Mundial de Brasil 1950: «Maracanazo» o la gran frustración de todo un pueblo

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El único candidato para celebrar el Mundial de 1950, era Brasil, así que la sede le fue otorgada sin mayores discusiones. Se acordó entonces llamar al torneo Copa Jules Rimet, en honor a los esfuerzos del dirigente francés para crear el evento deportivo y luego para mantenerlo vivo durante los difíciles años de la guerra.

En el Congreso de la FIFA de 1938, celebrado en junio, se decidió posponer la elección del país organizador de la IV Copa del Mundo, debido a la creciente tensión política internacional, que aconsejó no tomar en consideración las candidaturas presentadas por Alemania, Argentina y Brasil para celebrar la edición de 1942. Fue hasta el 1º de julio de 1946 que la FIFA pudo celebrar su primer Congreso de la posguerra.

El italiano Barassi secretamente retiró la Copa del Mundo de la caja de seguridad del banco romano donde estaba depositada desde 1938 y la resguardó en una caja de zapatos debajo de su cama, para evitar que los nazis se apoderaran de ella, cuando la guerra estaba por terminar y Alemania había tomado el control de Italia. Un éxito para la FIFA fue que en 1946 se había producido el regreso de las cuatro federaciones británicas a la FIFA, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y País de Gales, lo cual hacía suponer, ahora sí, un Mundial en toda la extensión de la palabra.

En 1948 se celebraron los Juegos Olímpicos de Londres, que fueron la primera manifestación deportiva después de la guerra. La prueba fue pasada con éxito: las heridas dejadas por el conflicto estaban aún abiertas, pero los países mostraban el deseo de recuperar la paz en todos los aspectos.

Los equipos que subieron al podio en Londres fueron Suecia, Yugoslavia y Dinamarca. Los dos primeros, Suecia y Yugoslavia, ganaron sus respectivos grupos y calificaron al Mundial. Es de destacar que Yugoslavia dejó fuera a Francia, que junto con Brasil había estado en los tres mundiales anteriores. No tuvieron problemas para calificar Suiza y España, por parte de Europa, por lo que junto con Italia, campeón vigente, e Inglaterra, conformaban el grupo de seis naciones europeas en Brasil.

Por Sudamérica, se calificaron directamente sin jugar ningún partido, Bolivia y Chile del grupo 7 ante el retiro de Argentina, que desistió de participar por las grandes diferencias que existían entre la AFA y la CBD, además de la huelga que había afectado el futbol local en 1948.

La ausencia de la “albiceleste”, impidió que el joven Alfredo Di Stéfano, de 24 años, pudiera jugar su primer Mundial y privó también de asistir a la fantástica delantera de River Plate conocida como “la máquina”. En el grupo 8, igual sin jugar, calificaron Paraguay y Uruguay ante el retiro de Ecuador y Perú, con lo que serían 5 selecciones sudamericanas, incluido el local Brasil.

Del área de Norte y Centro América, calificaron México y Estados Unidos, que dejaron fuera en el grupo 9 a Cuba. Desafortunadamente, del total previsto de 16 equipos, hubo tres deserciones más: Escocia, que había calificado, hizo saber que no iría a Brasil si no ganaba el campeonato británico de selecciones, y como lo perdió, renunció al Mundial. El calificado del grupo 2, que saldría entre Austria y Turquía, fue declarado desierto, al renunciar ambos países y Bélgica, del grupo 4, igualmente desistió, con lo que el número final de equipos quedó en 13, exactamente como en Uruguay 1930.

Además de esas deserciones que disminuirían al grupo de selecciones a participar en Brasil, una tragedia ocurrida un año antes de su inicio, no solamente debilitaría a una de las favoritas, el bicampeón mundial Italia, sino que enlutaría al mundo del futbol: el 4 de mayo de 1949, el avión en el que viajaba el equipo del Torino, de regreso de Lisboa donde había jugado un partido amistoso, se estrelló contra el muro posterior de la basílica de Superga, en las afueras de Turín. En el accidente murieron 31 personas, incluyendo 18 jugadores del plantel, los entrenadores y dos dirigentes.

«Maracaná» en honor a periodista deportivo

Para dar una merecida recepción a sus invitados, los organizadores se avocaron a construir un magno escenario, capaz de albergar, junto con más de 155,000 espectadores según el proyecto original, toda la pasión y alegría del pueblo brasileño. Así nació el estadio de “Maracaná”, cuyo nombre oficial es “Jornalista Mário Rodrigues Filho”, en honor al periodista que logró convencer a las autoridades que el mejor lugar para construir el estadio era en los terrenos del antiguo Derby Club, en el barrio de Maracaná en Río de Janeiro. A pesar de haber entrado en uso en 1950 (se inauguró el 16 de junio, con un amistoso entre las selecciones de Río y de Sao Paulo), las obras no se completaron hasta 1965.

Para llevar a cabo la competencia, los organizadores decidieron cambiar el sistema de competencia de “copa” y llevarlo a un formato de grupos en su fase preliminar. En esto había una razón financiera, ya que se jugarían más partidos y generaría en consecuencia más ingresos y una razón lógica: no tenía caso hacer viajar a las selecciones europeas a través del Atlántico para jugar un solo partido y quedar eliminadas.

