El camino premundialista, rumbo a Rusia 2018, nos pone a Brasil como el rival de turno, acaso el adversario más áspero, el Frankeisten indolente con el que nadie quiere tropezar ni enfrentar.
Sin embargo, hay que hacerlo. No se puede rehuir su presencia, y en ese caso, tomar aire, salir con las armas que disponemos para igual a lo que hizo Alemania en el 7-1 del Mundial 2014, mirar al adversario sin importar que sea Brasil.
Brasil es una potencia futbolística, pero tiene fisuras y acaso el mejor acierto de Ricardo Gareca sería encontrar su lado débil, como lo hizo con Paraguay, que se creía macizo y resultó un capullo vulnerable.
De hecho no son extraterrestres los brasileños. Tienen piernas y brazos, y el balón, por añadidura en su redondez, rueda igual para los dos. Y en su humana expresión, Brasil podría tener un mal día. Es posible. Todo juega en el rectángulo de juego.
Hay que creer en que podemos. Contra Paraguay los nuestros se arroparon con ese calor de suficiencia, de aparejos y medidas, para calibrar el exacto poderío guaraní. Que no tenía y era un bravucón con embestida en el inicio pero de ahí en más, fue un portón abierto.
Contra el Scratch hay que tomar otras decisiones. Brasil no es Paraguay y también sabe mostrarse con ese potencial que le ha dado Tite, el entrenador que antes dirigió a Paolo Guerrero en el Corinthians.
Con la pelota al ras del piso, con talento, quiebres y pinturas, amén de dibujos tácticos que el ‘Chiqui’ Arce jamás pudo descifrar, el equipo peruano debe vestirse con una coraza de impenetrabilidad para que las huestes de Neymar, si juega, Gabriel Jesús y Philippe Coutinho no hagan lo que hicieron los argentinos.
Las credenciales de los peruanos son ahora, jugar bien al fútbol, en esencia, un tomo del pasado de aquellos libros en que el fútbol de la bicolor era comparado con el mismo estilo brasileño.
De ser cierto, este partido entre Perú y Brasil será un canto al buen fútbol, de poca marca y muchos goles.
Ahora bien tenemos artilleros, han tomado un curso acelerado de hacer goles y en ese sentido que la botija de agua no se seque y siga empapando la ilusión.
Necesitamos ganar, necesitamos embolsicarnos los tres puntos, Y de ese modo sumar nueve puntos al hilo. Los tres que nos dio FIFA, los tres logrados ante los paraguayos y los otros tres ante el Scratch.
Con el fútbol bonito, le daremos a Brasil, una dosis de su propia medicina. ¿Podremos? Claro que se puede, ellos no son otro mundo. (Hugo Laredo Medina).