SEMBLANZA. Don Manuel Acosta Ojeda nació el 16 de marzo de 1930 en la maternidad de Lima. Hijo de don Alejandro Acosta (arequipeño) y doña María Ojeda (moqueguana).
Estudió en el Centro Escolar Ricardo Palma. Después en el colegio Salesianos y siguió sus estudios en el colegio José María Eguren de Barranco.
De niño gustaba escribir versos, su padre para minar una débil inclinación religiosa, decidió llevarlo todos los domingos a una picantería arequipeña de la calle San Miguel en Surquillo.
En ese ambiente el joven comenzó a gustar del criollismo musical. Reparó en que la armonía de las guitarras y de las voces también tenían poesía, magnífica y sonora. En 1946 inició amistad que fue de capital influencia. Fue presentado a Carlos Hayre, joven músico y buen compositor, quien le abrió la amplia y hermosa puerta del criollismo. Como Manuel seguía produciendo versos, Hayre le insinuó le pusiera letra a una melodía de su inspiración. Pero la insistencia tiene sus frutos, y nació su composición inicial a los 16 años. Se tituló: «Tu Vida Siempre», «Odios y Sombra», Ya se Muere la Tarde», y otros.
En su trayectoria llegó a conocer a personalidades de la música como Quintana «El Canario Negro», Porfirio Vásquez y sus hijos, Nicomedes Santa Cruz, los hermanos Ascues; Luciano Huambachano y otros más.
Según cuenta Luis Dean (compositor fallecido) lo acusó de incapaz de componer un valse con letra y música propia. Así nació el primer valse (con letra y música propia): «En un Atardecer». Los Chamas lo estrenaron en radio El Sol y en 1954 fue un éxito. Y la consagración definitiva fue el valse «Madre», después vinieron «Rumor de Manantiales», «Si tú me Quisieras», «Puedes Irte» y muchos más.
Es un compositor prolífico de valses memorables, pero vive alejado de la seducción comercial. Es un estudioso serio de la música popular, pero sus opiniones crean controversias y resentimientos. Don Manuel Acosta Ojeda es la voz de la memoria colectiva, un testigo del tiempo y una lección de peruanidad.
LA RESACA DE LA VIDA
El tiempo no borró el sonido de su franqueza ni los destellos de su buen humor. Don Manuel Acosta Ojeda vive sin temores y al compás de su inspiración. Cada día se entrega al optimismo de los sueños y rescata el movimiento de sus recuerdos. Es un hombre nostálgico, pero de sentir visionario.
A sus 72 años, piensa alejarse de las actividades sociales. Vio de cerca los temores humanos en Viena, París, Moscú, Berlín, Madrid y Lima. Bebió sin prejuicios en muchos bares acompañado por amigos notables. Cantó con voz cruda y tocó la guitarra sin despedir los amaneceres. Escribió su sentimiento popular en más de un millar de canciones. Pero no perdió la claridad de su memoria prodigiosa. Todo lo recuerda, porque todo lo vivió con intensidad y sinceridad exacta.
DESPERTARES
En su infancia, cuando estudiaba en el colegio Salesiano, se deleitaba con los latidos musicales de Vivaldi, Bach y Mozart. También repasaba la imaginación de Horacio, Virgilio y Rubén Darío. Y empezaba a construir sus propias historias y a admirar a su padre bohemio.
En el colegio José María Eguren eligió el camino artístico junto a Carlos Hayre, un guitarrista de valses que musicalizó algunas letras. Por aquellos años, luego de abandonar el cuarto año de secundaria, el compositor recorrió los bares y centros musicales de Surquillo, y después conoció los rincones de Barrios Altos.
Con él bebían amigos entrañables, como el escritor Julio Ramón Ribeyro y los poetas Francisco Bendezú y Juan Gonzalo Rose. Y el tiempo fue construyendo su fama de bohemio curtido que recibía las mañanas acompañado por la música de una guitarra y un cajón.
REGALOS DE AMANECERES
Sus letras son testigos de sombras que buscan la luz para no morir. De orfandad y arrepentimiento, de algarabía y felicidad, de reflexiones y silencios. Sus letras son testimonios de años que formaron una vida libre, austera y digna.
