Milanés: En tiempo de reguetón, educar es la clave para saber escuchar música

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LA HABANA.- Para el trovador cubano Pablo Milanés, la música es, «sin duda alguna, el resultado de la proyección social», y por ello, en una América Latina entre subyugada y escandalizada por el reguetón, es preciso educar a la población para reconocer dónde están los valores musicales.

«Los países se tienen que poner de acuerdo para educar como antes a la población para saber escuchar, discernir dónde está la poesía, dónde están los valores musicales», reflexiona Milanés (Bayamo, 1943) en una entrevista con Efe en La Habana sobre el escenario del teatro Karl Marx.

A esas tablas, con el aforo de 5.000 personas completo, se subió anoche esta leyenda de la música cubana para cantarle a la capital de Cuba, que en breve cumple 500 años y a la que dedicó un concierto con muchos de sus clásicos pero también canciones nuevas que quiso poner a la consideración de sus paisanos, el público, dijo, que más quiere del mundo.

«Los habaneros tienen un criterio muy musical, muy profundo, y conocen mi música desde hace años así que la juzgan con toda serenidad, sin fanatismo», ríe el artista sentado sobre la plataforma en la que se levanta la batería de la orquesta, minutos antes de la prueba de sonido.

El concierto, en el que le acompañaron por sorpresa Pancho Céspedes y Carlos Varela, protagonizará un DVD que Universal lanzará próximamente, aunque para Milanés el reto de la noche era volver al Karl Marx, «tan emblemático y tan grande».

«De qué callada manera», «Yolanda», «El breve espacio en que no estás» o «Para vivir» se entrelazaron horas después con temas de estreno en la garganta desgarrada de uno de los exponentes de la nueva trova cubana, una generación que rompió moldes en su día, como hoy lo hacen en la región otros ritmos.

Entre ellos el reguetón, de cuyo auge dice Milanés que «es algo que escapa a los artistas y al público (…), ellos siguen los derroteros que se les permiten a los medios de difusión. Los estados son los que tienen la responsabilidad de educar a las poblaciones para que sepan escuchar, para que sepan sentir».

«La música, por supuesto, tiene una función social, poética, espiritual y eso no se puede dejar atrás», sostiene.

Con 75 años y sin planes de bajarse de los escenarios, reconoce que algo diferente les corre por las venas a los artistas cubanos, que siguen dando guerra a edades a las que otros hace años que colgaron el uniforme.

«En Cuba se ha dado una coyuntura histórica desde el siglo XIX y quizá antes, de una cantidad de culturas que convergen y que nos hacen muy ricos y muy activos en el aspecto musical, artístico, cultural. Es una cosa del Caribe, pero en Cuba por ser la isla mayor tal vez, por estar en una encrucijada tal vez, nos tocó ser una potencia musical», reflexiona.

Dos nuevos discos en producción ilustran esta inédita energía, este deseo de seguir «experimentando muchas cosas, haciendo cosas nuevas», casi siempre rodeado de jóvenes artistas en la perfecta simbiosis: él les ayuda, y ellos le ayudan a él a proyectarse «con novedades».

Próximamente verá la luz un disco de estándar norteamericano en el que canta en inglés clásicos estadounidenses acompañado por tres jóvenes músicos cubanos que «han tocado un jazz excelente».

«Es habitual de los artistas cuando llevan muchos años cantando recordar las viejas canciones, los clásicos. Lo acaba de hacer Bob Dylan ahora mismo y muchos otros antes», explica sobre esta aventura.

El segundo trabajo ya en la recámara es un disco de salsa con antiguas canciones suyas que el productor Dagoberto González «ha vuelto a revolucionar en arreglos nuevos» e incluye dúos con artistas como Gilberto Santa Rosa «y otras sorpresas».

«Creo que a la gente le va a gustar», aventura.

Y aunque Milanés no para, afirma rotundo que el relevo generacional en la música cubana está asegurado porque «siempre la música está en plena ebullición, es una facultad de los cubanos de proyectarse y relevarse a sí mismos».

Una nueva generación de la que forma parte su hija, Haydée Milanés, una voz que ya vuela sola «sin apenas el criterio» de su padre, orgulloso porque «ganarse al público de esa manera se las trae».

Solo hay un asunto del que el artista, de los pocos que a lo largo de los años ha hablado abiertamente sobre la política de su país, elige no opinar hoy: la situación en Cuba, donde desde abril el presidente ya no se apellida Castro y se prepara una reforma constitucional.

«La veo igual», zanja con una sonrisa antes de ponerse en pie y recorrer el pequeño trecho que lo separa del micrófono que lo espera sobre el mayor escenario de la isla.

EFE

 

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