CIUDAD DE MÉXICO.- El principio de no intervención en asuntos exteriores del próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, recupera el espíritu constitucional pero amenaza con debilitar la imagen internacional del país y su papel en conflictos como el de Venezuela.
El futuro canciller de México, Marcelo Ebrard, anunció recientemente que la política exterior será «respetuosa» de la no intervención porque esta es la «orientación» que ha recibido por parte del líder izquierdista, en aras de defender «los principios» de la Constitución.
El artículo 89 de la Carta Magna, en su fracción X, explica que el presidente del país debe «dirigir la política exterior y celebrar tratados», entre otros, en base a una serie de principios normativos.
Estos son «la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales».
Esta visión se enmarca dentro de la llamada Doctrina Estrada, nombrada así por el canciller Genaro Estrada, que implementada en 1930 era contraria al intervencionismo.
«La Doctrina Estrada, que México practicó muchas veces, le valió incluso un papel internacional como mediador de conflictos en la Guerra Fría», dijo hoy a Efe el analista político Salvador García Soto.
No obstante, desde la llegada de Vicente Fox a la Presidencia en el año 2000 hubo un cambio de paradigma. Especialistas han destacado que, positivamente, México empezó a ganar peso a nivel regional y relevancia en foros multilaterales.
Aunque también se considera que hubo deslices diplomáticos como el voto de condena contra Cuba ante la ONU en materia de derechos humanos, en el 2002.
Desde inicios de siglo, México ha tomado una postura activa en muchos organismos y conflictos internacionales. Por ejemplo, en la Organización de los Estados Americanos (OEA) y el conflicto venezolano, donde asumió un liderazgo regional en la gestión del presidente Enrique Peña Nieto (2012-2018).
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Por ejemplo, impulsando la Carta Democrática Interamericana con un nutrido grupo de países de la región en 2017, algo que desde la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) afirmaron que no era «injerencia».
El pasado 21 de mayo, el Gobierno de México anunció que, tras desconocer los resultados electorales de las presidenciales en Venezuela, reducirá el nivel de relaciones con la nación suramericana.
Especialmente duro ha sido también el canciller Luis Videgaray, quien en múltiples ocasiones ha hablado de «grave situación humanitaria» y de la necesidad de «restablecer la democracia».
Pero la contundente victoria de López Obrador a la Presidencia, con un holgado margen de 30 puntos frente al segundo aspirante, promete dar un giro de 180 grados a todo esto.
«La postura general es que debemos de evitar intervenir (…). Pensamos que hay que tener una posición muy cauta ahí porque lo que normalmente hay en buena medida es una agenda promovida por Estados Unidos», agregó Ebrard.
Así, afirmó que el país mantendrá una postura de no intervención en problemáticas como las de Venezuela, Nicaragua o Brasil a partir del 1 de diciembre, cuando López Obrador asuma la Presidencia.
«¿La intervención a qué ha llevado?», se preguntó Ebrard, que indicó que durante el mandato de Fox se tomaron «posturas muy difíciles de entender» que no beneficiaron a México, y definió como «intervención» la denuncia de hechos en otras naciones ante la OEA.
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La no intervención podría dar un respiro al Gobierno venezolano y quizás por ello, Nicolás Maduro, prácticamente acorralado en el plano internacional, celebró con jolgorio la victoria de López Obrador.
«Con él triunfa la verdad por encima de la mentira y se renueva la esperanza de la Patria Grande», dijo Maduro en su cuenta de Twitter poco después de la victoria del líder de Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en México.
No obstante, los expertos plantean si el no intervencionismo funcionará en el contexto actual.
«Es el regreso de una política histórica, pero vamos a ver qué tan bien funciona en esta nueva realidad. Hoy vivimos en un mundo globalizado, en donde la democracia se vuelve exigencia entre países con relaciones y en comunidades internacionales; no sé qué tanto vaya a operar» este viejo principio, dijo García Soto.
Sin ir más lejos, y aunque los diplomáticos de carrera en México apoyan la no intervención -explicó- esto contrasta con mucha población venezolana que pide a México una posición clara.
EFE/Martí Quintana
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