En una de sus madrugadas de mayo, después de cantar en El Botellón, visitó con sus amigos el bar El Silletazo. Era víspera de Día de la Madre, en 1951. «Mareado escribí sobre la envoltura de una cajetilla de cigarrillos algunos versos para mi madre, que me había dado todo. Sentí pena y remordimiento. A las diez de la mañana, cuando terminé mi autoconfesión, me fui a mi casa».
En 1956, el tema Madre fue grabado por el grupo Los Cholos. Pero fueron Los Chamas quienes lanzaron a la popularidad el valse de la sinceridad. «Un compositor no busca el aplauso ni la venta, sino que trata de expresar lo que siente. Por eso el tema tuvo acogida y hasta ahora se canta», afirma.
A don Manuel Acosta Ojeda también le pertenecen los clásicos Si tú me quisieras, Puedes irte y Cariño.
ELOGIO AL ARTE
«Mi mayor halago es el reconocimiento popular, sobre todo el de mis amigos», comenta refiriéndose al reciente homenaje brindado por la Municipalidad Metropolitana de Lima. Igualmente, fueron reconocidos Leopoldo Bedoya Bambarén, con 60 años de trayectoria artística, y Ana Condori Sulca, «Siwar Q’ente», que durante 48 años difunde la música y el canto de Cusco.
«No trabajo para recibir premios porque en nuestro país a los compositores nos daña la discriminación. En este caso, acepté el importante reconocimiento porque las personas que me acompañaron en la triada son más importantes que yo y los considero mis profesores», afirma.
Agrega que cada vez que viaja por diversos pueblos peruanos, encuentra a algunas personas que se acuerdan de él. «Un artista es un comunicador que llega a su pueblo o de lo contrario no lo es. En cambio, el artista contemporáneo está equivocado porque se siente superior a su clase. Lamentablemente, los de mi generación hemos sido satanizados».
¿Considera que la sociedad no comprende sus ideas y aportes?, le pregunto. «No me interesa la sociedad, hermano, sólo mi gente, los trabajadores y los desocupados. Además, no podemos ser duros contra la ignorancia porque siempre fue auspiciada por el sistema», me responde. Por eso mantiene una tenaz defensa por el arte y la vida. No en vano lideró durante cuatro décadas los principios de la Sociedad de Autores y Compositores (Saycope).
INSPIRACIÓN COTIDIANA
No conserva las energías de antaño. Cuenta que hace doce años dejó de tomar ron y que ahora intenta mejorar su salud para volver a componer, con la frecuencia de antes, sus versos optimistas. «Siento dolor por la impotencia de no poder cambiar el país y de no contribuir a la felicidad colectiva.»
Mientras tanto, don Manuel Acosta Ojeda investiga sobre la riqueza de la música andina. «Cuando viajé a otros países, me sorprendió ver la acogida que tiene la música peruana. Por eso estoy convencido de realizar composiciones con yaravíes, mulizas y huainos.»
Al reflexionar sobre el camino recorrido, el notable compositor de música peruana confirma que aún busca las respuestas de su juventud. Persiste en dejar huellas que alimenten la creatividad. Trabaja para demostrar que el Perú es dueño de una cultura milenaria. Y reconoce que, al final, huirá descontento de la vida.
Siempre
Letra : Manuel Acosta Ojeda
Música : Carlos Hayre.
Quiero que estés a mi lado
cuando la hora de partir
haya llegado.
He de gozar mi agonía,
si he marchado
despedido por tu mano
bienhechora. (Bis)
Como un mustio rosal
que se desflora,
han de caer mis fuerzas
agotadas.
y velarán mi cáliz deshojado
las sombras de tu imagen
protectora. (Bis)
Así, mi vida verás cómo se ausenta,
mientras una sonrisa macilenta,
ha de tallarse en mi faz marmolizada.
Así, mi amor,
la que trocó mi suerte,
ha de ser mi camarada
hasta la muerte,
amada en vida,
y tras la vida, amada.
Hasta siempre, Maestro
Fuente: criollosperuanos.com
Imagen: andina.com.pe
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