional, y la glicerina es biodegradable, libre de químicos», explicó.
También detalló que esta máquina produce, en 35 minutos, 45 galones de biodiesel y, algunas veces, llega a producir 90 galones.
La glicerina se usa para limpiar pisos y el municipio de Machu Picchu Pueblo ya manifestó su interés de utilizar este producto en la limpieza de las calles.
El director global de comunicaciones y sostenibilidad de AJE, Jorge López, sostuvo que está comprobado que el vertido de un litro de aceite quemado al río contamina unos 1.000 litros de agua.
«Con los 2.000 a 3.000 turistas que vienen diariamente a Machu Picchu, se han creado 100 hoteles y restaurantes, que usan aceite y ese aceite termina en el río», subrayó.
Según López, ellos buscaban una tecnología para transformar este aceite y descubrieron, con tecnología peruana, que se puede transformar en biodiesel y en glicerina orgánica.
«Transformamos un problema que es el aceite, lo quitamos del río, lo convertimos en glicerina. La municipalidad lo usa para limpiar los colegios, hasta ahora usaba detergentes químicos, por lo tanto, se hace sostenible y ecológica la limpieza de Machu Picchu», resaltó.
López reiteró que el biodiesel tiene una emisión de sólo el 44 por ciento de dióxido de carbono (CO2) que emite un combustible normal, puede ser usado para calentar los hoteles o para el mismo transporte, estamos refinando ese biodiesel para que tenga esa calidad.
El vocero de AJE también recordó la instalación de la primera planta procesadora de envases plásticos, una herramienta que permitió hacer frente al riesgo de poner a Machu Picchu en la lista de monumentos en riesgo por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y la Cultura (Unesco).
Gracias a esta iniciativa, que incluye la incineración de los desechos orgánicos para convertirlos en carbón orgánico, utilizado para abono en la agricultura, la localidad lidera un modelo de gestión sostenible.
«Es una isla Machu Picchu, porque la basura entra y no puede salir y si sale sólo por el tren, que tiene dos salidas semanales», precisó al referirse a las dificultades que enfrentaban en esta localidad para el procesamiento de plásticos y residuos.
El técnico encargado de la planta de procesamiento de la planta de biodiesel, Marco Antonio Huamán, también explicó que la primera fase de este trabajo consiste en poner en reposo el aceite quemado para separar el agua, al pasar de un cilindro a otro.
«Si el agua entra a la máquina va afectar el proceso de biodiesel, no afecta a la máquina, pero el aceite saldría de mala calidad», detalló.
La máquina tiene una capacidad de 50 litros puede producir unos 20 galones de biodiesel por día, en realidad se puede preparar un poco más, pero, entre el proceso de la primera preparación y el siguiente el motor tiene que descansar.
Con respecto al procedimiento técnico, Huamán detalló que unos 50 litros de aceite quemado se mezclan con 10 litros de metanol para obtener 44 litros de biodiesel y seis litros de glicerina.
«Si hubiera otra industria que se dedicara a la elaboración de jabones, a partir de esta glicerina podríamos hacer jabones de tocador, jabones de lavar ropa y cualquier otro líquido de limpieza», puntualizó.
De acuerdo con la compañía ferrocarrilera PeruRail, que transporta pasajeros entre Machu Picchu Pueblo y el santuario inca, sus vagones han transportado unas 11.000 toneladas de residuos sólidos en los dos últimos años. (Xinhua)