La minería ilegal de oro en los ríos de la Amazonía peruana se ha visto reducida tras la intervención de las fuerzas del orden en La Pampa, la meca del oro ilegal de Perú, pero no lo suficiente como para desaparecer por completo, pues algunos mineros ilegales han seguido operando incluso durante la cuarentena.
Así lo advirtió un reciente informe del Proyecto del Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP), que detectó la pérdida de casi 800 hectáreas de bosques a causa de la minería ilegal desde que en febrero de 2019 comenzó en La Pampa la Operación Mercurio, la mayor intervención de la historia de Perú contra los mineros ilegales.
Solo en los dos primeros meses de la cuarentena decretada en Perú contra la covid-19 los mineros ilegales arrasaron con 80 hectáreas de selva amazónica.
«Aunque la tasa de deforestación minera ha disminuido, la actividad ilegal continua incluso durante la pandemia», confirmó este miércoles a Efe el director del MAAP, Matt Finer.
Esta superficie deforestada se encuentra en la región de Madre de Dios, que hace de frontera de Perú con Bolivia y Brasil, alrededor de varias reservas naturales donde se concentran grandes campamentos de mineros ilegales, entre ellos La Pampa, que en los últimos años ha depredado unas 8.000 hectáreas de selva.
EN LOS LÍMITES DE RESERVAS NATURALES
El estudio del MAAP, una iniciativa de la organización Conservación Amazónica, determinó que la Operación Mercurio redujo un 92 % la deforestación por minería ilegal en La Pampa, que se encuentra en el río Malinowski, dentro de la zona de amortiguamiento de la Reserva Nacional Tambopata y del Parque Nacional Bahuaja Sonene, un espacio donde esta actividad está prohibida.
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Antes de la intervención militar, la minería ilegal avanzaba en La Pampa a una velocidad de 173 hectáreas por mes, mientras que ahora lo hace a un ritmo de 14 hectáreas por mes.
Dentro de la misma Reserva Nacional de Tambopata los mineros ilegales arrasaban un promedio de 6,5 hectáreas al mes y ahora ese avance se ha reducido a apenas 0,9 hectáreas tras la Operación Mercurio.
Más arriba, en la zona del Alto Malinowski, el avance de la minería ilegal disminuyó en un 53 % al pasar de 61 hectáreas depredadas cada mes a un promedio de 28 después de febrero de 2019.
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«Es un escenario de buena y mala noticia. Lo bueno es que, en general, la deforestación por minería ilegal de oro está disminuyendo en el sur de la Amazonía peruana debido a la Operación Mercurio», aseguró Finer.
«La mala noticia es que la minería ilegal continúa ocurriendo en numerosos sitios en una vasta área. Hay zonas que siguen muy amenazadas», añadió.
MINEROS DESPLAZADOS
Varios medios locales denunciaron en los últimos meses que los mineros de La Pampa se habían desplazado a otras zonas donde la presencia de las fuerzas del orden no era permanente.
La investigación del MAAP, realizada con apoyo de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), registró un incremento de la deforestación por minería ilegal en varias zonas.
Eso prueba una migración de los mineros de La Pampa a otros puntos ricos en oro de la región de Madre de Dios, aunque el aumento de deforestación en esas áreas no llega al nivel crítico que se daba en La Pampa antes de su intervención.
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Así, en la zona del Apaylon, más abajo del mismo río Malinowski, se pasó de un promedio de 2,9 hectáreas deforestadas por mes a 4, lo que supone un incremento del 41 % desde el inicio de la Operación Mercurio.
Un fenómeno similar se vive en Pariamanú, una zona en el río Las Piedras de bosques amazónicos primarios, donde la depredación selvática de los mineros ilegales pasó de 2,5 a 4,2 hectáreas por mes, un 70 % más que antes del gran operativo.
OPERATIVOS DEBEN SEGUIR
Para Finer, «es muy importante mantener un plan estratégico para enfrentar la amenaza constante de minería ilegal en el sur de la Amazonía peruana» y evitar así que recupere la intensidad que tenía en 2017 y 2018 o que se apropie de nuevos espacios.
La minería ilegal es uno de los principales causantes de la deforestación de la Amazonía peruana, que desde 2001 ha perdido 2,3 millones de hectáreas de bosques, una superficie equivalente a la extensión de El Salvador.
Su actividad produce además un enorme impacto medioambiental al utilizar mercurio y otros metales pesados para separar el oro extraído de la tierra, lo que contamina las aguas de los ríos donde se asientan cientos de comunidades indígenas.
EFE/ Foto Andina