PRAGA/Checoslovaquia.– La tradición del carnaval ha envuelto de nuevo con su halo de magia y provocación el paisaje campestre y urbano de la República Checa, con música, bailes y brindis a la fecundidad y la juventud, en un ambiente cargado de buen humor.
Estos encuentros se celebran, por razones de trabajo, el último fin de semana antes de Cuaresma, cuando la primavera empieza a llamar a la puerta y se reavivan las ganas de vivir, saliendo a la calle o al campo de modo festivo, a veces desafiando los últimos coletazos del frío invernal.
Muchos puntos de la geografía checa se convierten entonces en escenario de animadas procesiones, algunas muy singulares, como la de Vortova, al Este de Bohemia, que en 2010 obtuvo el título de patrimonio de la UNESCO.
En Vortova los actores del carnaval son hombres, todos ellos con sombreros y trajes muy vistosos, y algunos enfundados en ropas de mujer, con las mejillas y labios de carmín.
Muchos encarnan a personajes de leyenda de la tradición checa, como los «turcos» y sus coloridos trajes orientales, o los «deshollinadores», que untan a los moradores del pueblo en la cara con una pasta de hollín, que dicen traer buena felicidad.
También desfilan «hombres de paja», que simbolizan la fecundidad y obligan a las jóvenes a darse revolcones en la nieve o, en su ausencia, en una camada de paja.
Tras el reconocimiento de la UNESCO, nada se debe cambiar en este carnaval, que tiene el mismo guión desde el inicio del siglo XX y atrae cada año a muchos turistas alemanes, pero también de destinos más lejanos, como Japón.
Otro de los personajes es el que va disfrazado de yegua, que abre la comitiva y al que, al acompañamiento de una banda de viento, se cantan melodías populares, siendo al final sacrificado, aunque con el sorbo de un destilado vuelve a recobrar la vida y pone punto final al carnaval.
En Roztoky, muy cerca de Praga, el carnaval tiene otro guión y otros personajes, con una reina del carnaval, en esta ocasión masculina, que fue precedido de las barrenderas, que le abrieron camino con sus escobas al ritmo de bailes sensuales.
Aquí también se pueden ver novias muertas en zancos, que no dejan de tentar a los curiosos con frases seductoras, y también hay osos, monos que acosan a la gente y animales que también simbolizan la fecundidad en la tradición checa.
«Es una de las tradiciones checas que se repite desde siglos atrás, y este de Roztoky es uno de los más populares en las cercanías de Praga», explicó a Efe Jan Sautis, disfrazado de demonio.
«Es una celebración, un evento cultural, más que un hito religioso», añadió sobre la evolución que ha tenido el carnaval, que antes estaba unido al inicio de la cuaresma, cuando se dejaba de comer carne por espacio de cuarenta días.
«Aunque originariamente tienen que ver con la abstinencia de carne, hoy es más bien un entretenimiento, alegría en el pueblo, ocasión donde se junta la gente», confirma su compañera, Katerina Svarcova, vestida de duende acuático, una figura de las cuentos checos que captura almas y se las lleva al fondo del río.
El carnaval es fuente de ingresos de pequeñas empresas, como la entidad familiar PVO de Zakupy, 100 kilómetros al norte de Praga, una de las papeleras más antiguas del país, y que lleva fabricando máscaras y material festivo desde 1884.
Sus caretas y cabezudos, como la del emperador austríaco Francisco José I, formaron hoy parte de la comitiva de Roztoky.
El propietario de la compañía, Zdenek Rydygr, se precia de ser la única de Europa que, en medio de la competencia de objetos de plástico procedentes de China, se mantiene fiel a la fabricación a base de papel untado de almidón, que se deposita en moldes de escayola o cera, y luego pinta con témpera.
EFE