La bicampeona Italia se presentaba mermada en el Mundial de 1950. La “squadra azurra”, privada de sus 8 o 9 habituales titulares que formaban parte del Torino, se había debilitado aún más al haber escogido el mar como vía para llegar a Brasil. Los temores nacidos de la tragedia de un año antes, provocaron que los italianos se embarcaran en una travesía de 15 días en vez de tomar un transporte aéreo que implicaba horas.


La noticia que conmocionó al mundo, llegó de Belo Horizonte: los orgullosos ingleses eran derrotados 1-0 por los Estados Unidos, un curioso equipo formado por un portero italiano, Borghi, un defensa belga, Maca, dos hermanos portugueses en el ataque de apellido Souza y un haitiano, Joe Gaetjens.

Con un futbol desordenado, pero vivaz y con una enorme dosis de fortuna, los norteamericanos sorprendieron a los ingleses. Los diarios británicos daban la noticia de la deshonrosa derrota ante un equipo de amateurs, incluso hubo uno que entendió el cable llegado de Brasil como un error, interpretando que el marcador había sido 10-1 a favor de Inglaterra. El autor del gol, posteriormente, contratado por el Racing de París, llegó a afirmar que en 1950 no tenía la nacionalidad estadounidense.

“Maracaná”, registró la mejor entrada del torneo en un juego en el que no interviniera Brasil. España e Inglaterra, se enfrentaron para definir el grupo, con ventaja para los españoles, que llegaron con 4 puntos por 2 de los ingleses. El arquero Ramallets completó una actuación histórica, deteniendo con gran espectacularidad los balones altos, lo que le valió el calificativo, por parte de la prensa internacional de “gato de Maracaná”.

Zarra hizo el gol de la victoria y y los ingleses tenían que regresar a casa con la vergüenza a cuestas: su primer mundial, el que seguramente pensaban ganar sin problemas, se saldaba con una victoria y dos derrotas y apenas dos goles marcados.

Brasil y Uruguay jugaron la final. En Río de Janeiro, como en todo Brasil, la seguridad era absoluta: bastándole un empate para ser campeón, nadie dudaba que la poderosa selección local, que había despedazado a sus dos rivales anteriores en el grupo final y que había anotado en total 21 goles en los 5 partidos mundialistas jugados, no tendría problemas en vencer al Uruguay, que había llegado a esa instancia con resultados muy apretados.

El país entero se aprestaba para la gran fiesta: se habían preparado 11 limusinas que tenían en los costados los nombres de cada uno de los jugadores, desde Barbosa hasta Chico. Se había organizado un desfile porlas calles de Río, prácticamente un carnaval, en todos lados se veían pancartas que decían “Homenaje a los campeones del mundo”. Los diarios brasileños daban por hecho el triunfo y la mayor duda era el número de goles que anotaría Brasil.

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La euforia era tanta, que los mismos dirigentes uruguayos sentían que no había esperanzas de obtener un buen resultado, al grado de que, en una reunión antes del partido, declararon que se considerarían satisfechos si obtenían una “derrota honorable” por no más de un par de goles de diferencia. Pero en el grupo, el DT “Juancito” López y el capitán Obdulio Varela, no pensaban así. El “negro jefe” motivó a sus compañeros, haciéndoles sentir que el partido no era más que un juego contra 11 hombres iguales que ellos. Varela resumió su arenga con una frase: “muchachos, hoy tengo muchas ganas de correr”.

El resultado es sabido por todos. Uruguay ganó por 1-2 en el celebre “Maracanazo”. Entre las muchas historias tejidas alrededor de las horas siguientes a este juego, están las riñas en las calles de las ciudades brasileñas, aficionados que aún al día siguiente continuaban en las tribunas de “Maracaná”, llorando la derrota y claro, se habla de varios suicidios. Gracias al gol de Alcides Gighia, los uruguayos fueron los justos ganadores del torneo de 1950.

Dentro del estadio, había una persona que no era ni uruguayo ni brasileño, pero que igualmente estaba impactado por el resultado: el Presidente de la FIFA, Jules Rimet. Su discurso para entregar el trofeo y felicitar al esperado campeón, Brasil, escrito en portugués, quedó guardado en su bolsillo. En la confusión que siguió al final del juego, se cuenta que la copa, custodiada por la CBD (Confederación Brasileña de Deportes), desapareció. La leyenda continúa diciendo que al darse cuenta de eso, Obdulio Varela gritó: “Con o sin copa, los campeones somos nosotros”.

Finalmente, la valiosa “victoria” de oro, fue entregada.

Definitivamente que entregar el trofeo al capitán uruguayo, no estaba en los planes de Jules Rimet. En medio del silencio casi absoluto del estadio semivacio, sin discurso y con un rostro que deja en claro que no terminaba aún de asimilar lo sucedido, el anciano dirigente puso la Copa en manos de Obdulio Varela. Una de las más grandes hazañas y sorpresas que registra la historia del futbol mundial, el llamado “Maracanazo”, se consumaba con aquel sencillo acto: Uruguay Campeón del Mundo 1950.

Fuente: colgadosporelfutbol.com

 

 

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